Miércoles 14 de mayo 2025

La selva pone su sello al acontecer

Redacción 08/07/2008 - 01.17.hs

SEÑOR DIRECTOR:
El retorno de Ingrid Betancourt al seno de su familia y su comunidad, ha sido celebrado por todos, personas del pueblo y personajes del poder.
La mujer, que acababa de ser candidata a la presidencia de Colombia cuando fue secuestrada por las FARC, permaneció más de seis años en la profunda selva colombiana. Todo el mundo pedía por su libertad y la de todos los rehenes. De pronto, luego de sensibles fracasos de intervención de gobiernos y gobernantes, ha podio subir a un helicóptero con otros diez rehenes y ser conducida a la libertad. Ella misma aplaudió la operación de rescate, agradeciendo a las fuerzas armadas regulares y al presidente, su antiguo rival en la candidatura presidencial. Los analistas no habían previsto esta posibilidad y algunos de ellos tejieron hipótesis acerca del grado de participación que habrían tenido la CIA y agentes de la inteligencia israelí. Éstos últimos se han ejercitado mucho en la infiltración en las filas enemigas. También fue recordado que los propios irregulares de Colombia se infiltraron en filas de los partidos políticos y de las fuerzas armadas y que, en una ocasión, este procedimiento les permitió tomar en rehenes a once diputados en ejercicio, llevándolos a la selva (este episodio tuvo un oscuro y trágico final). En los días posteriores a la liberación de la Betancourt comenzó a correr la versión de que se logró luego del pago de un importante rescate en dólares, alternativa que se admite como posible porque explicaría la aparente facilidad con que se completó ese operativo. Probablemente se tardará en conocer la verdad del trámite previo.
Lo que importa es que un grupo de rehenes ha sido beneficiado con la liberación. Importa también que Ingrid Betancourt haya retornado en buen estado de salud, con ánimo y con un discurso que preanuncia su voluntad de insistir en el camino político, sin perjuicio de un compromiso personal inmediato que la lleva a liderar nuevas campañas por la liberación de todos los rehenes y por la terminación de la guerra interna, que tiene más de veinte años en Colombia y que ha provocado consecuencias importantes en todos los órdenes de la vida de ese pueblo.
Igualmente importa la nueva comprobación de que la fuerza irregular que opera en la selva ha quedado totalmente desprovista de aureola y que es general el convencimiento de su carácter anacrónico. El propio Hugo Chávez, que debe haber sentido frustración, ha repetido que "el tiempo de los fusiles ya pasó", que "ya no es hora de los frentes guerrilleros". Todo parece indicar que es así, aunque nadie puede esperar que la solución final sea fácil. Ni siquiera si avanza la voluntad de negociar el cese mediante un acuerdo de paz (a lo que se ha opuesto el gobierno de Colombia) se debe esperar que falten episodios cruentos y que algunos grupos de guerrilleros o presuntos guerrilleros insistan en lucrar con rehenes y rescates, así como en su dudosa relación con los grupos del narcotráfico, siempre dispuestos a pagar bien a quienes faciliten cultivos clandestinos y traslados de la producción. La historia de estos largos años de guerra interna en la selva ha mostrado todo y lo contrario de todo, pero el idealismo que pudo presumirse en los comienzos, hace mucho que se esfumó.
Cuesta desprenderse de algunas utopías cuya base (como en casi todas las creencias religiosas) incorporaba la esperanza de cambios trascendentes de veloz ejecución y garantizada estabilidad. El tema implicado en estas expectativas es complejo y ha ocupado a los pensadores de todos los tiempos. Lo que creo que importa es que nosotros, en 1983, y la región casi simultáneamente, vivimos un momento de cordura y apostamos a los procesos democráticos que muelen su trigo con desesperante lentitud. Tal vez Ingrid Betancourt tenga su oportunidad presidencial. Su discurso de estos días es una renovada apuesta a esa alternativa.
Atentamente:
JOTAVE

 


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