Lunes 09 de junio 2025

Entre las ideas de lo vacío y de la pureza

Redacción 30/10/2011 - 04.27.hs

Al leer que el voto en blanco tuvo cierta presencia en la elección del pasado domingo, en La Pampa, hubo quienes se pusieron a tejer conjeturas.
Los más conocedores del tema comenzaron por decir que ha habido ocasiones en que el sobre vacío fue una forma de protesta. Dado que esto es verdad comprobable y con casos muy notables en la larga etapa de los asaltos al poder y las posteriores prohibiciones o proscripciones, tenemos definido un tipo de voto en blanco. El de protesta. Que no sería un voto negativo ni algo equivalente a la nada o de la categoría de la caca de paloma.
La relación entre el No y el Sí tiene sus bemoles, de suerte que un No puede ser una forma del Sí condicionado por circunstancias que le son ajenas y de hecho estaría denunciando privación o restricción de libertad para pronunciarse según la preferencia personal. Por eso es que se dice que el No puede ser una forma corajuda de pronunciarse ante una arbitrariedad o una injusticia que el individuo no pueda cambiar ya, pero que quiere dejar constancia que no la acepta y que la cambiaría de estar en su capacidad. En cambio, el Sí, que debería servir para liberar una vía de acción, puede también dar testimonio de un espíritu apocado, resignado, vencido. Esta relación sí-no o no-sí da mucha tela para cortar y podría ilustrar la multiplicidad de situaciones que depara la existencia a las personas. Tal coctelera, este hallarnos empujados hacia un lado y el otro, arriba y abajo, también puede ser presentada como muestra de la singularidad de la situación humana, pues somos un ser (cada individuo de nuestra especie) convocado para un existir que nunca agota las situaciones de prueba. Tanto, que no son pocos los que bajan los brazos y se dejan llevar por la corriente. Son los que salen del tembladeral del sí-no; y algo más: salen de la circunstancia singular de la especie.

 

Lo blanco
Podemos observar también que el blanco tiene cierta fama y miramiento porque se lo toma como representación de la pureza o inocencia, o sea que nombraría algo ideal que, como todo lo ideal, puede ser fantasía de una mente acosada o una extraña luz que titila atrás o adelante, algo que se perdió o algo que quizás se pueda alcanzar. El ideal ubicado atrás es propio del pesimista, que juzga que el hombre se desmerece a lo largo de su historia (a partir del ser perfecto, ideal y autosuficiente que moraba en el Edén, donde, el pobre, ni siquiera tenía solaz en contemplarse o rascarse el ombligo). La luz que se insinúa adelante, en cambio, sería la que visualiza el hombre esperanzado, que sabe que no tendrá reposo pero que si marcha podrá llegar a algo valioso o estar construyéndolo. La luz solar es blanca, pero este hombre que la ve adelante no ignora que puede ser descompuesta en todos los colores, de modo que su andar y su hacer sería la tarea necesaria para juntar la diversidad que somos dándole coherencia y belleza.
Entre los que ubican al Edén a sus espaldas y los que lo esperan hacia adelante, hay una legión que Moliere retrató en el ser que cree vivir en el mejor de los mundos posibles, según la visión de Leibniz.
De modo que en el país de los votantes en blanco podríamos encontrar toda clase de individuos: los que protestan, los que se resignan, los fundamentalistas que creen que hay un único surco y que ya está abierto para siempre y los que si bien no creen que éste sea el mejor de los mundos, se encogen de hombros y piensan como don Juan: ¿quién me quita lo bailado?, como repiten tantos que se han bajado del caballo o el tren. La leyenda argentina habla del carau, que privilegió el bailecito sobre la salud de su madre, y fue convertido en ese pájaro de grito lastimero.

 

Colores
Del lado de los que votan hallamos también una diversidad. Es el blanco que se despliega en la multiplicidad de sus colores. Creen más o creen menos. Incluso descreen. Pero van, aran, ayudan a mantener abierto el surco por si la buena simiente llega a caer por ahí o porque creen disponer ya de la buena simiente y esperan que siga fructificando o que la suya despierte en la besana elemental de la urna y comience a desplegarse de una buena vez.
En todo caso, los hermanos Argensola (uno de ellos, tal vez Bartolomé), advirtieron que hay que recelar del blanco:
"Yo os quiero confesar, don Juan, primero, /que aquel blanco y color de doña Elvira /no tiene más, si bien se mira /que el haberle costado su dinero", soneto que cerraba con este terceto: "Porque ese cielo azul que todos vemos, /ni es cielo ni es azul. ¡Lástima grande! /que no sea verdad tanta belleza". Hoy día, con tanto implante y silicona, ese don Juan necesitaría de más de un poeta para no errar.
Jotavé

 


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