Jueves 25 de abril 2024

El baile de la Pincoya

Redacción 18/11/2022 - 11.02.hs

A la Isla Grande de Chiloé se accede a través de un transbordador marítimo. A 58 kilómetros de Puerto Montt, hacia el sur y por la ruta 5 Panamericana, se llega a Pargua, en el extremo continental.

 

Allí se suben los vehículos al ferry, que cada 15 minutos cruza las aguas del Pacífico que inundan el Canal de Chacao. Son 3 kilómetros en línea recta, con los golfos de Ancud y Corcovado a ambos lados.

 

Durante la navegación hacia el archipiélago, que demora 30 minutos, se observan algunas embarcaciones, fauna de la región y la pequeña aldea de Carelmapu, conocida por la fiesta de la Candelaria.

 

La isla de Chiloé, de 180 km de largo y 50 de ancho, es tan rica por su naturaleza como por su cultura. A sus imponentes bosques y sus bellas costas se suman sus pintorescas e históricas iglesias de madera (16 de ellas declaradas Patrimonio de la Humanidad por la Unesco), los tradicionales palafitos de Castro y, especialmente, su innumerable cantidad de mitos y leyendas.

 

El intercambio de tradiciones entre los pueblos originarios y los españoles, además de las particulares condiciones geográficas de la zona, dieron origen a un universo místico que empieza a percibirse apenas uno pisa la superficie insular.

 

Se escucha hablar del Trauco (una criatura seductora que habita en los bosques), del Caleuche (un buque fantasma que navega los mares de noche atestado de brujos y náufragos), del Chucao (un ave de pequeño tamaño que con su canto, dependiendo de dónde provenga, anuncia suerte o desgracia para los viajeros), del Coñipoñi (un gusano de los cultivos de papa que cuida a los niños cuando sus madres van a trabajar), y de muchos más seres mitológicos del mar, las costas y los bosques.

 

Una de las leyendas particulares es la de la Pincoya, la hija del rey Mar de Chiloé: una joven que habita en el mar, que en los días de tormenta ayuda a los náufragos a regresar a sus hogares y que en las noches de luna llena baila en las playas para anunciar, según la orientación de su danza, si la pesca será abundante o escasa.

 

En las plazas de armas de Ancud y Castro, las dos principales ciudades de la isla, se rinde homenaje a la Pincoya con sendas esculturas. "Es como una especie de protectora para los chilotes, especialmente para quienes viven del mar", remarca una madre local sentada en el borde de la fuente que rodea a la Pincoya de Castro, mientras su pequeño hijo juega estirando su mano para tocar el agua.

 

Allí, en la ciudad más grande de la isla, cerca del Parque Nacional Chiloé, está el seleccionado de básquet masculino de La Pampa. A 80 kilómetros está Ancud, al norte del archipiélago, donde desde el martes juega el equipo femenino.

 

En ambos lugares, entre seres mitológicos, los pampeanos continúan con sus competencias en los Juegos Binacionales de la Araucanía, jugando tranquilamente al cuidado del Coñipoñi, y esperando un baile de la pitonisa del mar que anuncie una pesca abundante de puntos.

 

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