Mónica Molina: funcionaria con compromiso militante
"Hombres necios que acusáis/ a la mujer sin razón, / sin ver que sois la ocasión/de lo mismo que culpáis". La profesora Diana Blanco declamaba los versos de "Redondillas" (Sor Juana Inés de la Cruz), y en el aula algunos chicos seguían indiferentes lo que, al cabo, era una clase más de Literatura. Entre esos adolescentes una chica -"modosita en esos tiempos", puntualizaría después- quizás no sabría que, de alguna forma significaba un preludio de los días por venir.
Mucho más adelante en el tiempo, y en su vida, Mónica Molina -"Mónica Marcela", aclara-, quizás le daría un valor testimonial a aquel fraseo que aún mantiene fresco en su memoria. Su lucha, su consecuencia en las convicciones, su disputa a brazo partido contra la trata de personas -fundamentalmente- la convirtieron, tal vez sin proponérselo, en la funcionaria de la gestión de Francisco Torroba que más espacios tuvo en los medios provinciales. Aunque su notoriedad -mal que le pese- trascendió nuestras fronteras y un día se vio en Nuevo León, en Monterrey, México. Allí está la tercera universidad pública en importancia en ese país y Mónica tomó parte del "Segundo Seminario Internacional sobre la Sustentabilidad Social en torno al Género, la Migración y el Tráfico de Mujeres", invitada con gastos pagos para explicar la política que implementa la municipalidad de Santa Rosa, con la prohibición de los prostíbulos y wishkerías y el acompañamiento a las víctimas de la trata de personas.
La vida de todos los días.
Pero antes de eso hay una historia, una historia personal -cada uno de nosotros la tiene, claro, aunque algunas trasciendan más que otras-, que arranca por las cosas comunes de las gentes. Una familia, un lugar, una vida más o menos normal, con los avatares que cualquier persona sobrelleva, hasta concluir en este presente que la encuentra sumergida en una tarea fatigosa, difícil, complicada.
Mónica nació en Eduardo Castex, y es hija de Arnoldo -fotógrafo, bandoneonísta, y alguna vez corresponsal de LA ARENA-, y de Pilar Andino, quien muchos años trabajó en el hospital del pueblo. Tiene dos hermanos, Ricardo y Alejandro, y dos hijos: Magali (21) y Camilo (8), y también a Leo, con quien comparte las horas que le deja su tarea en la subdirección de Políticas de Género.
Una infancia común en un hogar de clase media, la primaria en la Escuela 44, y el secundario en el Manuel Belgrano de Castex. Las salidas al matiné, "al boliche de Pepe Toledo, con Lucio Gamaleri, Soraya Piorno y otros muchos amigos. No se si bailo bien, pero te cuento que me gusta mucho bailar...". Después el tiempo de asumir más responsabilidades, primero una llegada a Buenos Aires a estudiar Cartografía, el regreso y otra vez -en 1984- a emprender el viaje esta vez a Córdoba, a estudiar Ciencias de la Comunicación. Y allí, paralelamente al estudio el despertar de una forma de vivir que ya no abandonaría, pasara lo que pasara.
La militancia.
"La verdad es que cuando me fui de Castex no tenía conciencia de muchas cosas. Sí me acuerdo, lo tengo grabado aunque era chica, cuando corrió la noticia que habían matado a Sergio García, el hermano de Miguel -conocido arquitecto-: 'lo acribillaron a balazos', fue la frase que me quedó patente. Me parece verlo al padre, 'Pampero' García, alto, con sus botas... Eso me quedó para siempre, porque todo el pueblo estaba conmocionado", cuenta hoy. "En casa me parece acordarme que mi papá adhirió al triunfo del Frejuli (1973), pero él estaba más cerca del radicalismo", trata de precisar.
En Córdoba fue una alumna aplicada que no se privó de militar desde el comienzo. "Siempre manteniendo la condición de alumna regular, porque no concibo eso de pasar a ser un alumno crónico, una suerte de militante rentado", reflexiona.
Charlamos en su "despacho" -a la sazón un espacio pequeño delimitado por mamparas- ubicado en el estadio Municipal, prepara el mate y al principio se advierte un poco avergonzada. "¿Una nota a mí, te parece?", trata de zafar.
Rememora con alegría sus tiempos en Córdoba. "Estudiaba y militaba, y enseguida me afilié al Partido Intransigente y milité en la Juventud; me metí en el Centro de Estudiantes... guardo con mucho afecto la relación entrañable con los compañeros; con los profesores algunos de los cuales habían sufrido persecución; y recuerdo una amiga cuyo compañero había estado en La Perla... Fueron tiempos agitados, y los primeros días, cuando fui a una despensa la dueña me preguntó donde estudiaba y cuando le dije me contestó: '¡Ah, la escuela de los subversivos'. Y no me molestó, porque era el advenimiento de la democracia y había detrás de todo una cuestión casi romántica...", mira hacia atrás y rememora.
El regreso y la inserción.
Después, ya con Magali en brazos, llegó el tiempo del regreso. "Eran tiempos difíciles, de hiperinflación, de flexibilización laboral, y conseguir trabajo era complicado. El primero que me dio una mano fue Raulito D'Atri, enseguida me afilié al Sindicato de Prensa y buscaba la manera de poder insertarme. Me daba cuenta que no era cuestión de venir con el título bajo el brazo y que así estaba todo bien, porque también los que venían del periodismo empírico merecían respeto, y creía que en todo caso no tenía porque darse ese choque". Así tuvo breves pasos por LA ARENA y El Diario -"no eran tiempos fáciles para la inserción de las mujeres en las redacciones", opina siempre desde su visión de género-, un tiempo de contrato en Telam, y después empezó por su cuenta a ver cómo hacía para generarse ingresos. "Nada era fácil, pero sé que mi fortaleza suele surgir de situaciones traumáticas... hay una amiga que me dice: 'Tu lugar más seguro es la incertidumbre', y tiene razón".
No obstante esa fluctuación hizo por cinco años el programa "Género" por Canal 3; y también "La vuelta a la manzana" y "Hechiceras". Más adelante vendría "Urbanas en red", una revista en la que por supuesto abordaba las cuestiones que tienen que ver con los derechos de la mujer. "
Un despido, un desafío.
También tuvo un paso por el Programa Materno Infantil, hasta que un día participó de una marcha que culminó en la Seccional Segunda y allí, como representante del Siprén, volvió a poner la cara y dijo lo suyo, pidiendo que no se golpeara a los chicos que eran ingresados a esa dependencia policial. Más tarde alguien le diría que había pasado a ser "enemiga del gobierno". Al poco tiempo le comunicaron que quedaba desvinculada. "El ministro de Bienestar Social era Gazia, y me acuerdo que trató de tranquilizarme y me dijo que no estuviera asustada. Entonces no asusten...", fue la contundente respuesta de Mónica.
Siguió con algunas horas de clase en el Colegio de la Universidad, con "Urbanas en red", y participó "como una ciudadana más", en las marchas que cuestionaban a Tierno al frente del municipio.
Cuando Francisco Torroba accedió a la intendencia la convocó. "Supongo que ponderaron mi formación en cuanto a las cuestiones de género. Jamás hubiera pensado en estar sentada aquí, pero acepté el desafío porque era una oportunidad para luchar por los derechos de las mujeres. Desde el principio tuve claro que estamos aquí para servirle a la gente y que mi trabajo puede afectar a las personas, y que no hay por qué atender mal y, en todo caso lo que corresponde es ponerse en el lugar del otro".
Allí está, firme en su puesto de lucha. "Sé que muchos se preguntan qué hace ahí esta zurda y atea, pero aquí estoy". Invariable en su rebeldía, que vendrá de ese pasado estudiantil y militante, pero que seguramente reconoce también algunos genes de Aurelio, el abuelo anarquista al que no llegó a conocer.
Valor y compromiso.
Desde que Mónica Molina y su equipo de colaboradores comenzó su lucha contra la prostitución, o mejor dicho contra quienes la estimulan a través de cabaret, wiskerías u otros locales nocturnos, pasó naturalmente a ser enemiga de quienes pululan en ese ambiente.
"Cuando advertí que una ordenanza lo que estaba haciendo era legalizar un delito se lo plantee al intendente y tuve todo su apoyo. Es como que estaba naturalizado que una mujer fuera alternadora, y de esa manera se convirtiera en un espectáculo público u objeto sexual, y es obvio que no podía seguir ocurriendo. Pero si bien tenemos la normativa municipal todavía falta que en Diputados se trate la ley", reclamó sobre una deuda pendiente de los legisladores provinciales. ¿Será este año?
Esa decisión de la funcionaria tocó intereses de sectores peligrosos, y las amenazas no tardaron en llegar. En alguna oportunidad un hombre amenazó de muerte mediante una llamada telefónica a la subdirectora de Políticas de Género, quien decidió radicar la denuncia en la Fiscalía Nº 1. La comunicación fue recibida por una empleada del organismo: "Quiero hablar con Mónica Molina", dijo una voz masculina. Como no estaba pidió dejar un mensaje: "Dígale que vamos a cortarle el cogote y la colgaremos del mástil del municipio para que flamee junto a la bandera", amenazó.
"Estoy convencida que es un mensaje mafioso vinculado al operativo en el cabaret Le Coq Doré. Hasta ahora no habíamos advertido nada raro, pero no resulta casual, porque hay una persona detenida y en el oficio judicial yo figuro como denunciante", reflexionó Molina.
Lenguaje sexista.
Mónica Molina habla y todo el tiempo su lenguaje está acompañado de una manera sexista de decir. Esto es una manera de utilizar las palabras que no todos aceptan como necesaria, pero que ella entiende es parte de la lucha de las mujeres por compartir espacios en la misma medida que los hombres. Pero a veces debe exagerar. ¿O no? "Los otros días iba en el auto con mi hijo Camilo (por Cienfuegos, quién sino), y se me ocurrió preguntarle que tal la nueva 'profe' de Educación Física... y ahí me corrigió: 'No mamá, se dice profa'. Y sí -admite- en este caso sería un poquito exagerado, es cierto".
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