Lorenzo Díaz, el que es amigo de todos
A veces toca soportar circunstancias difíciles en la vida. Pero también suele pasar que el destino pone al alcance una oportunidad, y de cada uno dependerá tomarla o dejarla. Lorenzo la tomó, a pleno.
Hay personas que, seguramente sin proponérselo, se transforman en muy conocidas. Este morocho que luce desde su infancia un característico flequillo -hoy veteado por las canas-, tiene el don de la amabilidad, de la cortesía, del buen trato; y tiene la disposición para prestar una ayuda si resulta necesario.
Cuando uno ve a este tipo de personas que conoce de tantos años, felices por la vida, satisfechos de lo que el destino les ha deparado -más allá de avatares complicados que a todos nos tocan vivir-, no puede menos que alegrarse. Lorenzo recorre cotidianamente la ciudad y a cada paso recoge un saludo, un gesto amistoso, que él retribuirá con una broma, o una sonrisa.
Llegó bien de abajo Lorenzo. Y alguien podrá preguntarse dónde llegó, si no se trata de un funcionario encumbrado, ni pesa el dinero cada fin de mes en vez de contarlo, ni tampoco las luces de la fama por alguna condición especial lo están apuntando todo el tiempo...
Y la contestación es que llegó a ser un hombre de bien. Nada más, ni nada menos. Con una familia hermosa, con una esposa con la que se casó cuando ella tenía sólo 15 años -hace poco renovaron los votos-, con tres hijos a los que ama; con primos a los que quiere "muchísimo" -y menciona a Changüita Díaz y Kutango-, y con infinidad de amigos para los que siempre estará disponible. Vaya si llegó Lorenzo. Nada menos que a esa sensación de bienestar que pueden conseguir los hombres de trabajo, los que nunca tendrán un no como respuesta cuando alguien los necesite.
Muy pobres.
Su nombre es Lorenzo Julio Díaz (59), pero para todos es simplemente Lorenzo. Proveniente de un hogar muy humilde que formaban Lorenzo padre y mamá, Flora Balmaceda. "Papá, que falleció, era jornalero, con trabajos muy duros; y mamá trabajaba en casas de familia. Sí, éramos muy pobres... había muchas carencias en casa", dice Lorenzo con naturalidad, como si fuera una circunstancia que le tocó, y a la que había que superar de la única manera posible: trabajando.
"Tengo una hermana, Marga, y éramos tres con Daniel, que falleció cuando tenía 43 años. Yo estoy casado desde hace 37 años con Selva Argentina Martínez, y tenemos tres chicos: Ramón (vive en Buenos Aires), Diego (es músico y docente), y Lorenzo, que trabaja en el Estadio Municipal.
"La pasamos mal cuando chicos, y encima mis padres se separaron cuando yo tenía 9 años... Yo los quería mucho a los dos, pero me tuve que quedar con mi mamá". En un momento los Díaz vivían en Villa del Busto, pero después, acuciados por las privaciones -y casi como un anticipo de un destino que lo llevaría recurrentemente a ese lugar- le tocó a Flora y sus hijos vivir abajo de la tribuna del Estadio Municipal. "Teníamos un primo que era encargado y nos permitió eso... y tengo tantos recuerdos", casi se emociona.
Es que más tarde iba a trabajar años allí, y en el gimnasio iba a convertirse en instructor de karate.
Andariego y lustrador.
De chiquito anduvo Lorenzo en la calle. "Hice la primaria en la Escuela 4... éramos demasiado pobres y necesitábamos el mango, así que salí a lustrar zapatos. Iba a la Confitería El Águila, y a Capri, junto con Maina Trejo (hoy es domador), Changüita Díaz (cantor e integrante de Los Ranquelinos), Panchito Andino, Miguel Ervitti (con los años sería concejal por la UCR), "que era más grande y a veces nos corría de la parada, aunque ahora somos grandes amigos", menciona. "Además lustrábamos en los bailes del Club Argentino", completa.
Como todos los chicos de aquella época sin internet, video juegos, u otras posibilidades, Lorenzo jugaba al fútbol: "En los potreros, pero también integré un gran equipo de baby fútbol, Colegiales, con Changüita, Bochín Andino, el Negro Piano, Chuleta Cufré, Luis Tarrío... yo era arquero", se ríe.
Milonga a Paladino.
Recuerda perfectamente un instante casi mágico para él: "Lustrando conocí al Indio Paladino... no voy a decir que era amigo, pero vieron como era él, que después donde te veía te decía 'qué hacés hermanito', y vos te quedabas con ese saludo tan cariñoso. Por eso el día que murió, yo tendría 14 años, escuché en la Propaladora Argentina la noticia y me agarró una angustia terrible. Cuando lo velaron en Fortín Roca fui, y vi la gente llorando, sus padres, su esposa, sus hijos... Y no sé bien por qué me escribí lo que sentí en ese momento, y salió la 'Milonga a Paladino': 'Un hombre tan caballero/que se iba a jugar entero/Indio nomás lo llamaron/a ese hombre guerrero/La muerte lo fue a abrazar/en ese décimo round/La Pampa está de duelo' -recita-. Después se la llevé a Rosita González Bó, que era maestra (luego directora de Turismo), pero me dijo que la dejara como estaba, porque no quería restarle sentimiento con la corrección. Ahora mi hijo le puso música y la va a grabar", revela Lorenzo una faceta desconocida de su vida.
Llega el karate.
Jugó al fútbol en la quinta división de Sarmiento, que dirigía Zenón Chamorro, por quien guarda un grato recuerdo, pero algo nuevo iba a aparecer en su vida, y la cambiaría para siempre: "Un muchacho, Norberto Bustamante, me dijo que había una exhibición de karate en el Club Estudiantes y fui... allí conocí a César Torreta y empecé. Ya estaba en el grupo Rolando Hussein, que era un chiquito de 7 ú 8 años". Se quita méritos Lorenzo como deportista, pero hay que decir que fue cinturón negro (primer dan), y que en dos oportunidades el Círculo de Periodistas lo premió con el Caldén de Plata al mejor de la disciplina.
"La verdad es que el karate, el deporte, me lo dio todo. Porque como te dije no fui más que a la primaria, pero empecé a leer, de anatomía, de distintas cuestiones que tienen que ver con la mente... aprendí a respetar, a entender que no vale la pena pelearse". Son muchos los que reconocen en Lorenzo Díaz al hombre que les hizo querer el deporte. "Hubo varios buenos, y muchos estuvieron conmigo... y te puedo mencionar, además de Rolando (Hussein) e Isabel (Álbarez) a otros que vinieron luego, como Miguel Fernández, Héctor Eduardo Olguín, Juan Carlos González, Edgar Garro, Sergio Vangel, Susana Pérez (que participó del mundial de Australia), y Nora Tijckijt", entre muchos otros. Y pide disculpas por la casi segura posibilidad de haberse olvidado de algunos.
En Deportes.
Desde hace 33 años Díaz es empleado de la Dirección de Deportes municipal, y allí hizo un poco de todo, incluyendo ser encargado del comedor, y ahora chofer. Por supuesto, en cada una de las ediciones de la maratón "A Pampa Traviesa", iba a estar colaborando, y ayudando a todo aquel atleta que necesitara algo. "A veces me sorprendo, porque ando por Buenos Aires y encuentro alguien que me saluda: y seguro es algún atleta o alguien que vino a la maratón. Mi señora se ríe de que me conozcan en una calle porteña. Y bueno, uno tiene su fama...", se ufana.
Cuenta que se llevó bien con casi todos los directores, "pero les digo San Cayetano: porque me miran y me dan trabajo", ríe con ganas. Y los menciona a todos, uno por uno: Juan Carlos Vega, Oscar Di Benedetto, Raúl Quaranta, Madera Kalinger, Jorge Arturo, José Muñoz, Patricia Escudero, Aníbal Bertón y ahora Gustavo Rodríguez. "Con el único que tuve alguna diferencia fue con José (Muñoz), pero con los demás excelente", refiere.
Trance difícil, con final feliz.
Por años Lorenzo tuvo una tapicería muy conocida, "Dima Lonera", y actualmente sólo hace algún que otro trabajo en su casa. "La verdad es que en una época trabajaba muchísimo", rememora.
Por estos días se puede decir que Lorenzo -más allá de naturales contrariedades que nos pueden rondar-, es un hombre feliz. Y revela algo: uno de sus hijos, Lorenzo, superó un trance de salud muy difícil, y hace poco los dos -padre e hijo- se dieron el gusto de correr una maratón en Capital Federal. "Fue grandioso, porque la organizaba Ríver, la pude hacer con mi hijo que está recuperado y... ¿sabés quién nos auxilió toda la carrera? El Indio Cortínez...". Sí, el hombre que más veces ganó "A Pampa Traviesa" estuvo firme junto a los Díaz. Una experiencia inolvidable.
Lorenzo quiere mencionar a todos sus amigos, a sus compañeros de oficina, a los que conoció con el karate... y es imposible. Hacemos una única mención: "Guille Gatica... ese sí que es un personaje", dice al hablar de un amigo del alma.
De verdad no quería Lorenzo hacer la nota, pero vio que era una buena oportunidad, para "agradecer a muchísima gente que siempre me ayudó, pare recordar a los amigos de siempre... para agradecer. Tengo tanto que agradecer...".
El karate no alcanza.
"Fue hace mucho: eran más o menos las cuatro de la mañana... yo iba caminando para mi casa por la Raúl B. Díaz, a la altura del Cine Gran Norte y escucho que me llaman de un auto: 'Lorenzo, vení'. Me dije, bueno... me llevan, me ahorro la caminata. Cuando quise acordar se bajaron cuatro tipos, y no se de dónde aparecieron otros cinco: me querían pegar". ¿Qué hizo el karateca? "Amagué un tsuki y uno de los tipos se apartó y ahí piqué... no me daban las piernas, pero me alcanzaron, me tiraron al piso y me dieron una paliza inolvidable", es indulgente Lorenzo en el recuerdo. "¿Por qué me pegaron? Qué se yo... supongo que me querían probar como karateca... pero eran nueve. Y además, no hay que pelear. Hice la denuncia, los agarraron pero no sé qué pasó después. Hoy suelo ver a alguno de ellos por la calle, pero ya los perdoné... No hay que pelear, de ninguna manera".
Lorenzo Díaz cuenta esa anécdota y denota que nunca tuvo, a pesar de lo injusto del momento, sed de revancha: "Sí, ahora los veo y hablo con alguno de ellos, son comerciantes", concluye sobre aquel episodio.
Tiene cientos de anécdotas y menciona una más. "A veces, cuando ando en algún lugar, en Buenos Aires por ejemplo, hay quienes me confunden con el gremialista Hugo Moyano, dicen que soy parecido. Bueno, una vez Cacho Ledesma -ex jugador de All Boys, empleado del BLP- le dijo a su suegra: venga que se lo presento. La cuestión es que la pobre señora murió pensando que había conocido a Hugo Moyano",se ríe. Lorenzo se sienta al piano y dice que toca... y la verdad, no parece. En realidad, uno de sus hijos es músico.
El Ramón Díaz de Boca Juniors.
Lorenzo Díaz es, en el fútbol, hincha del club de la banda roja. Cuando llegamos a su casa vestía, precisamente, un buzo con un escudo riverplatense. Cuando los hijos llegaron él quiso que siguieran la tradición familiar... El apellido acompañaba: en el Ríver de hace unos años había un morochito que jugaba como los dioses y era goleador de los mejores: sí, el actual técnico del millonario. "Venía como anillo al dedo: nació mi primer hijo, varón... le pongo Ramón me dije. Sí, se llama Ramón Díaz", como el ex jugador y actual entrenador. "Pero sabés una cosa: el pibe me salió hincha de Boca...".
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