Miércoles 24 de abril 2024

Formadora de profesión

Redaccion 11/12/2021 - 18.35.hs

Ana Reinhartd lleva más de 20 años ejerciendo como psicóloga pero una búsqueda interior la llevó a poner en marcha un proyecto completamente distinto. El Instituto General de Gastronomía forma cocineros y pasteleros profesionales aparte de distintas posibilidades en el rubro.

 

En plena adolescencia elegimos estudiar una carrera, luego nos recibimos, mostramos el diploma y listo! A trabajar de esa profesión toda la vida. Y en ese combo tiene que haber una dosis de ingreso económico suficiente, satisfacción personal y “gusto” por lo que se hace. Para buena parte de la sociedad esa es la columna vertebral en la que se apoya el camino hacia lo que se llama la vida adulta, una senda que muchas veces necesita un freno, un giro, una salida alternativa para que la rutina laboral se sacuda y adquiera otros significados. Y eso es lo que le pasó a Ana que hizo una búsqueda interior y hoy concreta buena parte de sus desafíos y proyectos en un emprendimiento que tiene su impronta.

 

“Estudié la carrera de Psicología en Mar del Plata y cuando me recibí pegué la vuelta a Santa Rosa. Hice consultorio y después entré a trabajar en la Unidad Carcelaria número 4 que es donde sigo ejerciendo mi profesión actualmente. Pero hace un tiempo entré en una crisis personal, en una etapa donde te planteás lo que hacés y hacia dónde vas, algo bastante típico y que en mi caso derivó en la búsqueda de algo distinto, de un cable a tierra que me permitiera enfocarme en otra cosa muy diferente a lo que yo hacía desde hace tanto tiempo”, cuenta Ana Reinhartd (47 años) cuando recuerda el big bang interior que la impulsó a juntar sus partículas y poner en marcha el Instituto General de Gastronomía (IGG).

 

“Al principio me acerqué a la pastelería para tener un plan B y algo que no fuera estar todo el día fuera de casa. Entré en un club de emprendedores que dirigía Pablo Marek y ahí fui desarrollando un poco otra cosa, que me mantenía en duda sobre si hacerlo como un hobby o encararlo más seriamente, por lo que me implicaba más tiempo para capacitarme y trabajar. En ese momento hice un viaje para ir a ver un recital de Joaquín Sabina y en ese viaje pensé a fondo qué era lo que podía hacer y caí en la cuenta de que mi punto fuerte es tener gente a cargo, gerenciar o gestionar algo que tuviera que ver con los recursos humanos y pensé en esto, en centralizar capacitaciones. Al poco tiempo se hizo un campamento de emprendedores en Toay y una de las chicas me dijo que su pareja tenía una franquicia del Instituto en Pehuajó así que me contactó con la directora en Buenos Aires y así empecé a remodelar todo en mi casa para montar el Instituto en Santa Rosa”, resume Ana.

 

El Instituto sobre el que habla y que dirige Ana se ubica en la calle San Juan 858 (celular 2954 668850) y realiza cursos y carreras de gastronomía para personas de distintas edades. Hay dos carreras de base que son la formación en pastelería profesional y la formación de cocinero profesional. Pero también se ofrece la posibilidad de seminarios o carreras cortas que permitan una salida laboral rápida y concreta.

 

“Empezamos con las clases en 2019 y nos agarró la pandemia pero sobrevivimos y este año nos fue muy bien así que estamos con todo para el 2022. Nosotros tenemos un convenio con un Centro de Formación Laboral en Buenos Aires que depende del Ministerio de Trabajo de Nación y de ahí se emiten los certificados oficiales que entregamos. La gastronomía tiene un abanico grandísimo de posibilidades, por ahí en Santa Rosa se piensa más que nada en lo que es nocturno como bares o restaurantes, pero la hotelería, la cocina de un hospital, de una clínica, una cárcel, cruceros, clubes. Hay muchísimas chances de búsqueda y por eso ofrecemos carreras con carga horaria más reducida porque la demanda es una salida laboral más rápida como puede ser ayudante de cocina”, detalla Ana mientras desde la sala contigua llegan distintos aromas gracias a las recetas que ponen en marcha un grupo de alumnas y alumnos en plena clase.

 

Propuestas.

 

En el Instituto trabaja un cuerpo de profesores que son quienes se encargan de las clases y también hay gente en el área administrativa. Se brindan seminarios con distintas vertientes gastronómicas como alfajores, conservas o cocina saludable. También se hicieron cursos para niñas y niños (“Chefcitos”) aunque todas las actividades se fueron amoldando al ritmo de la pandemia mundial.

 

“Este año estuvimos un poco cautelosos con los seminarios porque no queríamos amontonar gente en espacios cerrados y demás. Nosotros apuntamos más que nada al concepto y a la técnica de la cocina. Hay mucha gente joven que termina el secundario y busca una carrera con salida laboral o como algo intermedio hacia otra cosa, porque vos podés trabajar en relación de dependencia o con tu propio emprendimiento como puede ser panadería que es algo que hoy sale mucho. Acá también viene mucha gente de otras localidades de la provincia y luego ponen en marcha sus propios proyectos y eso es muy valioso”.

 

Comedor.

 

Ana también cuenta sobre una experiencia en la que hicieron una prueba piloto y que, dado el buen resultado, impulsarán durante el año que ya está a punto de ponerse en marcha.

 

“Surgió una propuesta con el colegio Santo Tomás que está en nuestra misma zona. Como ellos tienen doble escolaridad la idea es que los chicos vengan a comer acá. Los más grandes vienen solos, comen y vuelven a la escuela. Y los más chicos, en muchos casos los padres y madres se ponen de acuerdo y se van turnando para traer a varios. Ya estamos planeando agrandar las instalaciones porque podemos ofrecer un comedor para más de 50 chicos donde se establece un menú así que vienen, comen y siguen porque realmente muchas familias no pueden interrumpir su jornada”.

 

Ana explica diferentes variantes y posibilidades que ofrece el Instituto. Desgrana sus proyectos y se ilusiona con nuevas posibilidades. Su profesión de psicóloga sigue en pie pero la búsqueda de ese plan b se transformó en algo más trascendente que el clásico “cable a tierra”. Y el movimiento dentro de esas aulas-cocinas es la extensión de ese movimiento interno que la llevó por el sendero emprendedor. Una receta que alimenta el espíritu y da buen resultado.

 

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