Martes 06 de mayo 2025

"Me pedían fotos como si fuera Messi"

Redacción 05/03/2023 - 00.13.hs

"El objetivo era que el mundo conozca la cultura marroquí y, si se puede ayudar, ayudar", afirmó Victoria Mateu, quien el año pasado viajó al país africano para realizar un voluntariado internacional. No era la primera vez que la pampeana de 34 años participaba de experiencias de este tipo, pero sí la primera vez que lo hacía en otro país, específicamente en una aldea llamada Tarda. En una extensa charla, la kinesióloga contó el choque cultural, el rechazo de los habitantes a los voluntarios, cómo ella se convirtió en la "médica" de la aldea y cómo el fútbol es el deporte universal, con Messi como el ídolo de todos.

 

En primer lugar es necesario explicar que un voluntariado internacional es una de las tantas modalidades de voluntariados que existen, donde se conforma una alianza con una entidad de otro país para llevar a cabo las actividades de apoyo. Dicha entidad puede ser una micro empresa, una escuela, una organización no gubernamental, una casa de la cultura, una fundación, etcétera.

 

Durante 40 días, Victoria Mateu vivió en Tarda, una aldea ubicada al sudeste de Marruecos. Allí dedicó sus días a jugar con los niños y niñas y a recomponer la escuela porque las condiciones climáticas afectan la construcción. Los días calurosos fueron agotadores, debió adaptarse a la forma de vida de los pueblerinos, alimentarse con su comida tradicional, dormir en colchonetas en una terraza, lo que generó que ese lugar se convirtiera en su casa. Hasta hoy vuelve a mirar las fotografías para no olvidarse lo que vivió.

 

Voluntariado.

 

El año pasado, Victoria emprendió un largo viaje por Europa. Mientras se encontraba en Barcelona, en la casa de una amiga, averiguó sobre voluntariados internacionales. Se inscribió en la página web "Haces falta", que funciona como un clasificado de voluntariados, para viajar a Senegal, Nepal o Marruecos. "Me gusta trabajar con niños y había puesto esa condición", explicó en diálogo con LA ARENA.

 

La joven deseaba viajar a Senegal porque en la descripción leyó que había una escuela, pero no la aceptaron. Sí en Nepal y Marruecos. "Cuando vi el precio de los vuelos a Nepal me arrepentí porque valían una fortuna. Además, no domino muy bien el inglés y no sabía a dónde me iba a meter. Marruecos estaba más cerca de España, sabía que había muchos españoles y decidí ir para allá", señaló.

 

Desde la organización le solicitaron un pequeño aporte económico para los gastos ya que le brindaron hospedaje. "Me mandé a la pileta", dijo entre risas tras contar que los voluntariados debían durar 20 días, pero que ella solicitó extender el tiempo.

 

Victoria contó que primero emprendió viaje hacia Tánger y que desde allí, la organización se encargó de todo. El grupo viajó toda la noche y a la madrugada llegaron a Tarda, un pueblo pequeño ubicado al sudeste de Marruecos y a unos 40 kilómetros de la ciudad Er-Rachidia.

 

Los primeros 20 días, Victoria estuvo en un grupo compuesto por diez voluntariados, dos de ellos eran argentinos que desde hace años viven en España. El resto eran todos españoles. Una vez que terminó esa primera etapa, la pampeana debió quedarse unos días sola en el pueblo hasta que llegó el segundo grupo de cinco personas, también todos españoles.

 

Recomponer la escuela.

 

Todos los voluntarios y tres coordinadores marroquíes, que hablaban muy bien el español, vivían en una casa en el pueblo. La experiencia, que estaba organizada por grupos, tenía como objetivo trabajar con niños en motricidad fina, cognición, idioma y pintura. "La idea era restablecer la escuela", subrayó la kinesióloga y afirmó que debieron trabajar en todas las temáticas.

 

"Más allá del idioma, la idea era recomponer la escuela porque allá hace mucho calor y se tiene que pintar cada dos años. La pared queda blanca por el calor y el viento. La tierra es como arcilla", agregó. "A la mañana teníamos las actividades con cada grupo, volvíamos a almorzar, dormíamos una siesta porque el calor era infernal y tipo 18 hacíamos juegos para todos", recordó.

 

El intercambio también fue perfecto porque todas las noches tenían clases de árabe. "Nos enseñaron a saludar, agradecer, decir cómo nos llamamos, los números para hacer los juegos y algunas frases", explicó.

 

Comienzo difícil.

 

Hacía dos años que no se realizaban voluntariados en Tarda y para los pobladores no fue nada fácil ver la llegada de personas desconocidas. Mientras los españoles y argentinos recorrían las calles con los coordinadores, las personas desde el interior de sus viviendas les cerraban las cortinas, demostrando que no estaban contentos con su visita. "Les costó un día aceptarnos", reconoció Victoria, pero aseguró que con los niños y niñas el contacto fue mucho más fácil porque "una sonrisa siempre funciona. Es más simple".

 

Pero, ¿cómo es el pueblo? Tarda está ubicado a 40 kilómetros de Er-Rachidia, la ciudad más cercana. "Está conformado de unas 50 casas, todas de barro. Antes de entrar al pueblo hay muchas parcelas, mucha agricultura y un poco de ganadería con la producción de corderos. El Estado le da a cada familia un pedazo de tierra y ellos lo administran", señaló.

 

"Viéndolo de afuera, con la mirada occidental, uno piensa que son pobres, pero yo que estuve en el interior de muchas casas no es así. Algunos trabajan en la ciudad, pero la agricultura está presente en el 100 % de las familias", agregó. A Victoria le llamó la atención que "son las mujeres quienes trabajan la tierra, el hombre hace poco. A ellos los veías en la vereda charlando a toda hora y las mujeres con el burro llevando la comida. El hombre tiene más libertad, la mujer está toda tapada, muy sumisa, muy de casa. Tienen una cuadra determinada para juntarse a charlar. No pueden hacerlo en cualquier lado".

 

Mencionó también que los dueños de las despensas son quienes "tienen un poder adquisitivo más alto" junto con la maestra de la escuela. "Pero visto de afuera, las casas son todas iguales. Cambia adentro porque algunos tenían televisión, sillón, pero no grandes lujos", describió.

 

Impacto cultural.

 

Obviamente que el choque cultural fue brusco e intenso porque rápidamente Victoria debió adaptarse a otra forma de vida con una temperatura máxima de 47º todos los días. "Nos habían armado colchonetas en una habitación para dormir, pero era tanto el calor que terminamos durmiendo en la terraza", relató y con alegría contó una excursión que hicieron en el desierto para vivir la experiencia de dormir en ese lugar.

 

También le llamó la atención que "ellos comen en el piso con una fuente grande y con la mano, no hay cubiertos, solo pan. A nosotros algunas veces nos ponían platos cuando comíamos arroz. Fueron muy flexibles con esas cuestiones". La pampeana contó que había dos mujeres que se encargaban de la comida y que gracias a ello se habituaron a los alimentos de la zona. "Nos atendieron como reyes", destacó y aseguró que "se convirtió en mi casa al 100 %".

 

-¿Por qué es importante que la comunidad tenga un voluntariado?

 

-Ellos son una ONG compuesta por dos o tres personas. Esa misma pregunta le hice a uno de los coordinadores y me dijo que le gusta ayudar y que le gustaría que el mundo conozca la cultura marroquí. Ese era su deseo. Por eso comíamos su comida, nos llevaban al desierto; hacer una experiencia más allá del voluntariado, y si se puede ayudar, ayudar. Quieren que se conozca la cultura marroquí, África sobre todo. En eso los noté muy parecidos a nosotros porque son muy patriotas de su país, cuestión que no me pasó con España. En el primer voluntariado que éramos tres argentinos defendíamos nuestro país y más con el Mundial. Y con Marruecos sentí esa conexión de que "a mi país lo defiendo a muerte".

 

Una más de la aldea.

 

Pero en el olvido quedaron aquellas cortinas cerradas para mostrar distancia con los voluntarios. Rápidamente, Victoria se convirtió en una más de ellos. "Como estuve más tiempo del normal, las madres me llamaban, me invitaban a merendar, eran las 22 y no me dejaban ir", recordó.

 

Ese cambio de actitud también fue el resultado porque la pampeana se convirtió en la "médica" de la aldea ya que ayudó a que un niño rehabilite su brazo. "Me cruzaban por la calle y por ejemplo se señalaban la rodilla para dar a entender que les dolía. No soy una mano santa, pero me llamaban como para pedirme turno, a ese nivel...", señaló.

 

"Y me pedían fotos como si fuera Messi", dijo entre risas. Y sí, porque eso es Argentina también: fútbol, Maradona, Messi. No faltaron aquellos niños con sus camisetas del capitán argentino. El viaje fue antes del Mundial Qatar 2022, pero las charlas sobre Boca y Argentina se repitieron todos los días. "Yo soy re contra futbolera", aseguró Victoria.

 

Durante los partidos del Mundial, la kinesióloga intercambió mensajes con los demás voluntarios y coordinadores. Si bien nada se compara a la hinchada argentina, los marroquíes no se quedaron atrás. "Los noté muy parecidos a nosotros en la vibra, en la sangre", señaló y contó que le enviaron un video de los festejos donde las calles de Er-Rachidia "estaban explotadas" cuando finalizaron cuartos. Ahora le piden que le envíen fotografías de la Bombonera...

 

-¿Qué te llevaste del voluntariado?

 

-El primer choque cultural fue conocer un país que nada que ver. El trabajo con nenes me encanta y el comunicarse a través de la sonrisa también. Podés tener tres brazos, dos narices y si el nene te mira y le sonreís, ya está. No les importa más nada que eso, que juegues con ellos, que les hagas un mimo. De la cultura en sí me llevo el dar sin pedir nada y el no especular cuando dan algo. Nunca pidieron nada a cambio.

 

-¿Qué creeé que dejaste allá?

 

-Qué difícil pregunta. Según ellos les gustaba mi actitud maternal y alegría. Yo también mostré lo que pude de otra cultura...

 

-¿Cómo fue volver?

 

-Durísimo, me está costando todavía. La despedida fue a puro llanto. El día anterior armando la mochila ya me largué a llorar porque no los voy a volver a ver más. Me había encariñado mucho porque los veía todo el día. Regresé a Francia y no me gustó, pero después me acostumbré a esta vida porque es la que conozco hace muchos años, al celular, a la computadora, a tener todo rápido. Allá me decían: "Tranquilo, nada es tan terrible". Extraño eso. A veces me pongo a mirar las fotografías para recordar. Algo me debo haber traído porque claramente la misma no soy...

 

La escuela como un punto de encuentro.

 

El viaje a Marruecos no fue el primer voluntariado de Victoria Mateu. Ya tiene varias experiencias similares, donde el punto de encuentro siempre fueron las infancias y la escuela. Y sin dudas, la kinesióloga agradece su paso por el colegio María Auxiliadora porque fue en ese lugar donde le abrieron las puertas a este tipo de actividades.

 

Recordó que su primer voluntariado fue cuando estaba en el secundario. "El María Auxiliadora tenía convenios en el barrio Obreros de la Construcción, me anoté e iba a dar clases particulares y jugar con los nenes", contó. Una vez que se trasladó a Córdoba para estudiar kinesiología, se inscribió en la organización sin fines de lucro "Techo". "Me habían asignado un barrio y una familia y todos los sábados le ayudaba a dos niños a hacer la tarea", explicó.

 

"En 2018 me había picado el 'quiero irme'. Averiguando por Internet llegué a 'Manos Solidarias' para hacer voluntariado en Iguazú o Tartagal", recordó. "Me fui a Buenos Aires sola, me dejaron en Once en un colectivo con tres personas más que no conocía. Desde Once a Tartagal viajamos en colectivo 35 horas, pero ahí nos conocimos", se consuela entre risas.

 

"Llegamos a la noche, alquilamos para dormir, pero no había coordinadores, éramos nosotros cuatro que tuvimos que llevar todo, desde el papel glasé, tijeras y demás cosas para hacer actividades", desarrolló. Durante 20 días convivieron en La Estrella con una "comunidad wichí".

 

"Paramos en la escuelita, nos encontramos con el cacique quien nos orientó cómo era el voluntariado", señaló y lamentó que el viaje también fue en enero donde el calor "fue insoportable". Nuevamente los objetivos de la experiencia eran realizar actividades con los más chicos y acomodar la escuela. "Desde la ONG te dicen que hay que mechar cognición, motricidad fina, lenguaje y juegos. Hicimos una campaña de limpieza bucal porque el agua era un desastre y también armamos un taller de recolección de basura", afirmó.

 

Victoria regresó a Santa Rosa para trabajar en el hospital Lucio Molas, pero no pierde el tiempo y se encuentra averiguando para viajar a Iguazú, aquella vivencia en la selva que le quedó pendiente, o el Impenetrable chaqueño. "Si tuviera mucha guita no trabajaría más y haría voluntariados, es donde más cómoda me siento. Pienso que son mis vacaciones porque te desenchufas, no sabés ni dónde estás. El voluntariado me vuelca a lo que quiero predicar: de que lo banal no importa, nada es tan terrible, paso a paso, no necesitás todo", finalizó.

 

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