Martes 08 de julio 2025

Desaparecidos que reocupan su lugar

Redacción 06/04/2011 - 04.18.hs

Señor Director:
Ahora los afrodescendientes argentinos se reúnen, se dicen que debe llegar a su final un largo ostracismo, impuesto por otros y buscado no pocas veces por las víctimas para escapar de los efectos de una discriminación arraigada en la sociedad.
Espero que les hagamos saber -y sentir- que son bienvenidos en esta Argentina que ha repetido tantas veces su historia de desaparecidos.
Desde hace años, desde el lado no afro, en la sociedad argentina empezaron a abundar las preguntas acerca de los negros: qué pasó con esos hombres y mujeres tan numerosos en la colonia, tan presentes en la iconografía, tan mentados en el cancionero, los de Maipú, de Perú, de la guerra de la Triple Alianza (contra Paraguay)... Esos tan ruidosos, alegres, comunicativos, vitales, que el blanco gustaba imitar en los carnavales y en las fiestas patrias escolares. Esos que de pronto aparecían en una fotografía tomada en dependencias del Congreso de la Nación. O que uno veía con sorpresa al trajinar por la entrada de Rivadavia y Callao. También se repetía otra pregunta: de dónde habían salido, puesto que no eran aborígenes precolombinos ni se los había visto bajar de los barcos en el tiempo de la gran inmigración. Las comisiones mandadas por el gobierno argentino para invitar a poblar nuestro suelo no tuvieron destino africano. ¿Habría alguna conexión determinante entre aquella desaparición de los negros y esta omisión de su tierra de origen?
Las guerras de la independencia y las guerras civiles generaron no pocas desapariciones masivas en nuestra historia. Hubo éxodos más o menos caudalosos en el pasado siglo. No ya de negros, porque había cambiado el estado de cosas y porque los negros ya no estaban. Hubo exilios con cada uno de los golpes militares a partir de 1930 y 1943. El pasado siglo fue un siglo de intercambio de exiliados, pues se iban los nuestros y venían los españoles de la república, los centroamericanos, los que escapaban de los campos de concentración y de las cámaras de gas. Fue caudalosa la salida de gente nuestra entre l976 y l982. Algunos volvieron y otros fueron encontrados al cavar fosas clandestinas; otros se perdieron en el mar o arribaron en alguna costa, traídos por la marea desde aguas adentro. No le servirá de consuelo a los negros, pero ésta es tierra de desaparecidos. Y de desaparecedores. Hace poco reaparecieron los homosexuales y empezaron a reaparecer aborígenes. Y pobres.
Ahora se muestran los negros, algunos con la piel blanqueada por el cruzamiento. Hay entre ellos escritores, actores, músicos, hombres públicos. Ya no se esfuerzan por ocultar su ascendencia. Puede suponerse que es efecto del sinceramiento resultante de la tragedia con que culminó un siglo de desencuentros feroces. Los negros retornan. Es cierto que no regresan los que yacen en tierras del Alto Perú, de Chile, de Perú, de Paraguay, de los múltiples escenarios de la guerra civil y la desmesura. No vuelven aquellos soldados que habrían hecho que un jefe militar dijese "¡Pobres negros!" al ver aniquilada la vanguardia de su tropa.
Vuelven a través de los caminos de la sangre, que son como vasos comunicantes, que no se limitan a establecer la igualdad de nivel (según el principio de la hidrostática) sino que conservan el instinto de reunir e igualar lo que fue mal separado y discriminado hasta el extremo de su aniquilación.
El 31 de marzo, Día Internacional de los Afro Descendientes, así declarado por las Naciones Unidas, volvieron a presentarse en Buenos Aires y dijeron que se proponen hacerse visibles y reocupar su lugar en la historia patria. Es bueno que así sea, como ha sido bueno que la Argentina retomase los caminos de América del sur, al cabo de casi dos siglos de estar negándose en una diversidad que es, al tiempo, garantía de universalidad. A fuerza de retomar caminos abandonados, puede que restablezcamos la huella fundadora.
Atentamente:
JOTAVE

 


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