Una pelea contra el infortunio
El cielo gris y una tenue ventisca mostraban ayer una mañana desapacible en la Plaza Martín Fierro. No obstante, en la esquina de Emilio Civit y Pestalozzi, un puesto callejero llamaba la atención. Desplegados sobre mesitas se veían cuchillos, canastos, prendas varias tejidas a mano. Eran productos ofrecidos por una pareja que hace algunos días se instala en el lugar para vender su mercancía.
Hay veces que la vida determina –casi siempre-, y las personas se van acomodando a las situaciones. Están quienes ante un contratiempo no logran salir del momento de contrariedad, se apichonan o se sienten inhibidas y les cuesta afrontar las circunstancias.
No es el caso de esta pareja que en todo caso decidió enfrentar la realidad y salió a pelearla con sus armas. Que no son otras que su voluntad –la férrea decisión de salir adelante-, y su coraje porque hay que tenerlo cuando las dificultades a veces se nos presentan inesperadamente.
La pareja.
Juan Ramón Marambio (55), nacido en Villa Maza (provincia de Buenos Aires) y Carina Herrera (de Santa Rosa) se conocieron hace más de tres lustros, pero comparten sus vidas desde hace 7 años. Ambos tenían hijos de antes de encontrarse (tres cada uno, ya grandes), y hoy conforman una familia que quiere seguir adelante, y lo intentan por más que las cosas no hayan resultado fáciles.
“Nos conocimos, nos pusimos de novios y ahora estamos trabajando juntos acá”, resume Juan. Y sigue: “La patrona (Carina) vivía aquí en Santa Rosa, y desde que vine de mi pueblo vivimos en el Plan 5.000”.
Ella trabajaba en casas de familia cuidando chicos, abuelos y enfermos; y Juan Ramón era molinero (el que se encarga del mantenimiento y cuidado del molino), una actividad que tiene sus riesgos. “Ese ha sido mi oficio de toda la vida… reparar molinos, armar aguadas completas para feed lot. Fue hasta que tuve el accidente”, dice y se pone serio.
¿Qué ocurrió? “En el 2001 tuve un accidente, me agarró corriente en la plataforma, arriba del molino, y me tiró al piso. Fue un golpazo enorme y me fracturé las dos piernas, fue terrible. Pero por suerte se puede decir que me las reconstruyeron en La Plata, pero tuve que estar un año para recuperarme, primero en silla de ruedas y después con muletas”.
La recuperación.
Juan no quiere dejar de mencionar al profesional que logró casi un milagro con él. “Sí, lo quiero destacar. El doctor Gustavo Garmendia es un orgullo pampeano, que ahora está trabajando en el Polimedyc, lo que hizo conmigo fue fantástico y le estaré eternamente agradecido”, expresa.
Cuando el tiempo de pandemia, alentado por Carina –”no quería que Juan se venga abajo por el accidente”, explica ella- el hombre empezó a hacer cosas aprovechando su talento natural para utilizar sus manos: “Empecé con cositas cuando estábamos encerrados, como hacer ‘llamadores de ángeles’, y después me fui animando a más cosas”.
El artesano.
El hombre cuenta que fue Carina quien le dio “la idea después de ver un video de un artesano que hacía trabajos en madera, y arranqué hace tres años con las mismas herramientas con las que trabajo ahora: una amoladora, un taladro y mis manos... es lo único que tengo para trabajar. Hago todo lo que se puede en tablas, cuchillos artesanales, mesitas para camping y para el mate”, dice mientras nos invita a ver sus trabajos. En tanto Carina aporta lo suyo como canastos de mimbre, boinas y tejidos a mano.
Juan muestra orgulloso algunas de sus artesanías, entre las que sobresalen los cuchillos de distintos tamaños “con el mejor acero”. Y la verdad es que parecen de buena calidad, y sus precios accesibles.
Cuentan que van a vender a distintos lugares –carreras de caballos, fiestas en los pueblos, y allí donde se puedan instalar-, y que “por suerte las cosas van bastante bien”.
Ayer fue la segunda vez que se instalaron en la plaza de la Villa Santillán. “Venimos una vez por semana aquí a la plaza Martín Fierro. Pero los sábados y domingos salimos a trabajar a distintos lugares, y por ejemplo el fin de semana anterior estuvimos en las carreras en Catriló… y se vende bien. Nosotros lo tomamos como una salida laboral, y es un trabajo digno”, remarca.
“Todavía somos jóvenes y toca trabajar, así que no nos quejamos, en la semana hacemos las artesanías y después las ponemos a la venta. Aquí en esta esquina –Pestalozzi y Edison- es la segunda vez que venimos, y nos parece un buen lugar… y además no molestamos a nadie”, aclaran por si hiciera falta.
A pura voluntad.
“Artesanía.mh” (Marambio-Herrera) ofrece muy lindos productos, y además le dan un toque colorido al tradicional paseo de la Villa Santillán.
Tuvieron que enfrentar momentos adversos, luego que Juan sufriera un accidente que afortunadamente hoy puede contar, y no se quedaron en el lamento. Salieron a pelearla y entre los dos –apoyados por el padre de la mujer, ex trabajador municipal- llevan adelante esa tarea que requiere habilidad manual, ganas de aprender y mucha voluntad. Esa capacidad que se requiere para superar obstáculos, aún esos que a algunos se les puedan ocurrir poco menos que insuperables. Juan Ramón y Carina pudieron, aunque no haya sido fácil.
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