Miércoles 24 de abril 2024

Tres amigos y su viaje de los 200 años

Redacción 03/12/2023 - 09.42.hs

Les pasa a muchas personas que accedieron a la condición de pasivas, las que se acaban de jubilar, o de retirarse en sus trabajos. Concluido el tiempo de esa rutina de levantarse todos los días a una hora precisa, con algo predeterminado para hacer –desayunar, prepararse para la habitual práctica  laboral, vincularse con otra gente en el diario trajinar--, hay quienes empiezan a sentirse vacíos, sin saber bien qué hacer.

 

Gente que no halla cómo ocupar sus horas y que pareciera el tiempo le sobrara. Personas que se aburren… y es posible que sientan cierta angustia, un poco de desazón, y hasta es probable que piensen que el ciclo de sus vidas está tocando a su fin.

 

Nuevo y lindo sentido de la vida.

 

No obstante están quienes se adaptan perfectamente, descubren una vida más relajada, tal vez vinculada fuertemente a la familia, o a los amigos, y se amoldan a un nuevo modo de transcurrir la existencia. Algunos se abocan a hacer aquello para lo que antes decían no tener tiempo, que puede ir desde programar y hacer viajes, leer o escribir, o adoptar algún hobby que los haga entretenerse de diferentes maneras. Y se anotan en cursos de pintura, o en algún coro, y son muchos y muchas que no dejan de ir a los famosos bailes de jubilados donde la pasan muy bien.

 

Esto es, le encuentran un nuevo y lindo sentido a la vida, ahora menos cargada de esa responsabilidad de concurrir cotidianamente a cumplir con su trabajo.

 

Tres amigos.

 

Y es el caso de estos tres amigos que –ya veremos su historia-- se entretienen de la mejor manera… viajando. Pero no subiéndose a un avión o a un micro –no decimos ferrocarril porque por aquí hace mucho que no vemos una formación--, sino de una manera particular.

 

Estos tres buenos “muchachos” con los que charlamos, un día decidieron comprar un Ford Falcon modelo ‘74, lo acondicionaron un poco y arrancaron a recorrer el país; a la vez que –como un divertimento más que con ganas de competir-- se anotaron en más de una carrera de regularidad.

 

Ellos son Juan Carlos Santa Juliana (79); Héctor Osvaldo “Paco” Míguez (78), y luego se sumó al “equipo” Guillermo Casagrande (77). El primero comerciante en su época activa, “Paco” se desempeñó como gerente en la empresa Flor de Huinca; y el último en sumarse es Ingeniero Agrónomo.

 

El viaje de los 200 años.

 

“Estábamos muy sin hacer nada y buscábamos algo para no estar tan de gusto… Y dijimos: vamos a comprar un coche para correr el Gran Premio Argentino de Regularidad. Nunca lo hicimos, pero igual participamos de varias pruebas”, dice Juan Carlos Santa Juliana, quizás el más locuaz de los tres.

 

“Cuando compramos el Falcon modelo 1974 con ‘Paco’ lo dejamos en condiciones, aunque en general estaba bueno, y nos decidimos a dar toda la vuelta a la República. Y le pusimos de nombre ‘Viaje de los 200 años’. Es la suma que daba entre la edad de los que manejábamos y el modelo del auto. La primera salida arrancamos para el sur: por la costa, por la ruta 3 hasta Cabo Vírgenes, que es donde arranca la ruta 40. Ahí cruzamos la cordillera; luego fuimos hasta la Quiaca, de ahí a Paraná y ahí volvimos por la ruta 11 hasta volver a Santa Rosa”. Aclaran que el viaje lo hicieron en tres veces, y en la segunda etapa se sumó Guillermo Casarrota.

 

La vuelta al país.

 

Y agrega Míguez: “En la tercera hicimos lo que nos faltaba: de Zapala a Mendoza… en Zapala corrimos una carrera internacional hasta Temuco; y finalmente Mendoza-Santa Rosa. Manejamos todos, pero en las pruebas de regularidad lo hace Juan Carlos (Santajuliana). Pero en la ruta manejamos los tres”.

 

Cuando se prenden en alguna prueba de Regularidad Míguez es el navegante y conduce Santa Juliana, aunque de vez en cuando cambian roles. “Carreras hemos hecho como diez por lo menos. ¿Cuánto tardamos en toda la vuelta al país: la primera salida fueron 16 días, y la vuelta completa nos demandó algo así como 35 días”, precisan.

 

Paraban en cabañas.

 

Con un espíritu aventurero que no parecería asimilable con sus edades, salían a la ruta a hacer kilómetros y kilómetros en una alegre y entretenida excursión. En un tiempo contratando cabañas el día anterior “para el siguiente, pero después se hacía complicado porque no sabíamos dónde era; así que empezamos a contratar cuando llegábamos”.

 

Parece ser que uno era el “especialista parrillero” (Guillermo); otro es “acusado” de cocinar arroz… y más arroz. Y está Juan Carlos que prefiere no meterse en ese rubro, aunque podría ser el más afín porque fue dueño de una conocida casa de comidas como era La Floresta.

 

¡Qué hacer!

 

Se ponen reflexivos acerca de por qué hacen lo que hacen. “Pasa que cuando te jubilás llega un momento en que te preguntás qué hago… Y te da vueltas la cabeza pensando que ya no sos útil y lo tuyo ya fue… Y no es así”, coinciden más o menos en la opinión.

 

Y le buscaron la vuelta. Y le dieron una vuelta grande, como que abarcó casi todo el país. “Es que uno hace planes a no muy largo plazo, porque nunca se sabe –admiten--, y por eso lo que queremos hacer es aprovechar ahora todo lo que se pueda”, completan. Y se los ve bien. Muy bien, alegres, dispuestos a la charla, compinches en eso de ir pensando en lo que viene. Porque están todo el tiempo maquinando una nueva salida.

 

Los competidores.

 

En cuanto a las pruebas de Regularidad reconocen que no son “de los mejores. Andamos siempre a media tabla, pero nos gusta el ambiente, eso de la juntada, del asado, las amistades. Lo nuestro es simplemente llegar, completar el recorrido, y así hemos hecho amistades en todos lados”, se ufanan.

 

Pero no han tenido muchos inconvenientes con el auto, porque si hay uno que es noble ese es el Falcon. “Es verdad… en el primer viaje tuvimos un problemita con el alternador y nos lo arregló un muchacho que no sólo no nos cobró sino que además nos invitó a comer en su casa. Eso fue en Comodoro Rivadavia”, dicen con satisfacción.

 

Ultimamente compitieron en Huinca Renancó, pero allí fueron llevando dos vehículos en un carretón que ellos mismos construyeron. “Entran dos autos chicos y fuimos con un Mehari y un Tico, y al Falcon le tocó descansar. Esta vez nos acompañaron Ángel Hirsfchield y Julio Bretón que manejaron uno de los dos vehículos en la prueba.

 

El cuidado del Falcon.

 

Hablan y van recordando cosas. “Al Falcon le hacemos un mantenimiento permanente, y en cuanto aparece alguna cosita se lo hacemos hacer. Es una auto cómodo, grande, con buen andar y se tiene bien en la ruta. Fijate que cuando fuimos a Comodoro había un viento de 130 kilómetros por hora y llegamos perfectamente… como sería que al día siguiente clausuraron la ruta por viento. Nosotros tuvimos que seguir porque no había lugar para parar, pero aunque había fuertes ráfagas y se movía un poquito llegamos bien”, reafirman.

 

Nosotros le hicimos más de 30 mil kilómetros en estos dos años, pero por supuesto tiene muchos más. ¿Si tenemos idea de mecánica? Un poquito, porque hemos andado en ese tipo de coches, y lo que puede tener alguna dificultad puede ser el encendido o la bomba de nafta… y por eso por las dudas llevamos alambre y tenaza y martillo. Pero lo cierto es que ni siquiera hemos pinchado una goma, nunca cambiamos una cubierta”, agregan.

 

Disfrutar la vida.

 

Se los ve felices con lo que hacen. Y lo confirman plenamente: “Es que es así y lo elegimos, no es que alguien nos lo impuso. Y entre nosotros nos llevamos muy bien… por ahí aparece algún capricho de viejo, pero no alcanza siquiera para una discusión”. Y al final dejan un mensaje: “Hay que entender que cuando llega la jubilación, o el momento del ocio, la vida sigue. Y hay que disfrutarla; porque la vida es aquí y ahora…”, cierran casi a coro.

 

Qué dicen sus esposas.

 

Se ríen con ganas cuando se les pregunta qué dicen sus esposas de su espíritu aventurero… “Nos alientan: ‘vayan’, nos dicen… y a veces agregan: ‘Y no vuelvan’. Nos parece que no hay más alegría en nuestras mujeres que cuando nos vamos”, completan y se ríen con ganas de la ocurrencia.

 

“No, la verdad es que les gusta que estemos ocupados, porque nos hace bien. Nuestras esposas en tanto buscan por otro lado: hacen pilates, caminan, tienen grupos, uno de tejedoras que hacen mantas para la gente…”. Pero no falta la actividad de abuela, que obviamente resulta una linda manera de entretenerse, claro está.

 

(M.V.)

 

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