Una tradición a las brasas
“La Daga III” continúa con la raíz gastronómica familiar de los Jamad y de la mano de Pablo elabora y vende los mejores sabores en su local de Toay, una casa de comidas que ya se extendió hacia otro negocio sobre la avenida Perón. La sana costumbre de cocinar y asar lo más rico.
Es mediodía y afuera, la ola polar se empecina en no apiadarse de nadie. El viento helado se cuela con su silbido y la combinación del horario con el frío genera un cosquilleo indisimulable en el estómago. Por eso el plan no puede ser mejor, acercarse a la parrilla y dejarse llevar por el aroma y los sabores de un lugar que siempre extiende la llama de sus brasas encendidas. Porque en “La Daga III” le hacen honor a la mejor tradición familiar y en cada día de la semana ofrecen lo mejor de un menú ideal para calentar y acariciar la panza y el paladar. Una costumbre gastronómica que se extendió a Toay de la mano de Pablo Jamad.
“A los 15 años dejé el colegio y mi papá me dijo: ‘bueno, entonces te venís a trabajar’. El estaba a cargo de la cantina en el Círculo Social así que arranqué como mozo. Estuve 15 años trabajando ahí y después me fui con mi tío a La Posta, en la esquina de la Terminal de Omnibus, y ahí estuve otros cinco años más. Toda esa etapa por supuesto que sirvió muchísimo para formarme, me dio todas las herramientas que luego pude aplicar cuando arranqué solo”, recuerda Pablo (46 años) sobre sus inicios en el rubro gastronómico.
Jamad cuenta su sendero laboral mientras en la parrilla de La Daga III, en la calle Independencia al 1.131 de Toay (el teléfono para pedidos es el 2954 – 711112), se asan unas buenas costillas de carne vacuna, un vacío, una cima, matambre a la pizza, chorizos varios junto a otros cortes y, por supuesto, los infaltables pollos. No faltan las tentadoras papas fritas, ensaladas; y otras opciones como pastas, menúes vegetarianos, minutas, pizzas y empanadas.
“Hasta los 25 años más o menos estuve en La Posta y luego abrí Cedros del Líbano, en 2002, un local en la esquina de Ameghino y José Ingenieros en el que se vendía toda comida árabe. Hacíamos empanadas (Fatay), pizzas y ahí aprendí más que nada todo lo que era parrilla. Fue una buena época y trabajábamos muy bien”, resalta Jamad en una charla con LA ARENA mientras el pequeño Milo ya habla como un cocinero experto y colabora en todo lo que surge o le piden.
En familia.
Jamad está en pareja con Pamela y ambos conviven junto a sus cuatro hijos Bruno, Luna, Milo y Ciro. “Con Pame tenemos una linda historia porque era mi empleada en Cedros del Líbano, ahí nos conocimos y así nació nuestro amor. Ella es docente pero está siempre para dar una mano acá, si hay que pelar papas se arremanga y le mete con todo. Es una compañera bárbara y para nosotros todo lo que hacemos es en familia”, remarca Jamad.
“Tenemos una tradición y es que nos juntamos los miércoles, comemos asado y si juega River ni te cuento, somos fanáticos. Tenemos eso lindo de laburar todos en la gastronomía y nos encanta lo que hacemos”, valora Pablo al hacer mención a Julio, su padre, que desde 2008 está al frente de La Daga santarroseña (en la avenida San Martín Oeste casi González) junto a otro de sus hijos, también llamado Julio.
“La Daga se convirtió en un lugar de referencia, con el transcurrir del tiempo supo hacerse un nombre y de una clientela muy grande que sabe que va a encontrar calidad y la mejor atención. Y cuando yo abrí en Toay el mensaje fue claro: ‘mirá que si hacés las cosas mal, la gente no va más eh?’, me dijo mi viejo, así que esa presión es positiva porque nos obliga a estar siempre atentos y a no relajarnos”, subraya Pablo mientras despacha unas viandas con ñoquis con tuco y unas milanesas de berenjena con verduras en una clara muestra de la variedad que tiene en su cocina.
En la Perón.
El crecimiento de la firma en Toay se dio al ritmo de la expansión vertiginosa que tuvo la localidad, que es la que más creció en la provincia en los últimos diez años. Y el barrio Lowo Che es una pata fundamental de esa nueva postal que se multiplica a ambos lados de la avenida Perón, con el surgimiento permanente de locales comerciales de los más variados rubros y opciones.
“Hace unos tres meses abrimos en la Perón 5.534 casi Pecho Colorado, ese local está a cargo de mi hijo Bruno, que tiene 19 años y tiene unas ganas bárbaras, una energía tremenda para seguir con todo este legado”, apunta Jamad justo unos minutos antes que llegue el joven para sumarse a las fotos y la charla con este diario.
En el negocio de la calle Independencia, sus dueños trabajan junto a tres personas en el turno mañana y dos que cubren la noche. En el de la Perón se suman otras dos personas por lo que hay siete empleados en total para una brasería que abre sus puertas los siete días de la semana.
“Tenemos un equipo bárbaro, por suerte se ponen la camiseta y laburan un montón. Eso es buenísimo porque nos da energía positiva a todos. Se trabaja bien, cómodo, con gente de primera; y eso la gente lo nota también”, señala Pablo.
Y esa energía que se genera en el equipo de trabajo motiva a los planes hacia futuro, como darle otra impronta al local toayense. “La idea es tirar una pared y armar mesas y sillas tipo bodegón. Ponemos música y se podrá venir a comer y pasar un buen rato. Me entusiasma esa idea”.
Legado y futuro.
Pablo enumera sus planes, sus ideas y sus proyectos a futuro. Mira hacia atrás y sabe que tiene registra un gran legado familiar pero, sobre todo, almacena una visión hacia adelante que lo deja tranquilo. “No hay dudas que La Daga va a seguir, al menos desde las ganas, después nunca se sabe qué va a pasar, pero por lo pronto a mí todavía me queda camino y sé que mis hijos ya se engancharon desde chiquito con esto y les encanta”, remarca Jamad rodeado de algunos de sus hijos y también de aromas y delicias que nunca dejan de tentar. Como los que ofrece todos los días La Daga III, siempre con sus brasas crujientes y listas para asar en el punto justo del sabor.
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