Jueves 03 de julio 2025

Susana Pedernera, una mujer necesaria

Redaccion 06/03/2021 - 21.06.hs

Mañana es el Día Internacional de la Mujer, y se impone la charla con una militante de la vida. Suerte de homenaje a tantas mujeres que ofrecen su corazón en las causas que necesitan de la solidaridad.

 

MARIO VEGA

 

Se le adjudica a Albert Eistein haber formulado el concepto de que hay dos maneras de ver la vida: una es creyendo que no existen los milagros; la otra es creyendo que todo es un milagro. Y ciertamente en esta disyuntiva cada uno la transcurre como puede -en principio-, y como quiere después…
Y en tanto vemos así gente que simplemente va andando. Con su existencia rutinaria de todos los días, en un devenir en el que importa nada más que lo suyo, o apenas un poco más, quizás lo que lo rodea que pudiera influir en su devenir de alguna manera.
Están los que prefieren no creer en los valores de la solidaridad, que no empatizan con el dolor o el sufrimiento del otro… son los que pertenecen a un círculo en el que sólo importa lo particular, lo propio…

 

La vida, un milagro.

 

Pero hay otra gente que, como dice Hamlet Lima Quintana, resulta así… «tan necesaria».
Y por suerte es mucha, al punto de hacernos creer que vale la pena pensar que la vida es… sí, un milagro. Con sus avatares, con las alegrías que disfrutamos, y con los padecimientos que, también, inexorablemente llegarán.
En esa gama que va de un estado a otro nos toca desenvolvernos, y mientras algunos o algunas eligen el facilismo del transcurrir lo que nos toca individualmente, existen -por suerte- los otros, y otras, que se comprometen con la sociedad que los rodea.
Son personas que militan la vida, que creen en los valores de la solidaridad, que tienen inquietudes y las exponen todo el tiempo… Esas que nunca parecen cansadas, abatidas, y que entienden que la vida es eso: militarla en todos los instantes; es batallarla todo el tiempo junto a los demás, en cualquier terreno que fuera.

 

«La Negra» Pedernera.

 

Susana Elvira Pedernera, «La Negra» o «Su» para quienes la conocen más, es enfermera desde hace nada menos que 26 años. Profesión noble si las hay, y en la que no hay espacio para las distracciones ni para la despreocupación. Y mucho menos si -como en su caso- se tiene la responsabilidad de pasar varias horas en un quirófano, junto a un plantel de profesionales -cirujanos, médicos, anestesistas- que tienen la delicada misión de salvarle la vida a alguien…
Asistir a una cirugía debe ser tensionante, impresionante por donde se lo mire, supongo, y se lo digo: y algo para lo que pocas están preparadas para afrontar… «Y es tal cual… En este tiempo de pandemia a veces cuando salía del Hospital, antes de llegar a mi casa me quedaba un rato en el auto pensando, y más de una vez me sorprendí llorando…».
Es que nos ha resultado incomprensible esta peste que llevó a tanta gente a la muerte, y a otras les modificó su modo de vida y las llenó de impotencia… No entendíamos, nos pasa aún, de no entender lo que ha sucedido para inmovilizar al mundo al punto que lo hizo.

 

«Un camión» de voluntad.

 

Habla, le gusta hacerlo… gesticula, se apasiona contando y es verdaderamente optimista. Cuando la contacté para esta nota, después de aceptar, por watsap auguró: «Vamos a hacer una gran nota…».
No sé si lo lograremos, pero no será porque ella no ofrezca aspectos para eso. Seguro. Porque vaya si tiene «Su» para decir. Es como un camión de voluntad que avanza superando obstáculos, si los hubiera. Su actitud ante la vida no cambia cuando sale del Quirófano -aún después de una ardua jornada-, sino que se prolonga en acciones y compromisos que la llevan a apoyar movimientos y causas que van desde «Libres Mariposas», juntar ropas y zapatillas para el Merendero «Juanito Laguna», acercarse a «Los invisibles» del basurero municipal para hacer su aporte; y hasta hacerse tiempo para ir al barrio Néstor Kirchner donde -con un grupo de gente que ha conseguido cantidad de cepillos y dentífrico- les enseñará a los chicos a lavarse los dientes… algo tan simple que se podría pensar que es lo habitual, pero en algunos hogares es una carencia.

 

Pico Truncado, Acha, Santa Rosa.

 

Susana narra que lo suyo -esa vocación- le podría venir de algún ancestral sueño que le ganó la mente alguna vez: «Creo que nací antes del año en el que me anotaron, porque tengo recuerdos de acompañar a gente caminando en un largo peregrinaje escapando del hambre o alguna guerra…algo así», resume.
Nacida en Pico Truncado, provincia de Santa Cruz, es hija de un pampeano, Alberto René Pedernera -hermano de Yoyi López, quien fuera conocido corresponsal de LA ARENA en General Acha-; y de Francisca Noemí. «A mis tres años nos vinimos a Acha, de donde es oriundo mi viejito, y ahí estuve hasta los 18 que me vine a Santa Rosa. Allá nació mi hermano Héctor Horacio, un ‘sanputa’ al que amo con toda mi alma, aunque discutimos mucho», admite.
Su niñez fue en el barrio El Oeste. «En dos o tres cuadras a la redonda eran todos varones, así que fue etapa de juegos del ‘ladrón y policía’, las bolitas lecheras y japonesas, y el fútbol… de hecho durante dos años jugué para el equipo del barrio en las primeras apariciones del fútbol femenino», apunta.

 

La educación como herencia.

 

Eran tiempos en la casa que no sobraba nada, «y en todo caso alguna vez faltaba, pero la verdad que ni cuenta me daba. Papá trabajaba en el cementerio como municipal y mamá en casas de familia. Nos decían a mí y mi hermano: la educación es lo único que les vamos a dejar… y claro que era un buen pensamiento».
Fueron tiempos duros, donde la familia no sabía lo que era salir de vacaciones, «y tampoco tengo recuerdos de festejos de cumpleaños. Sí mi viejo jugaba mucho con nosotros mientras mi vieja se aseguraba que estuviéramos sanos, limpitos haciendo la primaria en la escuela n° 164», relata.

 

En la tapa de LA ARENA.

 

En 1993 vendría a Santa Rosa. «En la Universidad tuve mis primeros aires revolucionarios en el MUI (Movimiento Universitario de Izquierda), y fui parte de la rama fundadora de Mate Amargo», rememora.
Fue la primera vez que iba a salir en la tapa de LA ARENA: «Sí, fue mi primera aparición pública. En la foto estaba con un saco rojo y embarazada de 7 meses saliendo de la Seccional Tercera… Nos habían detenido por pintar paredones para un 24 de marzo. ¿Sabés? Hasta la Suprema Corte de Justicia llegó nuestro caso», dice y ríe con ganas.
La adolescencia fue a veces «un tanto dolorosa, como muchas otras adolescencias supongo. Secundario en el Colegio Nacional sin viaje de egresados. No tuve fiesta de 15, pero esa vez mi vieja me dejó junto con mi amiga Analía Tripailao, brindar con una sidra Rama caída», parece remontarse a aquel momento.

 

A estudiar Enfermería.

 

Susana expresa que la universidad «me abrió la cabeza y mi alma. Conocí a gente hermosa con quienes nos cuidábamos mucho. Más de una vez no alcanzaban las latas de paté ni las galletas Traviata, pero mis viejos nunca lo supieron… sufría de pensar lo que les costaba mandar dinero, y hasta recuerdo haber sabido que limpiaban féretros de gente pudiente para juntar unos pesos y mandarme».
Eso la llevó a tomar una decisión que sería trascendental para ella: «No podía seguir haciéndolos gastar lo que no tenían y con 7 materias aprobadas en Historia me metí en la Escuela ‘Joaquín Ferro’ a estudiar Enfermería… ahí ya no pagaba alquiler e iba a tener una profesión. A los 21 años estudiaba en la facu y Enfermería en el Molas, mientras creía en la revolución del proletariado y que éramos nosotras, las mujeres, las que marcaríamos los próximos grandes cambios en la historia».

 

Haciendo de todo.

 

Ya entonces era esta persona apasionada por hacer, por ayudar, por colaborar… «Iba a las escuelas a pintar paredes, acompañaba en algún comedor… de verdad hice de todo: trabajé en un camión de Coca Cola, en un bar, cuidando niñes (sic). Eso mientras pasaron los 10 meses que duraba lo que en ese momento era el Curso de Auxiliares de Enfermería».
Apenas recibida empezó a trabajar en el Polymedic y en Imago. «Con lo que ganaba pagaba mi alquiler, impuestos y compraba mis primeros muebles que suplantarían los que mis viejos me habían dado cuando me vine».

 

Sofy y Enzo.

 

La Negra tenía 22 años cuando nació Sofy, su hija mayor. «Creo que es la heroína de esta historia. Con ella alegrías, tristezas, logros, desamparos, algunas ausencias… nos mudamos 12 veces juntas hasta que tuvimos nuestra casa. A todos lados en bicicleta, con lluvias, heladas y la mochila con el peso que en cada momento tuviera. La ataba con un cinto a la bici porque era muy flaquita y se solía adormecer en el asiento de atrás y sabía ir a dormir a Pediatría cuando yo trabajaba de noche. A las 6 salía y me iba al Polymedic a seguir 8 horas más. Mis viejos para esa altura ya se habían venido a Santa Rosa con la idea de estar lo más cerca y juntos posible, y me ayudaban con Sofy que hoy también es enfermera y trabaja en la Guardia del Molas».
La vida se le ofrecía con sus más y con sus menos en todas las facetas: tiempos de trabajo, crecimiento, dos abortos… «La vida misma», resume.

 

El 2001 y el trueque. El aborto.

 

Vino la crisis del 2001/02 y fue «tiempo de trabajar mucho por monedas… el trueque nos salvó varias veces: zapatillas para Sofy por centros de mesa que yo tejía y muy bien, verduras por ir a tomar la presión 3 veces por semana. Sobrevivimos de esa manera, mientras desaparecían parte de mis aportes en las AFJP, pero Sofy crecía linda, sana y feliz. Y yo a la par de ella resignando un viaje que tenía programado a Chiapas, México, para acompañar a las mujeres en la resistencia pero a la vez llenándome de energías y de proyectos que acompañarían los próximos años».
En esos momentos «dos abortos también fueron parte de mi vida… no se les decía ILE ni IVE, sino abortos. Y eran pocas las personas con quienes podía compartir esas decisiones sin que te juzgaran sin tener ni idea las razones por las cuales se llegaba a esa decisión. Hoy el IVE es una realidad y un derecho producto de luchas de mujeres fuertes, seguras y tenaces», reafirma.

 

«Hasta hice de albañil».

 

Enfermería se había convertido en su profesión y en 2004 comenzó la Licenciatura en la UNLPam. «Me recibí en 2010; mientras trabajaba en el Molas y en Polymedic». Fueron momentos vertiginosos entre criar a Sofy, estudiar en la facultad… Me compré un terreno y no sé como empecé a hacer mi casa, incluso con mis propias manos porque aprendí el oficio de albañil al lado de quienes la construían. Además empecé con la militancia en espacios feministas, los ENM (Encuentro Nacional de Mujeres)… Fue un viaje de ida sin vuelta hasta hoy, me sumé a espacios gremiales para conocer el trabajo que se hacía, participé en cada una de las movidas en donde las mujeres podíamos mostrarnos con nuestra fuerza y nuestras ideas de cambio y participación.
Fue el mismo año del nacimiento de Enzo, «el solidario y tranquilo Enzo. Un día antes de nacer entregue mi tesis de grado y la rendí cuando él tenía 1 mes. Tenía 36 años, una hija de 13, un niño recién nacido, era licenciada en Enfermería, estaba construyendo mi casa, aún no había tenido auto porque seguía siendo la bicicleta y el colectivo la manera de moverme en la ciudad… para mí en ese momento la más linda del país, en la provincia más linda del país», opina.

 

«Abeto», el compañero.

 

La Negra no tiene problemas en compartir su vida, y lo hace con llaneza: «Hace siete años que compartimos la vida con ‘Abeto’… así le dice Enzo desde sus 3 años porque no le salía Alberto. Si nos vieras dirías ¡qué hacen juntos estos dos!», me dice y se queda como esperando una reflexión.
Y ella misma se contesta: «Dicen que amar las coincidencias es fácil, pero el desafío es enamorarse y aceptar la diferencias… y es justamente en el camino que estamos. Él es tranquilo, callado, introvertido, hasta solemne por momentos… ‘Abeto’ Me dice todos los días: ‘Tenés que ir parando amor, tenés que descansar’… Pero él me conoció así», se justifica.

 

Enfermería, docencia y la pandemia.

 

Después de hacer la licenciatura siguió estudiando e hizo la Especialización en Cuidados Críticos en la SATI durante tres años. Ella y tres personas más fueron las primeras especialistas en enfermería. «El título de grado me permitió comenzar hace siete años con la carrera docente en la UNLpam justamente en la licenciatura de Enfermería, y es una faceta que amo profundamente porque me acerca de una manera única a estudiantes y futuros colegas. No es muy rentable que digamos pero sé que puedo transmitir lo que amo y eso me hace muy feliz».
Susana trabajó en Pediatría siete años, otros siete en Terapia Intensiva, y hoy está en el Quirófano en el Servicio de Anestesia desde hace cinco años».

 

Pandemia, vacuna.

 

«Estoy vacunada con Sputnik V, las dos dosis. por mi compañera del Molas Bibiana Zapata. El 28 de diciembre de 2020 no lo voy a olvidar nunca: Sputnik V y aprobación de la Ley de Interrupción Voluntaria del Embarazo».
Ni que hablar que la pandemia nos modificó la vida… «Fue complicado y angustiante al principio donde todo era temor, desconocimiento y sensaciones… no nos dejaban terminar de redondear una idea que ya surgía otra. Momentos de preguntarnos: Y agrega: «Hoy puedo hasta sonreír por lo que pensaba, pero menos mal que se hizo todo lo que se hizo sino la historia hubiese sido otra muy diferente en nuestra provincia, donde muchos creían que no iba a llegar el virus».

 

Siempre un poco más.

 

«Creíamos que habíamos dado todo, pero sabemos que siempre se puede un poco más… Pero antes que más aplausos o reconocimientos oficiales necesitamos políticas de estado para salud, necesitamos que se trabaje y que se tomen decisiones ante el déficit del recurso humano, que el trabajo de los cumpas del interior sea reconocido. Sé que es tiempo de pandemia, pero cuando la tormenta pase se debe cumplir con la gente que cumplió y entregó todo y más. Soy de las que suman, jamás restaría, siempre miro el vaso medio lleno, reconozco el enorme esfuerzo que se hizo y se hace. Pero pido eso: que los aplausos se conviertan en decisiones que beneficien el sector de la salud», expresa.
Y por si hiciera falta enfatiza: «Me encanta la vida, aunque a veces duele… duele la nuestra y duele la de otros y otras. Mi gran ofrenda a la vida va a ser mi aporte cotidiano para tratar de ser mejor ser humano todos los días».
Cantamos porque llueve sobre el surco/
Y somos militantes de la vida/
Y porque no podemos ni queremos/
Dejar que la canción se haga ceniza/ (Mario Benedetti).

 

Una manera de vivir.

 

«Necesitamos decisiones políticas que acompañen nuestra lucha. Declarar la emergencia en violencia de género, el repudio social a los violentos para que sus caras y cuerpos queden marcados como sus víctimas», pide Susana Pedernera.
Militante feminista, agrega que la pretensión es que «en nuestra provincia los violentos que trabajan en el Estado no se manejen como ‘si nada pasase’, aún con denuncias y procesos judiciales en marcha».
«Deberían ser sancionados de alguna manera mientras se resuelve la causa. No hay más tiempos de tolerancia para la violencia de género», añadió.
Susana entiende el feminismo «como una manera de vivir. Como una posibilidad de hacer por otra mujer, de estar al lado en momentos de desamparo o de alegría. Sin condenas por no saber o no poder participar ya que todas tenemos tiempos diferentes, sin discursos violentos, incluso con cada compañero que justamente ‘acompañe’. Muchos espacios han sido ocupados por mujeres y aprovechados en pos de nuestros derechos, pero hay otros que han sido ocupados y violentados por nosotras mismas y que han hecho que muchas compañeras no encuentren un lugar que necesitan».
Forma parte también de «Feministas Trabajando», un espacio creado por mujeres cuyo objetivo es la autogestión, y apoyar a micro emprendedoras, artistas, revendedoras, artesanas… «Nos juntamos en forma de feria en el parque Oliver los primeros sábados del mes desde hace ya dos años, y también se hacen talleres y se ofrece ayuda legal a las compañeras», señala.
«El trabajo, el gremio, el barrio, la amplia calle… todos son lugares para desarrollar el feminismo y de convertirnos en mejores personas cada día», completa.

 

Fanatismo por la vida.

 

La Negra Pedernera no para. «Y no… Tengo fanatismo por la vida. ¿Sabés que me gusta bailar rock and roll? Pero como no puedo saltar más ahora bailo cumbia», se ríe con ganas. «Me gusta muchísimo la música, Los Redondos, Divididos… y una vez me di el gusto de llevar a Sofy a un recital del Indio Solari».
Confiesa que tiene «libros a patadas, pero lo que más leo es vinculado a mi profesión. Pero además hago artesanías, macetas, plantas, mosaiquismo, sé tejer, pintar, y el año pasado hasta estuve en la Feria del Regalo…».
Los compromisos diarios obligan a sumar ingresos, y por eso dice: «Vendo ropa hace 15 años, y antes joyas de oro y plata, aunque ahora no da… ¿Si me interesa la política? Claro, si soy un ser político. Soy K, pero alguna vez admiré a Raúl Alfonsín… Cuando estuvo en Santa Rosa porque Vialidad Nacional se iba a instalar aquí vinimos de Acha con un grupito de chicos… si hasta boina blanca me pusieron ese día», rememora.

 

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