Martes 17 de junio 2025

Hasta Alaska a 40 kilómetros por hora

Redacción 31/07/2017 - 14.48.hs

Quieren llegar a los Estados Unidos y viajan a 40 kilómetros por hora. Cansados de sus trabajos y la vida pueblerina, se subieron a un colectivo modelo 69 en el que piensan regresar dentro de 4 años.
Cae la tarde en Tupiza y en la plaza central humean los puestos de comida. Por las calles empedradas los toritos (motos de tres ruedas utilizadas como taxi) van y vienen y los cerros colorados del Cañón del Inca parecen incendiados. Después de tres meses y medio de viaje, Pablo y Luz cruzaron la frontera y Bolivia les dio una bienvenida: con la venta de cuadros, artesanías y licores artesanales juntaron 1.000 pesos bolivianos, algo así como 3.000 pesos argentinos.
Cuando abandonen la ciudad, la pareja piensa seguir hasta el Salar de Uyuni, recorrer las minas de Potosí, deslumbrarse con la arquitectura colonial de Sucre y luego La Paz, para pasar de allí a Perú. No tienen apuro: el colectivo en el que viajan, apenas supera los 60 kilómetros por hora. Por ese motivo, generalmente no recorren más de 150 kilómetros por día y según indica el GPS, la velocidad promedio en los más de 2.000 kilómetros que llevan recorridos, es de apenas 43 km/h.
El viaje comienza así: cansado de su trabajo como contratista rural, Pablo Carrizo (34) abandonó Hilario Lagos el 15 de abril a bordo de Calquín, un colectivo modelo 69 convertido en motorhome. Su acompañante y novia, Luz Ruiz Estrada (24), también estaba fastidiada de trabajar como camarera en Intendente Alvear, por eso cuando él le dijo "vos y yo nos vamos a ir de viaje", ella no lo pensó. Después le pusieron plazo a la aventura: llegar hasta Alaska en dos años, y regresar a La Pampa en otros dos, cuatro años de travesía.

 

El ave solidaria.
Calquín -del mapuche- quiere decir águila grande. Por el tamaño del colectivo y el destino viajero que le esperaba, Pablo decidió bautizarlo e inscribirle ese nombre en el frente con pintura negra y letra cursiva. En los laterales, sobre el fondo blanco, el colectivo tiene colores estridentes.
El primer viaje del Calquín fue corto. Pablo y Luz juntaron ropa para ayudar a un hombre al que se le había quemado la casa en General Pico. Llegaron a la ciudad con pilchas y otras cosas y cuando regresaron a Lagos tenían una certeza. La solidaridad debía ser el motivo del próximo viaje. La página de Facebook en la que la pareja va subiendo fotos de su itinerario se llama "Calquínsolidarioxamérica".
"Vamos por los pueblos ayudando a quienes necesiten ropa. Recolectamos, ponemos en condiciones y después la entregamos", dice Pablo, conocido en Hilario Lagos como "El Lana". En su paso por el norte argentino, el Calquín hizo paradas en San Luis, La Rioja, Catamarca, Tucumán, Salta y Jujuy.
"La idea es recorrer el continente sudamericano hasta que nos cansemos. Por ahora vamos bien, la gente nos respeta y estuvimos en lugares increíbles. Conocimos mucha cultura autóctona en las distintas provincias. Estuvimos con el último cacique Amaicha y otro cacique de los Quilmes. Aprendimos muchas cosas, sobre todo de la medicina natural", agrega Pablo.

 

Colectivo.
La principal contra del Calquín es el consumo: cada 500 kilómetros el motor se traga una suma cercana a los 2.000 pesos argentinos. Antes de salir a la ruta, Pablo hizo controlar inyectores de Calquín, le puso cubiertas nuevas, le renovó la instalación eléctrica. El interior del ómnibus que cumplirá medio siglo en algún país del cono sur, es un casi lujo: tiene una cama matrimonial, baño con ducha e inodoro, cocina con horno y hasta un sofá. La expresión de 'El Lana' resume la comodidad: "Estamos como queremos". El único inconveniente lo tuvieron en La Rioja, cuando se les rompió el alternador.
"Yo me doy maña con los fierros y pudimos solucionarlo. Aprendí de mi viejo que es mecánico. Hasta ahora vamos muy lindo, pero tranquilos. Hay días en que solo recorremos 20 kilómetros. No tenemos apuro".
-¿Cómo es vivir en la ruta?
-Vivimos el día a día. Hasta hace unos meses estábamos mal con nuestros trabajos y nuestras cosas, esa situación nos aplacó. Ahora estamos viviendo más relajados. Yo llevaba diez años trabajando con agroquímicos, manejando una fumigadora y eso no es bueno para mi salud. Tenía que hacer un corte y salir con algo nuevo. Me dije que podía ser capaz de ganarme la vida con otra cosa, de vivir más sencillamente.
-Qué van a hacer cuando regresen?
-No sabemos, pero tampoco vamos a andar vagando toda la vida. Esto tiene un plazo, no es eterno. Yo tengo mi casa en Hilario Lagos y Luz se está por terminar la suya en Alvear. Cuando estemos de vuelta en La Pampa veremos qué hacer y eso, seguramente, va a ser otra aventura.

 

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