Con la emoción a flor de piel
Había que verlas, y verlos… un poco intranquilos, inquietos ante lo que para ellos -y también para sus familiares y amigos- significaba un logro muy especial. Las sonrisas nerviosas reflejaban el momento, porque varios de las y los presentes en ese salón de actos iban a recibir su certificado de final de la escuela primaria; y algunas otras personas conseguían el ansiado título de Bachiller.
A una edad en que se entiende ya tienen sus vidas encaminadas, con familia, con hijos… y en algunos casos hasta nietos.
Eran 71 egresados en total, 21 de ellos terminando la primaria, personas que por distintas circunstancias no habían podido completar ese ciclo en otras etapas de sus vidas.
En el acto a los 92 años.
Aunque no todos habían empezado de cero, porque no son precisamente analfabetos porque sabían leer y escribir perfectamente, pero eso sí no tenían el correspondiente certificado que lo acreditara.
Como es el caso de Ascensión Fernández, que a sus 92 años, pudo recibir su certificado por “reconocimiento de saberes” en la Escuela para Adultos n°1 “Profesor Honorio Romero”.
Emotivo acto.
La tarde se presentaba cálida y en el colmado salón de actos (Unanue 1990) el clima era de cierta agitación y jolgorio. Estaban todos, los que recibían su título de bachiller, y los que culminaban la primaria. Y naturalmente las autoridades, profesores y maestros y maestras del establecimiento. Era la fiesta final del 2022, y se quería celebrar.
“Sí, fueron 71 egresados entre primaria y secundaria. No hay muchas escuelas que tengan 21 alumnos -muchos adultos- que terminen el nivel primario y tantos de secundario… creo que no”, se enorgullece Valeria March, directora del establecimiento.
Cada cual su historia.
Todas esas personas que “se recibieron” tienen una historia para contar, y quienes accedieron a uno y otro nivel a una edad en que casi todas las cosas parecen estar resueltas de alguna manera en la vida, llegaron a este logro no sin sacrificios. Porque más de una vez debieron compatibilizar las cuestiones del hogar, el trabajo y algunas otras actividades que pudieran desarrollar, para ir detrás de un sueño que a algún necio le podría parecer pequeño, pero que en realidad es enorme. Sí, estupendo. Sin dudas.
María Villalba, la abanderada.
Por supuesto no se puede conversar con 71 personas a la vez -ni siquiera con todo el personal, al que se ve absolutamente consustanciado con lo que proponen las autoridades del establecimiento-, y nos decidimos por elegir a una de las alumnas.
María de los Ángeles Villalba (47), aunque intentaba disimularlo también estaba emocionada. Porque finalizaba una etapa y queda ante la posibilidad de comenzar otra que hace un tiempo de ninguna manera hubiera imaginado. Pero, además, porque en ese mismo acto iba a hacer entrega de la bandera de ceremonias a su sucesora. Fue la abanderada del ciclo hasta esta semana y para ella significó un logro especial, y un incentivo para lo que viene. Pudo, cuando ya había pensado que no podría.
“No me gustaba estudiar”.
Nacida en General Acha, pero viviendo en Santa Rosa hace muchos años, tiene una hija, “Eli” (María Elizabeth), que tiene 28 años, que estudió Administración de Empresas y a la que le restan dos años para ser contadora.
María va repasando su vida, cuando con su mamá llegaron desde General Acha para vivir primero en el barrio Aeropuerto alquilando; después en Villa Parque; y desde los 11 años en el Fonavi 25.
“Hice la primaria en la Escuela 27 y la completé en la 38 que está en la calle Chile. Después seguí estudiando en el Provincia de La Pampa, pero solamente hasta segundo año que abandoné porque no me gustaba estudiar. La verdad es que no me daba cuenta de la importancia”, reacciona ahora.
El trabajo.
A los 18 años iba a ser mamá, “y a los 20 empecé a trabajar en casas de familia. Más tarde entré como Vigiladora Comunitaria, con el Plan Trabajar; y luego pasé como portera a la Escuela 242 (en José Luro y Mariano Pascual), hasta que en 2007 quedé en planta permanente. Ya van 15 años, porque recuerdo que fue un primero de diciembre. En esa misma escuela mi hija hizo la primaria”, completa.
Era precisamente Eli la que siempre le decía que debía seguir estudiando, “es algo que quedó incompleto en tu vida, me insistía”.
Iniciar el secundario.
Vino el tiempo de pandemia, y por su condición de diabética María no podía ir a trabajar, así que allí se decidió a empezar el secundario a distancia. “Me arreglaba con el celular, aunque no era fácil”, evalúa.
Reconoce también que Alejandra Baglioni, preceptora del Colegio de Adultos, con quien había compartido trabajo en la 242, fue quien la alentó para que culminara sus estudios. “Ella era docente y yo portera, y siempre me decía que tenía que hacerlo. Así que empecé un año y medio en forma virtual, hasta que el 17 de agosto de 2021 retomamos de manera presencial, en burbujas de a 10 alumnos. Y me gustó... ¿Las materias que me gustan? Matemáticas, aunque me cuesta; y la que menos Lengua, aunque reconozco que el profesor Pablo Kistner es muy bueno, nos da confianza y nos ayuda”.
El apoyo de los profes.
En este punto María destaca que “los profes entienden que cuando se trata de adultos es distinto… y por eso nos apoyan todo el tiempo. Además los compañeros son excelentes, y los más jóvenes lejos de discriminarnos están siempre cerca nuestro”, sostiene.
Para María -como para muchos otros- no es simple atender las cuestiones de la casa, el trabajo y su hija y luego ponerse a estudiar. “Claro que no, porque por ejemplo para ir a trabajar como para estudiar tengo que tomar dos colectivos, y para volver igual. Me toca recorrer de una punta a otra de la ciudad, porque vivo en Jujuy 1.166 (Villa Tomás Mason Norte, cerca de Misiones y Buenos Aires), y debo ir hasta el Plan 5.000”, explica; mientras agrega que “tampoco quiero ir en bicicleta, porque de noche me parece peligroso”, agrega.
La abanderada.
“En este acto me toca entregar la bandera, y para mí es muy emocionante… Primero un poco que me engañaron porque me dijeron que iba a ser escolta de la bandera de La Pampa, y cuando escuché ‘María… sos la abanderada’ no lo podía creer”, indica y alguna lágrima asoma en sus ojos. “Es que cuando me lo dijeron delante estaba mi hija y por supuesto para ella fue algo hermoso”, completa.
Lo que viene.
¿Y ahora? “Tenía ganas de seguir Auxiliar Farmacéutica, que creo que antes lo dictaban en Amusín… Tengo que averiguar, y ahora que pasaron algunas cosas tengo que ir acomodando mis tiempos. Ya terminé la jornada laboral de la Escuela 242 y tengo más tiempo para averiguar; y lo bueno es que ahora tengo una base, un conocimiento”, se regocija.
Pero a la vez admite que en eso cambió: “Y sí, porque antes yo decía para qué voy a hacer el secundario; y ahora me doy cuenta que cuando más estudiás mejor es. Incluso me podría permitir ascender categorías en mi trabajo en la Provincia”, razona.
En el final María de los Ángeles, que un poco representaba el sentir de todos sus compañeras y compañeros dijo: “Esta es una escuela humilde, pero donde hay muchos valores, y de verdad dan muchas ganas de ir a clases. Por la calidad en el trato, de las autoridades, y también entre quienes compartimos las aulas… porque todos tenemos nuestros problemas pero nos tratamos de ayudar entre nosotros, sabemos ser solidarios… Sí, porque como se dice muchas veces la escuela es como nuestra segunda casa”, concluye. (M.V.)
“Fue un año hermoso”.
Después de la locura de la pandemia vino la nueva realidad, a la que cada uno de fue acomodando como pudo. María Villalba no duda en señalar que después de aquella tragedia “este fue un año hermoso. Por ahí exigente, obviamente con complicaciones personales, pero con gente enderedor que nos alienta a no bajar los brazos.
Después admite que “seguro que voy a extrañar… porque uno se hace de amigos y compañeros. Una de mis compañeras, Clauda Sáenz, va a ser la segunda escolta, y empezó conmigo en 2020”.
También tiene elogios para “Valeria March, la directora. Es muy buena persona, alienta, te acompaña… es como Gimena, la Pedagoga del Colegio. Tenés un problema y ellas están ahí para ayudar a resolverlo. Si necesitás una mano en alguna materia también. Nos facilitan las cosas, igual que las preceptoras y el personal en general”, completa.
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