El hombre que dibujó los ríos
¿Puede un cartógrafo ser motivo de reconocimiento público? Afortunadamente sí, al menos acá en La Pampa. Medio siglo de trabajo a conciencia justifica sobradamente esa distinción a Armando "Coco" Capello.
SERGIO SANTESTEBAN - Hay personas que no necesitan levantar la voz o hacer gestos ampulosos para hacerse ver. Este es el caso de Coco Cappello. Su bonhomía, su rostro afable, su pinta de "hippie viejo" -como suele decir un conocido conductor radial- rompen toda formalidad y abren naturalmente las puertas para el diálogo. Cuesta convencerlo de la entrevista. Su timidez se impone e inventa excusas. "¿Te parece que vale la pena? ¿A mí me vas a hacer una nota?". Luego de la resistencia inicial se resigna ante la obstinación del escriba y acepta el convite. Es sábado a la tarde. Un "día pampa" de aquéllos: viento norte, calor insoportable y tierra volando por todos lados. Pero llega de buen humor y solo pide "un vaso de agua".
Pocos días antes había sido distinguido por la Fundación Chadileuvú por su larga trayectoria como cartógrafo y autor de buena parte de los planos y mapas de los ríos pampeanos que hoy atesoran varias reparticiones del Estado provincial. En la cena de fin de año de la entidad recibió el premio con su conocida modestia y agradeció con palabras sentidas. Devolvió los saludos y abrazos con una sonrisa tímida y después, tan silencioso como había llegado, partió para su casa. Cómo no entrevistar a alguien que durante casi medio siglo contribuyó a forjar la voluminosa documentación que hoy sirve de consulta a científicos, profesionales, docentes o estudiantes universitarios que necesitan información para los más diversos trabajos sobre la geografía pampeana. En momentos en que la lucha por los derechos de nuestra provincia a los ríos interprovinciales volvió a estar en los primeros planos de la política, reconocer la tarea silenciosa, casi anónima, persistente de personas como Coco Capello es casi un deber de conciencia.
Pulso de cirujano.
"Entré al Estado en agosto de 1961 por casualidad. Estaba cursando la Escuela de Administración Rural porque yo quería estudiar agronomía; pensá que yo vengo de una chacra de Toay. A los 15 años estaba trabajando de albañil mientras hacía el Colegio Nacional, después fui cadete en la tienda La Princesa y más tarde entré a la Escuela de Administración Rural. Tenía 18 años y Aquiles Badillo me comenta que necesitaban dibujantes en la Comisión Técnica del Río Colorado que funcionaba en la avenida San Martín frente a lo que era Gómez Rouco. Había tres directores: Morisoli, Rodríguez Diez y Mainero. Justo necesitaban dos dibujantes, y Morisoli nos recibe y nos dice que tenemos que hacer una prueba. Me dieron la carta Malargüe, de Geología y Minería, y tenía que reproducirla. Una semana de plazo para hacer el trabajo. Yo no tenía ni idea pero tenía muy buen pulso, y se necesita eso para meter tres curvas de nivel en un milímetro; un pulso de cirujano. Evidentemente tenía condiciones y me aceptaron pero primero tuve que estar a prueba durante seis meses. Al final entré. Y también Aquiles, que ya era un artista".
"Se armó un grupo para hacer la cartografía de la cuenca del Colorado: Bajo de los Baguales, el Sistema de Aprovechamiento Múltiple de 25 de Mayo, el valle de Curacó... Había que estudiar mucho porque hacíamos la cartografía con bastante detalle para proyectos de riego, a escala uno en mil y a veces uno en cien. Tenía muy buen sueldo, el doble que un empleado de Rentas, y en el equipo de dibujantes que había en esos años recuerdo a Alejandro Dala, Félix D'Adan, Alberto Bessi, Aquiles Badillo y Olga Sánchez".
"El primer trabajo me costó muchísimo, pero me gustaba. Entre otras cosas recuerdo mucho un trabajo especial: el proyecto tentativo para trazar el eje del dique Casa de Piedra. Me dieron una libreta con la taquimetría, que eran los datos que debía volcar en un papel canson para trazar las coordenadas y las curvas de nivel. Fue un mes de trabajo. También recuerdo un trabajo grande que fue el proyecto para el Canal Matriz que va a Los Divisaderos, en 25 de Mayo".
-¿Con qué elementos se trabajaba en esos años?
-Se trabaja con plumín, tinta china, tintas de color... Recuerdo que tenía una caja de origen alemán con un juego de compases y de dibujo de precisión, tiralíneas y repuestos de cada uno de esos instrumentos. Dibujábamos sobre papel canson, también alemán, porque es un papel muy estable que se deforma muy poco. Luego sobre esa base se hacían los transparentes a mano y después se realizaban las copias heliográficas. Era todo muy artesanal.
"Después se desarmó ese equipo y en el '73 pasé al Consejo Provincial del Agua. Para mí fue bueno porque seguí vinculado al tema hídrico que me gustaba mucho y además me sentía involucrado. El director era Adelmar Vachino y también estaba Morisoli, además había un grupo de gente que trabajaba activamente en proyectos como Agua de Torres o el Atuel. El reclamo por los ríos cortados ya era tomado como una bandera, ya se había formado la Copdrip (Comisión Popular de Defensa de los Ríos Interprovinciales Pampeanos) y Morisoli participaba muy activamente.
Pero después llega el golpe de Estado del 76' y lo echan a Morisoli, a Santiago Giai y muchos otros. Se desarma el Consejo y se arma la Administración Provincial del Agua que pasa a funcionar en el edificio de la calle Olascoaga. Ahí había un equipo fuerte de hidrogeólogos entre los que recuerdo a Cavallié, Tullio, Malán, Miglianelli, De Ormaechea, Ruiz... Ahí seguí como cartógrafo junto a otros que hacían dibujo técnico. En esos años me entero que estaba en una lista para ser echado junto a Pirucho Yorgoban que era topógrafo pero finalmente no ocurrió. Al que sí echaron en ese tiempo fue a Walter Cazenave".
"Cuando se forma la Secretaría de Recursos Hídricos en el año 2003 me convocan para trabajar y organizar el Centro de Documentación y ahí me jubilé en el año 2008, después de trabajar casi 49 años como cartógrafo en el Estado".
El cambio tecnológico.
"He dibujado de todo. No sé qué no dibujé. Sobre el Atuel hice muchísimos trabajos; durante el juicio con Mendoza hice muchos planos sobre esa cuenca, también hice la cartografía del embalse de La Puntilla. Antes, en el Consejo Provincial del Agua, se había trabajado mucho en relación al Salado-Chadileuvú y ahí realicé muchos planos".
"¿Los cambios tecnológicos? Sí, fueron permanentes. Primero llegaron las plantillas de letrógrafos y la normalización de las leyendas. También el rotring que reemplazó al plumín y facilitó mucho la tarea de dibujar. En los noventa fue la llegada de la computación aunque todavía muchos preferíamos dibujar a mano porque era más rápido. De a poco fui incorporando los nuevos conocimientos y me fui sentando frente a la computadora como antes lo hacía frente al tablero".
La familia
Coco Cappello nació en Toay, en el año 1943. Su padre, Parmacio Cappello, fue "agricultor sin campo, o campesino sin tierra, poné". Su madre María Teresa Delarada compartió la dura vida rural con su esposo y crió tres hijos: Rubén, el mayor, que falleció en abril pasado, Coco y su hermana menor, Ana Beatriz que es docente y vive en Buenos Aires.
Tiene tres hijos: Claudia, la mayor, que es psicóloga y vive en La Plata; Marina, profesora en la Facultad de Trabajo Social en la misma ciudad y Rodolfo, periodista en Radio Nacional aquí en Santa Rosa. También es feliz abuelo de cuatro nietos.
Militancia política, esa gran pasión
Nadie que conozca a Coco Cappello puede dudar de que su verdadera pasión ha sido y es la política. Sin temor a exagerar podría decirse que debería recibir otro premio, aunque esta vez por su "asistencia perfecta" a cuanto acto o movilización haya tenido lugar en nuestra provincia en favor de los reclamos populares. Esa sensibilidad frente a los problemas sociales del país y del mundo no se detiene en la retórica pues ha hecho de la praxis un compromiso permanente, un modo de vida. Y sin pensar la política como la posibilidad de acceder a un cargo rentado o a un sillón importante. Lo puede testificar tanta gente que lo conoce y se ha acostumbrado a ver su presencia militante en todo acto que reivindique una causa justa.
"De muy joven ya tenía lecturas de izquierda por mi cuenta. También estaba muy influenciado por la Revolución Cubana como todos en esa época. Había estado en el grupo Huerquén, en el año '60. Recuerdo que en el '62 había en Santa Rosa 54 presos comunistas de Capital Federal y Gran Buenos Aires y hacíamos pintadas por la libertad de esos presos políticos. En esos años también había en Santa Rosa muchos detenidos por el Plan Conintes".
"Ese '62 me vinculé con León Nicanoff. El 10 agosto hubo una reunión en el club Santa Rosa y se reorganizó la Juventud Comunista. Recuerdo que estaba León, Olga Sánchez y Sergio Lino, que había estado preso, y ahí me designaron secretario general. En pocos meses se incorporaron los Badillo, Omar Giavedoni y muchos otros. Ahí empecé mi militancia que fue para siempre. En el '66 formé parte del Comité Central de la Juventud Comunista hasta el '69 que pasé a la dirección del partido a nivel provincial. Estuve en el PC hasta que se formó Patria Grande. Antes había participado, a comienzos de los '90, en la fundación del Centro de Estudios Agustín Tosco con el que trajimos a Atilio Borón, Julio Gambina, Thelma Luzani y muchas otras figuras destacadas. A mí siempre me interesó enriquecer el debate y estudiar los temas para no tocar de oído. Es una responsabilidad de los que militamos en la política".
Al escucharlo, conociendo su vida y sabiendo que sus palabras están respaldadas por sus actos, que es alguien que siempre le puso el cuerpo al compromiso político, uno se queda pensando en aquellos versos inolvidables de Bertolt Brech que hablan de los que luchan toda la vida. Para el poeta alemán, esas personas, no siempre muy conocidas, son los "imprescindibles" de la sociedad.
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