Miércoles 17 de abril 2024

José Caliba anda por los 106 años

Redacción 26/01/2023 - 09.00.hs

Nació en esos tiempos en que las anotaciones de los recién nacidos se hacían bastante tiempo después que el acontecimiento se produjera. En su caso, lo contó él mismo hace años, su padre anotó a varios hermanos a la vez. “Nosotros éramos de Catamarca y cuando vinimos a La Pampa nos fuimos a vivir a Alpachiri… siendo ya varios hermanos mi papá nos anotó el mismo día a todos juntos”.

 

Por eso, y por algún cálculo que no tiene mayor precisión, los familiares de José Caliba estiman que “tiene 106 años, o tal vez 108… Pero no lo sabemos bien”, afirman. Eso sí convencidos que hace rato pasó la centuria, y que habría nacido en el primer quinquenio del siglo anterior.

 

Diuturno y lúcido.

 

Don José como lo conocieron sus colegas canillitas y los vecinos, es dueño de una longevidad que no puede menos que llamar la atención, porque continúa cumpliendo años aunque ya a esta altura no los festeja. Y es su hija Nélida Noemí la que afirma que “su salud en general buena. Tiene por supuesto alguna dificultad con la vista y fue por eso que dejó de vender diarios (salía hasta hace algunos años, ya arriba de los 90, a repartir en su bicicleta), pero ahora se sumó que está sordo y eso hace que sea más difícil integrarlo… Pero está bien orgánicamente, y totalmente lúcido”, sostiene.

 

Después del fallecimiento de su esposa María Elena (Maruca) hace 13 años,vive con Rubén (”Yayo”), uno de sus hijos; en tanto Nélida llega a atenderlo por las tardes a la casita en la que reside José, apenas cruzando la vía hacia el Parque Recreativo Don Tomás --"del otro lado" de la Sarmiento--, frente al mismísimo inconcluso Megaestadio.

 

José, el kerosenero.

 

Quienes conocieron en tantas décadas a José lo han identificado con distintos apodos, como "el tío", o "el abuelo". Claro que los que cuentan más años lo tienen bien presente de cuando era el kerosenero, ese que llegaba en las gélidas mañanas invernales para estacionar su viejo camioncito cisterna en una esquina de cualquier barrio de la ciudad.

 

Eran otros tiempos, claro. No había gas natural y el kerosén era el combustible utilizado para calefaccionar las viviendas, y por eso los vecinos, damajuanas y baldes en mano hacían colas para ser atendidos. José llegó a tener cuatro de esos camioncitos al mismo tiempo.

 

Trabajos rudos.

 

Este hombre que superó el siglo de vida, muchos años los dedicó a trabajar duro para mantener a su familia. Si bien, como quedó dicho, nació en Catamarca y lo asentaron en Alpachiri, también anduvo por General San Martín, Bernasconi haciendo de todo, y siempre trabajos rudos.

 

Le tocó realizar tareas rurales, y así fue mensual, arador, y con uno de sus hermanos vendían leche en baldes al lado de la comisaría en Bernasconi.

 

En “El Salitral”.

 

Fue allá por 1945 que se instaló en Santa Rosa y le tocó vivir en el " viejo salitral" –donde hoy está el Parque Recreativo Don Tomás--, cuando aquello era una blanca planicie poblada de ranchitos. Supo de la pobreza y de carencias que hoy son difíciles de imaginar… pero José tenía muy acendrada la cultura del trabajo y saldría adelante-

 

En una nota que salió en este diario hace ya bastante tiempo recordó: “Sí, éramos pobres en serio, pero por suerte siempre tuve trabajo y la verdad es que hacía de todo”.

 

Iba a ser en “El Salitral” donde conoció a María Elena (Maruca), que sería su esposa por más de 70 años hasta que ella falleció. Como quedó dicho el resto de su familia lo conforman sus dos hijos, sus cinco nietos y dos bisnietos.

 

Hombre de mil oficios.

 

Caliba se dedicó en esos años a la construcción, y si bien empezó como peón pudo formar una pequeña empresita con la que levantaba casas. Pero además trabajó en la estancia La Holanda "casi cuatro años y medio. Tenía 14 hacheros a cargo, y sacábamos leña, postes… yo me dedicaba a 'encachonar', y mi mujer me ayudaba con la chata tirada por caballos para sacar la producción", rememoró esa vez.

 

Pero no fue todo, porque también anduvieron con Maruca por Mendoza en la cosecha de la uva, papas y cebollas; y en Córdoba participando de alguna cosecha de maíz.

 

Las “casitas baratas”.Pero se haría "famoso" en la ciudad cuando con un desvencijado camioncito se paraba en las esquinas para expender kerosén por baldes: “Gadea me daba el combustible en consignación y llegamos a vender 9.000 litros por día. Todo a balde, eh! Pero también vendíamos en casa y los vecinos que venían a comprar eran atendidos por mi esposa, o mis hijos”, narró en LA ARENA.

 

Para esa época ya vivían en una casita frente al Club Argentino, y eso también iba a ser importante en su vida.

 

Tuvo suerte y resultó favorecido en el sorteo en el barrio que se conoció como el de “las casitas baratas”, que en realidad fue un plan de erradicación de los ranchos del salitral.

 

Charlando confesó en una nota que salió en este diario: “La pagué 140 pesos, y por mes la cuota era de 12 pesos; y yo en el Molino Werner ganaba 8 pesos por día. Así que es verdad que eran baratas. Fue en la época del doctor Ismael Amit” ---precisó--, aunque José nunca dejó de decir que era peronista. “Pero de los de antes, de los de Perón... A todos los demás no les creo mucho", señalaba.

 

Vendedor de La Arena.

 

Pero lo iban a conocer todavía más cuando decidió que iba a comenzar a vender La Arena. Por décadas transitó las calles santarroseñas sin faltar nunca, así la lluvia castigara con fuerza, o el sol abrasara la ciudad con sus rayos impiadosos del verano. Recién cuando su vista le empezó a jugarle una mala pasada le hizo caso a los suyos y dejó de andar la ciudad.

 

Orgulloso, sabiendo que ha sido un hombre digno que hizo del trabajo y el cuidado de los suyos el centro de su existencia, Don José expresó alguna vez haber tomado la vida “como un buen vino… trabajé mucho, tengo mis hijos, mis nietos; puedo decir que no le debo nada a nadie, que pagué religiosamente mis impuestos… Sí, fui feliz”, afirmó.

 

Hoy, a los 106, los 108... o a los ciento quién sabe cuántos años, Don José Caliba sigue en su casita del otro lado de la vía. Aunque ahora, encerrado en su casi obligado silencio, resulta difícil saber qué está pensando… dónde lo llevan sus pensamientos. Quizás a rememorar aquellas épocas en que podía subirse a domar un potro, o cuando salía con su camioncito a repartir kerosén, o iba andando cada mañana esas calles que eran suyas. Vivencias no le han de faltar para repasar… eso seguro.

 

Caliba y el Club Argentino.

 

Muchísimos chicos, hoy hombres grandes, deben recordar perfectamente a don José Caliba. Es que, viviendo frente mismo al Club Argentino, Caliba invitado por uno de sus históricos dirigentes –Juancito Roldán--, se sumó a entidad y junto a Quino Gómez Luna, Carlitos Algañaraz, Chito Teves, Cacho Otero y otros muchachos se pusieron a trabajar.

 

José se hizo cargo de la cuarta división, y también de los infantiles. Muchos de esos pibes fueron luego figuras de nuestro fútbol, como Néstor Vicente Cejas, La Mona Díaz, Bocha Figueroa, los Andino, Lucio Pérez y muchos más.

 

Eran los tiempos de los famosos bailes del Club Argentino. Y obviamente, al estar a metros de la casa de José y Maruca, los dos eran infaltables en cada reunión cuando la música empezaba a sonar.

 

Argentino fue uno de los grandes amores de Don José –y también Ríver, al que fue dos veces a verlo campeón de América en el Monumental--, y por eso no estaría mal que la dirigencia actual que conduce Oscar Lezano lo tenga en cuenta; y por qué no decida que algún rincón del club de Villa Tomás Mason lleve su nombre.

 

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