Miércoles 27 de marzo 2024

La pampeana que navega sacando fotos

Redacción 07/02/2023 - 10.28.hs

Aruba, Jamaica, Curazao. Playas con arena blanca, mar encantadoramente azul y arrecifes de coral. Esas son algunas de las postales que ofrece el escenario por los cuales Dana se mueve en estos días, cuando el gigantesco barco atraca en algún puerto de esos sitios paradisíacos del Caribe y el contingente turístico baja a conocer y disfrutar. Y allí estará ella, con cámara en mano, para retratar ese momento de quien realiza un viaje en un crucero internacional.

 

“Es una experiencia magnífica, muy intensa la verdad, me esperaba algo así pero al estar acá es difícil explicarlo; conocés a muchísima gente, la que trabaja y vive en el barco como es mi caso, y a las personas que ves a diario y que están como turistas. En un día pasan muchísimas cosas, en el barco el tiempo es otro, cambia totalmente la noción del tiempo, creo que eso es lo más difícil de explicar”, cuenta Dana desde su habitación en uno de los cruceros de Royal Caribbean Group, la empresa internacional que la contrató como fotógrafa profesional.

 

Dana Carrizo tiene 34 años, nació en Caleta Olivia (en Santa Cruz), pero cuando tenía 10 se trasladó con su familia -su papá Néstor, su mamá Norma Alvarado y su hermana mayor Dalma- a La Pampa. “Pasé mi infancia y mi adolescencia en Santa Rosa y mi familia vive ahí, es una ciudad que quiero mucho y me siento una pampeana más”, resalta quien desde muy chica se sintió atraída por el mundo de la fotografía.

 

“A los 13 o 14 años ya sabía qué era lo que quería aprender, me gustaba la fotografía así que cuando terminé el secundario me fui a Córdoba a estudiar esa carrera. También estudié bioimágenes, que es radiología y que es otra forma de hacer imágenes, aunque en ese caso de los huesos, pero nunca ejercí la carrera de rayos y a los 28 me fui a vivir a Buenos Aires. Trabajé siempre por el lado de las fotos sociales, de lo que iba surgiendo, pero al moverme entre provincia y provincia tampoco me establecí como una fotógrafa clásica y tradicional de eventos sociales porque es difícil tener un trabajo estable cuando uno se mueve de un lado a otro”, detalló en un diálogo con LA ARENA.

 

El año pasado Dana vivía en La Plata y tenía un trabajo como administrativa, hasta que se movilizó por un cambio rotundo. “Decidí que no quería más eso y sí dedicarme de lleno a la fotografía, y estaba lista para salir del país, que era algo que nunca me había pasado, que no había sentido. Hace diez años mis amigos se iban del país en búsqueda de trabajo o para simplemente vivir en otro lado, pero a mí no me había pasado esa sensación porque amo Argentina y amo vivir en el país, pero la verdad que ahora necesitaba dar un paso más a nivel profesional y por eso cuando surgió lo del crucero lo tomé como todo un desafío”.

 

Muchas fotos.

 

El primer requisito para presentarse con su currículum era saber “sí o sí” Inglés. “Nunca fui muy buena con ese idioma así que arranqué enseguida a estudiar porque te piden un inglés conversacional, que sepas expresarte y entender lo que te dicen. Envié mis datos a la página del crucero y me llamaron enseguida, la entrevista fue toda en inglés, me preguntaron si tenía experiencia en trabajar con gente, en ventas y demás. Estuve dos meses en ese proceso previo pero fue rapidísimo en mi caso porque hay otros a quienes les lleva hasta seis meses: yo la hice en septiembre la entrevista y el mismo día me dijeron que sí y en noviembre ya me embarqué”.

 

- ¿En qué consiste tu trabajo?

 

- Hago fotos en los cruceros en distintos momento, son viajes de entre seis y ocho días y se toman imágenes desde el embarque de la persona que viene a pasar sus vacaciones. A la tarde se arman estudios y ahí se hacen más fotos y cuando el barco llega a un puerto hay que fotografiar cuando la gente baja a los lugares turísticos.

 

Ahorro en dólares.

 

Dana cuenta detalles de su trabajo diario, que es de lunes a lunes, y no oculta su entusiasmo por una experiencia que le reditúa tanto en lo personal como en lo económico.

 

“Es un trabajo re contra interesante, de aprender a comunicarte, de aprender un nuevo idioma, de conocer otras culturas, almorzar con gente de todas partes del mundo. Es decir, conversar, aprender, observar. El trabajo diario es pesado a veces pero es muy hermoso, me encanta vivir en el mar y es algo que me llena el alma, estoy muy contenta con esta experiencia que es muy intensa porque además está buenísimo el hecho de conocer un montón de lugares. Ahora estamos por Aruba, Jamaica, Curazao; que es el Caribe sur, y en mi tiempo libre yo puedo hacer lo que quiera: soy libre de ir al puerto o a alguna playa, en eso tengo libertad de acción una vez que cumplí mi tarea”.

 

Dana tiene un contrato de seis meses con dos de vacaciones, que no son pagas, y luego puede renovar su vínculo laboral si así lo desea. “Te pagan el pasaje para venir a trabajar y el pasaje de vuelta, si vos te querés bajar en otro lado ya corre por tu cuenta. Este crucero está en el Caribe ahora pero en marzo y abril hacemos de 10 a 12 días en Europa, con lugares increíbles, así que se va a poner muy interesante todo ese periplo. Después se termina mi contrato pero tengo la opción de renovarlo”.

 

Y agrega: “El dinero que me pagan me sirve mucho porque no gasto en comida ni en vivienda, entonces es un buen modo de ahorro en dólares y está genial conocer todo el tiempo nuevas experiencias y gente de todos lados. La comida que nos dan es muy variada, es muy buena; y hay noches especiales por ejemplo de muy buenos vinos y quesos, o de cervezas y pizzas a las que los trabajadores somos invitados”.

 

El tiempo.

 

Para Dana, más allá de todo lo que implica vivir de esa manera tan particular, lo relevante es la nueva mirada que tiene acerca del aprovechamiento del tiempo, sobre todo porque no tiene que viajar de un lado a otro como sucede en ciudades con grandes distancias.

 

“En la Argentina, y seguramente gran parte del mundo, perdemos la mitad del día yendo a un lugar, acá es completamente diferente, es otra dinámica de vida: en tres minutos llego y en media hora puedo comer y bañarme para llegar a mi trabajo, por eso digo que la dinámica con la que se vive en una ciudad es una locura. Por supuesto que esto es particular, pero sin dudas que te da otra mirada sobre cómo usamos y aprovechamos nuestro tiempo”, apunta Dana, consciente de que a su tiempo hoy lo disfruta navegando sobre un océano de color caribeño.

 

Un límite con las relaciones.

 

Una de las reglas que impone la compañía de los cruceros, según cuenta Dana, es que quienes trabajan en el barco tienen prohibido relacionarse con los pasajeros. “La empresa cuida mucho esta cuestión y solo te permite relacionarse con un pasajero por cuestiones de trabajo, nada más. Y respecto al crucero yo comparto cabina con una compañera, me gustaría vivir sola, pero como soy junior, es decir que recién empiezo, es de esa forma. Una vez que ascendés tenés prioridad y ahí sí ya podés estar sola”.

 

Trabajo sobre el agua.

 

Una vez que realiza su trabajo profesional, Dana tiene libertad para recorrer las playas y los lugares a los que llega el crucero. Luego del periplo por parte del territorio de América Central irá hacia Europa. “El viaje es hacia Tierra Santa, Jerusalén y otros lugares increíbles por lo que estuve viendo”, le contó a LA ARENA.

 

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