Martes 13 de mayo 2025

Juan Pico, un campeón de la vida

Redacción 30/03/2025 - 11.13.hs

Practica un deporte en el que se destaca su capacidad. Fue a estudiar Ingeniería por mandato paterno, pero se dio cuenta que la Arquitectura le resultaba mejor carrera. Es feliz y disfruta de la vida.

 

MARIO VEGA

 

“Tenía mucha pasión guardada y lo disfruté muchísimo… fue una de las pocas veces que me pudo acompañar mi papá y si bien no tenía nervios antes de largar sí expectativas, claro. Salí segundo y tengo todavía ese trofeo…”, cuenta con detalles su primera vez en una competencia de motos enduro. Era el 3 de julio de 2015 y Juan Andrés Pico (44) hacía su debut en Victorica

 

El joven arquitecto santarroseño desde hace varias temporadas se destaca en competencias disputadas en nuestra provincia y en otros puntos del país. Dicen los que dicen saber que el Enduro es un compendio del arte de andar en moto, y la prueba más completa porque exige velocidad, resistencia y técnica.

 

Su hermano Jorge, como Superman.

 

Lo tenía a Juan de mentas, de seguir las informaciones de la actividad que desarrolla en lo deportivo, y poco más. En estos días charlamos para que cuente qué es esto de calzarse un casco, el uniforme de piloto y subirse a una moto para competencias de extrema rigurosidad. Porque el Enduro supone pruebas que pueden llevar hasta 6 ó 7 horas diarias, y hubo un tiempo en que él corría prácticamente todas las semanas (a veces dos pruebas el mismo día).

 

Empezó a interesarse viendo a su hermano Jorge Nicolás, campeón pampeano de motocross, allá por los 90. “Es 10 años mayor que yo y trataba de asistirlo en lo que pudiera, alcanzarle el agua, una herramienta si hacía falta… Él era mi ‘Superman’, y contaba con toda mi admiración igual que Sebastián Sánchez, a quienes considero enormes pilotos. Yo recién a los 35 años pude comprarme mi primera moto”, explica.

 

La familia Pico.

 

Su papá Jorge Luis fue electricista rural durante mucho tiempo, y después tuvo su propia empresa. La mamá era Marta Haydé Tassone. “oriunda de Quemú Quemú… alguna vez fue Reina del trigo”, la recuerda.

 

Tiene tres hermanos: Jorge Nicolás Pico (Analista de Sistema que trabaja en Faerac); José Luis (Ingeniero en Construcciones que se desempeña en Aguas del Colorado) y María Marta (Técnica Radióloga y licenciada en Recursos Humanos que hoy es agente inmobiliaria).

 

Su esposa es Virginia Re Ceconi, a quien conoció trabajando ella en el Colegio de Arquitectos, y tienen a Valentino (13) y Emma (8).

 

Una sana adolescencia.

 

“¿Cómo era en la juventud? Quizás un poco rebelde, pero creo que buena gente, con los amigos de la secundaria, con un poco de deporte en el Estadio Municipal haciendo pruebas de pista (velocidad) con el querido Dardo Pacheco… Y las salidas propias de los pibes de esa época (lo dice como si hubiera pasado un siglo y para mí eso fue ayer)… a los cumple de 15, a andar por allí y divertirnos mucho en la casa de cualquiera de nosotros. Fue todo muy sano, porque no andábamos en nada raro, y nuestros padres siempre sabían donde estábamos… Con decirte que ni siquiera fumo”, afirma.

 

Los estudios.

 

Juan rememora que la familia paterna vivió siempre en el Barrio Empleados de Comercio en su niñez y adolescencia. “Hice la primaria en el Domingo Savio y el secundario en la EPET, y de todo tengo muy gratos recuerdos”, asegura.

 

Más tarde para seguir la universidad se radicó en La Plata, de donde su hermano mayor ya se estaba volviendo con el título bajo el brazo.

 

“Salía de la EPET y estaba como un poco condicionado para estudiar Ingeniería… Papá era técnico y se ilusionaba conque uno de sus hijos fuera Ingeniero Electricista…”, dice y hace una mueca.

 

Y confiesa: “Pero la verdad es que fracasé…”, y me mira como diciendo ahora te explico.

 

Cambio de carrera.

 

“Fue un año difícil para mí, porque no podía podía entender… ¡Cómo podía ser que hacían cálculos multiplicando la ‘n’ por la ‘q’!, ¡o signos por letras!”. Y se ríe con ganas, aunque no entender lo mortificaba. “Verdaderamente Álgebra me frustraba, no me gustaba…Así que por la influencia de mi hermano y otros amigos me anoté en Arquitectura, y eso me encantó y empecé a aprobar materias”, agrega.

 

Pasaron los meses y debía contarle a su padre que había cambiado de carrera. “Lo hice… se enojó mucho y estuvo seis meses sin hablarme, diría que hasta el día que me recibí no lo aceptaba”, narra Juan.

 

Una frase clave.

 

Le pregunto cuándo cambió la situación y explica: “Resulta que al taller de mi padre, en Alicia Moreau de Justo y Quemú Quemú donde ahora vivo yo, solía ir el ingeniero Roberto Lorda… Papá lo consideraba uno de los mejores de La Pampa y lo admiraba. La cuestión es que el hombre me preguntó cómo iba con los estudios y ahí le conté que me había recibido de Arquitecto… Y Lorda largó ahí una frase que lo cambiaría todo: ‘¡Sabés que esa carrera fue la cuestión pendiente de mi vida¡ Me muero de envidia’. Papá no dijo nada… me miró y sólo sonrió. A partir de esa frase pude verlo por fin orgulloso”, dice Juan con íntima satisfacción.

 

Después de recibido.

 

Cuando llegó a La Plata a estudiar eran tiempos difíciles. Si bien es verdad que son frecuentes aquí esa vez la crisis fue devastadora. Corría 2001 y sabemos lo que pasó…: llegaron los patacones, los bonos, el trueque (cuando la gente canjeaba cualquier objeto por comida) y una situación de inestabilidad total. “Sumado a eso mi mamá fallece en 2005 y fue otro golpe durísimo. Y entendí que sí o sí tenía que recibirme…”.

 

Ya con el título regresó en 2009 a Santa Rosa y empezó a trabajar en distintas cosas. “De manera particular y en alguna empresa constructora”, hasta que pudo ingresar al IPAV y las cosas fueron tomando otro cariz. “Fue lindo, porque me vi rodeado de buena gente y mi vida empezó a tener un rumbo más definido”, rememora.

 

Todos pudieron estudiar.

 

Juan se engancha en la conversación y vuelve sobre la figura de Jorge Luis, su padre. “Viví mucho tiempo con mi viejo. Él hubiera querido ser ingeniero eléctrico, y siempre decía que en La Pampa estaba todo por hacer, y así trabajando muchísimo pudo poner su empresa. Pero viste como es esto… Vino el Rodrigazo, también (Carlos) Menem, y los avatares del país lo fueron complicando: en ese tiempo perdió una quinta, una grúa… pero igual le siguió metiendo. Así y todo nos pudo dar la oportunidad de seguir estudios universitarios a los cuatro hijos”, y se queda como pensando.

 

Primera moto a los 35.

 

Es de esas personas que anda a fondo pero sólo en su moto y en competencias. Porque es prolijo, sensato, cauto. “Lo primero que pensé fue en tener mi casa, mi auto, el trabajo, y recién después de todo eso la moto. Igual estaba siempre relacionado con la mecánica, y le arreglaba los autos y motos a los amigos, pero cuando tuve 35 años me compré una Kawa 125 y empecé con el enduro”. Reconoce que de entrada –casi obvio-- no se mostraba como el gran campeón en que se convertiría después. “Me caía mucho, pero fui aprendiendo”, reconoce.

 

Pronto iba a adquirir los hábitos de un verdadero deportista. “El motociclismo es exigente y obliga a tener conducta tanto abajo como arriba de la moto… hay que alimentarse bien, no fumar, nada de alcohol… lo que se llama el entrenamiento invisible. Es una práctica que tiene sus dificultades pero no considero que sea un deporte de alto riesgo… si hacés las cosas con prolijidad considero que no”, evalúa.

 

El campeón.

 

Desde aquel debut en Victorica fue en un camino ascendente, jalonado de triunfos y campeonatos. Iba a coronarse por primera vez campeón pampeano de cross en 1916; y un año más tarde un mismo día una doble corona: nuevamente triunfador en Enduro Cross y el campeonato en Promo Open.

 

Fue una época que competía con frecuencia y lo obligaba a un gran esfuerzo, pero también le daba satisfacciones, como hacer podio en pruebas en Monte Hermoso, Villa Gesell, y también participar con gran suceso en el Six Day (competencia mundial) que se disputó en San Juan.

 

En tierra cuyana en noviembre del 2023 fue a representar a La Pampa junto a Picho Froit (Victorica) y Rodrigo Fernández (Intendente Alvear), “pilotos y personas excelentes”, los elogia.

 

Competencia mundial.

 

En San Juan fue su primera experiencia en el campo internacional. “Algo único que espero se repita alguna vez. Terminé 85 entre 350 participantes (fue el único de los tres pampeanos que completó la competencia). “Tengo que decir que superé ampliamente mis expectativas, porque el objetivo era llegar y lo conseguí. Es una prueba de tremenda exigencia, que duró seis días y fueron cada jornada entre seis y siete horas arriba de la moto… con decirte que en el primer tramo ya 80 pilotos quedaron afuera…”, indica.

 

Juan dice que pudo correr porque fue en nuestro país, porque “pensar en hacerlo cuando se hace afuera es imposible por los costos”. Sobre esa participación no quiere dejar de mencionar a personas que lo ayudaron desinteresadamente: “Patricia Garín y Javier Mielano, una pareja de Eduardo Castex, me dijeron queremos ayudarte… y pusieron su auto, plata y asistencia en todo momento. Y no me quiero olvidar de Franco Bertaina y Alejandro González que también fueron parte del equipo”, dice agradecido.

 

Podio en la “Baja Argentina”.

 

Otra prueba en la que Juan Pico se destacó netamente fue en la primera edición de la “Baja Argentina”, exigente competencia off road estilo americano que tuvo su debut en nuestro país en San Agustín del Valle Fértil, San Juan.

 

Con su Yamaha YZF 250 se quedó con el primer lugar en su categoría en la prueba disputada en un circuito de 126 kilómetros. “Fue muy linda carrera, muy dura porque se corre sobre arena, piedras y agua, y por cierto estuvo muy bien organizada. Ahí prevalece más lo mental que lo físico…”, define las características de esa competencia.

 

Donde nace el Atuel.

 

Le gusta la aventura en moto… andar, conocer y maravillarse ante nuevos e increíbles paisajes. “Antes de la pandemia con Hernán Trinack y Damián Somovilla llegamos a la laguna donde nace el cauce del Atuel, a unos 3.500 metros sobre la cordillera de Los Andes. La idea era llegar donde nadie lo había hecho antes en moto... Fue un recorrido de mucho desgaste, porque el terreno era de arena volcánica, con piedras, arbustos, con todas cornisas y como por ahí las motos se resbalaban se ponía peligroso. Hubo tramos que empujábamos las motos con sogas, o teníamos que ir saltando piedras de gran tamaño, pero pudimos llegar…”, cuenta con satisfacción.

 

¿Qué los motivaba? El espíritu aventurero seguro, pero además aportar a la lucha por recuperar el río: “Llevamos una bandera que decía ‘Pampeanos por el Atuel’, para dejar claro que el río nos pertenece”, afirma Juan.

 

Espíritu aventurero.

 

Disfruta mucho de andar por distintos parajes. “Nos dimos el gusto de ir al Sillón del Inca en Salta, a hacer travesías a las lagunas La Negra y La Fea, y a las Loicas en Mendoza…”, enumera algunos de esos “paseos” fantásticos que tanto disfruta.

 

Su casa –en el mismo lugar donde el padre tuvo su taller-- Juan recibe la visita de amigos y allí, cada tanto, surge la idea de una aventura más… “Mi casa es punto de encuentro, y mate por medio siempre se nos ocurre algo”, sonríe quizás imaginando una nueva aventura.

 

“Extraño a mi suegra”.

 

Agrega que es “mucho de tener vida social, compartir el mate a la tarde, estar con amigos… Pero también disfruto de mi casa, mi familia… si hasta a veces extraño a mi suegra…” dice y larga la carcajada. Con seguridad Griselda lo debe considerar un hijo más… Y está bueno, porque Juan es de esas personas que valen la pena… un luchador, un buen tipo y un gran padre. “Intento pasar mucho con mis hijos… ¿Si a ellos le gustaran las moto? Todavía son muy chicos, por ahora que esperen”, responde prudente. “Lo que quiero que crezcan sanos, felices e independientes… y cuando sean mayores de edad que hagan lo que más les guste…”, completa.

 

El hombre que compite en motociclismo, el arquitecto, el padre de familia. Es Juan Pico, un campeón de la vida…

 

Un celular pampeano entre las piedras

 

Hace un tiempo –más exactamente iniciando febrero último- Juan Pico y un grupo de amigos emprendieron una travesía de esas que tanto le gustan. “Andábamos por las Loicas (Mendoza), a unos 3.000 metros sobre el nivel del mar, del lado chileno… En uno de los hitos paramos a descansar un rato y pasó algo que después con el tiempo no podíamos creer que sucediera”.

 

En un momento uno de los aventureros vio que en la arena, entre las piedras, asomaba algo oscuro. Era un celular. “Le preguntamos a Picho Froit que estaba a unos 100 metros de ahí si era suyo y nos dice que no… como Daniel Recofsky arregla celulares le dijimos que se lo lleve y cuando estuviéramos de regreso viera si funcionaba”. Grande fue la sorpresa de Daniel cuando vio que en la funda del aparato estaba el carnet de conducir de Mauro Stancatto… ¡Con domicilio en Santa Rosa!

 

¿Cómo era posible? El dueño del celular había andado con amigos haciendo una excursión en cuatriciclos por la zona y lo había perdido… ¡pero cinco años antes!

 

Una increíble coincidencia hizo que un lustro después otro grupo –justamente santarroseño- lo encontrara. Después de tormentas, de nieve, de tanta arena y piedra desplazada, ahí estaba el aparatito, como esperando que alguien lo recogiera… Y fantásticamente sucedió de esa manera.

 

Faltaría que dijeran que lo conectaron y que funcionaba para que fuera un perfecto cuento del viejo Lastra, aquel notable fabulador que había sido arriero en su juventud, y supo ser placero muchos años en Villa del Busto.

 

El reloj del viejo Lastra.

 

No puede menos que recordarse, de don Pedro Lastra, un relato fabuloso –y exagerado como todos los que le gustaba realizar- cuando decía haber encontrado un reloj pulsera que había perdido varios años antes. Y narraba: “¡Reloj el mío! Arreando en la zona de Anguil, después de dormir al sereno nos fuimos y al rato me dí cuenta que había perdido mi reloj pulsera. ¡Y era bueno de verdad!… Pero tuve suerte. Como a los cinco años volví a pasar por allí y no lo van a poder creer: me acosté a dormir en el mismo lugar y en el silencio de la noche empecé a escuchar: 'Tic.tac.Tic.tac...’. Era mi reloj, ¡y funcionando!”.

 

Y remataba: “¿Qué había pasado? Había quedado justito en el camino de un hormiguero y las hormigas al pasar sobre la ruedita de la cuerda lo mantenían en marcha. ¡Si parecía mentira!". Y, sí. Parecía mentira.

 

Una vida en tres imágenes.

 

En familia.

 

Las motos, la competencia son importantes en su vida. Pero mucho más lo es su familia, su esposa e hijos que al cabo son el motor de su existencia. Aunque no deja de mencionar a Griselda, su suegra (¡¡!).

 

En equipo.

 

En la competencia internacional de la que participó en San Juan, con buen suceso, Juan Pico estuvo acompañado de un equipo que destaca. En la foto junto a Patricia Garín y Javier Mielano.

 

En carrera.

 

Un momento especial. La largada de una prueba. Juan recién tuvo su primera moto cuando cumplió los 35 años, y de allí en más comenzó una meteórica carrera deportiva.

 

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