Lunes 22 de abril 2024

El anfitrión nocturno

Redacción 05/02/2022 - 00.06.hs

A la hora de salir a disfrutar de una cena, tomar unos tragos o comer una picada -ya sea con amigos o en pareja-, las opciones son cada vez más diversas en Santa Rosa. Desde hace algunos años, Cristian Miranda busca ofrecer espacios distintivos desde la propuesta gastronómica y estética para clientes cada vez más exigentes.

 

Si bien solo tiene 33 años, su larga trayectoria en un corto tiempo ya lo posiciona como un "veterano" del rubro gastronómico. Y hace un recorrido rápido de ese camino que ya casi tiene dos décadas. "A los 14 años empecé a trabajar con mi mamá y con mi tía en la parrilla Los Pinos, después ellas se fueron a la parrilla La Esmeralda y también me fui con ellas, y estuve ahí hasta el 2012 en que decidí emprender en solitario", se presenta Cristian Miranda, uno de los empresarios gastronómicos más reconocidos actualmente en la ciudad, afianzado con la cervecería "Malcriada" y su "Jardín Cervecero" y trabajando en las prontas inauguraciones de una discoteca, una parrilla y después de 120 noches de su recordado "Harrison", una panadería y cafetería.

 

En febrero del 2012, gracias a la ayuda de su familia, Cristian abrió Amapola, su primer negocio propio, en Luro e Irigoyen. "En ese local me fue mal, arranqué muy joven a trabajar solo y me faltaba la madurez necesaria para emprender algo así. En 2016 cuando empezó el boom de las cervecerías, yo veía que se venía un auge importante y decidí cambiar el rumbo de lo que veníamos haciendo. Pasé del restaurante al rubro del bar o cervecería, y un poco más a la nocturnidad que es hoy lo que por ahí más me identifica", recordó.

 

Ahí surgió Harrison, en el mismo lugar donde funcionaba Amapola, y siguió "La Peña", un evento que desde 2014 Cristian organiza cada uno o dos meses. "Harrison fue una reconversión de algo que no estaba funcionando bien, y se produjo algo tan lindo que al poco tiempo nos quedó chico. Ahí empecé a armar Malcriada, que fue el primer local que pude hacer desde cero, ya un poco más solvente, y elegí desde el mobiliario hasta la cocina que se remodeló toda. Apuntamos mucho a lo visual, a lo estético".

 

Esa idea de apuntar directo a la imagen viene, en parte, de un sueño trunco, según cuenta Cristian. "A los 17 años quería estudiar Marketing y mis papás no me lo podían bancar, era una carrera que recién estaba iniciando y era cara. Siempre me gustó lo visual, lo estético, y siempre traté de plasmarlo en los negocios, en las redes sociales".

 

Proyectos encaminados.

 

Hoy en día Malcriada Cervecería se ubica en la calle Urquiza y el Jardín Cervecero sobre la avenida San Martín. "Ambos están totalmente afianzados, pero hay varios proyectos en marcha muy encaminados. Adquirimos hace poco un clásico, el Jockey, con la idea de convertirlo en un bar-boliche y ahora lo estamos remodelando. Siempre trabajo en buscarle al público una opción que no tiene, hace tiempo buscaba un local gastronómico grande y el Jockey es el lugar con más capacidad ya habilitada", explicó el empresario.

 

"Estamos trabajando con una inversión grande para hacer sector bar adelante y boliche en la parte de atrás. Vamos de a poco, pero para abril o mayo pensamos que vamos a estar haciendo la apertura", se ilusiona Cristian.

 

Además de eso está trabajando en la apertura de una parrilla que está en la ruta nacional 35 -frente al Aeropuerto- que cerró hace algunos meses. "Y quiero abrir una panadería en la esquina de Luro e Yrigoyen, en diagonal de donde era Harrison. Eso está un poco demorado porque todavía no me entregan las máquinas que adquirimos para producir ahí, así que decidí que en ese lugar vamos a 'reabrir' Harrison por unos meses hasta poder concretar la panadería", aseguró.

 

Equipos de trabajo.

 

"Me costaba mucho empezar a delegar, recién hace poco tiempo pude y sin dudas fue gracias a que formé muy buenos equipos de trabajo. La idea de abrir negocios como la panadería o la parrilla también tiene que ver con poder reacomodar el personal que en la temporada de verano trabaja en la cervecería o el jardín, y en el invierno seguir contando con ellos", cuenta Miranda sobre algunos de los "secretos" de su inquieto perfil emprendedor.

 

Cristian resalta tanto su parte más positiva como la que no lo es. Y adquiere un tono autocrítico para sus dos facetas como empleador. "Antes era 'más malo', con una formación más a la antigua, mucho más estricta. Hoy en día trato de llegar mucho más desde lo humano, y veo que ellos también te responden mejor. Trato de escucharlos, de interactuar con ellos, y sale todo mucho mejor", admite.

 

Miranda destaca que siempre tuvo el acompañamiento de su familia, una clave para seguir adelante. "Cuando empecé me dieron un apoyo económico muy grande y cuando me fue mal en los primeros años trabajando solo, ellos vinieron a darme una mano y salimos adelante como una pyme familiar".

 

"Soy la cabeza de la empresa, pero mi mamá maneja el área de compras y mi hermana es la que gestiona todo cuando yo no estoy. Si yo no estoy trabajando tiene que estar ella sí o sí, o mi hermano o mi tía. Es una cuestión de confianza, y una seguridad saber que ellos están conmigo", aseguró.

 

Público exigente.

 

En sus locales nocturnos, Cristian siempre apuntó a un público de entre 25 y 40 años. "Es la gente que siempre me sigue tanto en los restaurantes, bares o eventos que hacemos. Tenemos un público que se está volviendo más exigente porque nosotros mismos los gastronómicos vamos levantando la vara, y desde una competencia nuestra tratamos de ir mejorando todo el tiempo".

 

En esa línea destacó el trabajo de algunos colegas. "Creo que el primero que empezó a hacer cosas muy buenas en ese sentido fue Fernando González, cuando abrió Siete10, ahí es como que nos levantó la vara a todos. Eso nos obliga a los demás a reinventarnos. Eso genera una competencia entre nosotros, con los bares, los eventos, y obliga a tratar de dar buenas propuestas".

 

"Hace más de siete años que tengo el mismo auto, lo quiero cambiar, ahorro para comprarme una camioneta por ejemplo, y cuando llego con la plata, la reinvierto en otro negocio. Voy caminando por la calle y cuando veo un local desocupado, enseguida pienso qué podría hacer acá", apunta con ese espíritu emprendedor de nunca quedarse quieto. Y a modo de ejemplo recordó que "el local de la esquina donde vamos a poner la panadería, a mi familia mucho no le convencía, y yo les dije: 'le doy hasta noviembre (del año pasado) y si no se alquila en cuatro meses, lo alquilo yo', y acá estamos trabajando en el lugar", dice con una sonrisa alguien que siempre sube la vara cuando el público lo exige. Y cuando no lo exige, también.

 

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