El disfrute de vestirse
Talles para los cuerpos más grandes y para los más chiquitos, los mejores precios y una atención inmejorable distinguen a “Zebra”, una tienda de indumentaria femenina que es elegida porque no deja a nadie afuera.
“Juan, me engañaste. Y ahora todo Santa Rosa se va a enterar. Adjunto pruebas!”, decía el folleto en el que se incluía una imagen que, al escanearla, llevaba a un perfil de Instagram. Un anzuelo casi irresistible. Pero el tal Juan no existía y el scaneo llevaba directamente a “Zebra”, la tienda de indumentaria femenina que con gran ingenio atrajo a miles para, además de curiosear las opciones y ofertas, tener la posibilidad de participar de un sorteo.
“Estamos todo el tiempo pensando qué hacer, cómo interactuar, y para el Día de la Madre se nos ocurrió esa idea. Atrajo muchísima gente que se prendió con la idea, le resultó divertido y eso lo vemos en los comentarios y las cosas que nos dicen. En las redes nos ponen que este es un lugar feliz. Cosas muy lindas realmente”, cuenta Gisela Rodríguez (37), la dueña de “Zebra”, una tienda que luego de un par de mudanzas se estableció hace cuatro meses en la calle González 270 (casi 9 de Julio del centro santarroseño), un local totalmente restaurado y que tiene indumentaria para todos los gustos, para todos los talles y para todos los bolsillos.
“Empecé a trabajar desde chica, a mí me crió mi abuela y la verdad que mucho no me gustaba estudiar pero sí quería trabajar. Arranqué a los 18 años en una pizzería pero al tiempo cerró. Yo tiraba currículums por todos lados e iba día por medio a preguntar si había lugar, era re insistidora. Estuve en Compras Express y el dueño me dijo que fuera a Macoco’s, que ahí podía haber un lugar, entré y al final estuve casi diez años”, recordó Gisela sobre el inicio de su trayectoria laboral.
“En un momento mi familia me empezó a preguntar por qué no me largaba sola, con lo que me gustaba a mí el comercio y vender, que dejara de ser empleada. Tenía un miedo terrible porque nunca me había pensado como dueña, había hecho un ahorro con mi trabajo porque vivía en un departamentito al lado de lo de mi abuela y no gastaba casi nada. Mi marido, Carlos, me insistía en abrir mi propio negocio hasta que un día fui a Buenos Aires, compré varias cosas y me decidí. Zebra abrió inicialmente hace una década en un local en la calle Avellaneda, casi Alsina”.
Cambio.
El negocio tenía buenas ventas pero “salía hecho”. No había un despegue, una diferencia. “En ese momento, unos amigos vendían un local de ropa en la avenida España y me encantó porque era el doble de grande, con ropa para niños, hombres, de todo un poco”, remarca Gisela, hasta que una situación con su hija Abril (18) le dio otra mirada respecto a la venta de indumentaria femenina.
“Mi hija estaba por cumplir 14 y empezaba con las fiestas de 15 y no conseguíamos talle. Recorrimos varios negocios, no había una sola pollera, fuimos a un lugar donde decía talles grandes pero era ropa de señora, entonces ella salía llorando, decía ‘no voy al cumple, ¿qué me voy a poner?’, se ponía muy mal y yo me amargaba mucho por supuesto. Entonces me enfoqué en traer ropa para que una chica joven pueda tener la opción de elegir, pero que sea ropa linda, de moda, que una adolescente se sienta cómoda y a gusto. Y no solo el talle grande sino también los talles chicos porque también es difícil conseguir”.
Con esa nueva perspectiva, Gisela decidió traer a su tienda indumentaria del talle 23 hasta el 62.
“Decidí también dejar de vender para niños y para hombres y me enfoqué en las mujeres. Y nos fue re bien, vienen chicas de muchos pueblos y se sienten felices. Trabajo junto a Valentina y a Meli y hacemos un equipo genial. Ponemos música, desde cumbia hasta electrónica, charlamos con las chicas, nos probamos la ropa, hacemos fotos. Se genera un ambiente súper lindo y eso te lo agradecen”.
Estreno.
Ese crecimiento del emprendimiento tuvo un momento bisagra con una nueva dirección, una mudanza que le generó un gran stress a su propietaria pero que hoy disfruta de la decisión.
“Un día pasamos por este lugar y mi pareja me comentó que le parecía que la casa era ideal para la tienda. Le dije que ni se le ocurra, estaba totalmente abandonado el lugar, destruido. Yo no quería saber nada y prefería seguir alquilando, pero él la compró igual y empezó a reformarla. Ahí sí me copé y empecé a comprar cosas para adornar y armar, pero los nervios igual eran terribles porque el cambio me daba miedo. ‘¿Y si me va mal? ¿Y si la gente no viene?’ Tenía todo ese miedo, pero por suerte fue todo lo contrario. De hecho, el día que inauguramos (hace cuatro meses) había comprado un montón de comida, había preparado barra de tragos, música, de todo. Y eran las 6 de la tarde y no entraba nadie, me quería morir. Pero al rato se empezó a llenar y fue increíble la cantidad de gente”, cuenta en la charla con LA ARENA.
Precios.
Gisela no desconoce la muy complicada situación económica actual que atraviesa el país y por eso subraya que una de las características de Zebra son los precios. “Busco muchísimo los mejores precios, si voy tres días a Buenos Aires, el primero lo utilizo para recorrer todo lo posible y recién al otro día voy a comprar. Por eso no me puedo quejar porque las ventas no han caído, ahora que empieza la época de los egresados, de los cumples y otros festejos está bueno que las chicas puedan venir y encontrar un vestido de noche por 50 mil pesos, y eso te lo agradecen, nos escriben y nos recomiendan”.
Zebra abre de lunes a sábado tanto a la mañana como a la tarde (de 9 a 13 y de 16.30 a 20.30) y en breve ampliará sus instalaciones porque en un local pegado abrirá una nueva opción.
“Vamos a abrir otro salón al lado y va a estar enfocado más que nada en bijouterie y en lencería, todo en talles especiales. Me gusta estar mucho acá, voy a tener 80 años, jubilada, y voy a seguir porque amo esto que, para mí, no es un trabajo. Lo disfruto mucho”, asegura Gisela al describir un lugar que tiene un mensaje claro, el de que cada cuerpo es único y las opciones y posibilidades de vestirse no deben dejar a nadie afuera. En Zebra lo proponen como un disfrute.
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