Un político y una decisión irresponsable
El senador Carlos Verna decidió renunciar a su candidatura a gobernador por el oficialismo en La Pampa y dejar a su tropa en medio del río. La decisión, según sus propias palabras, fue porque no iba a poder gobernar sin el apoyo de la presidenta Cristina Fernández.
La cuarta fue la vencida. Esta fue una postulación problemática desde el comienzo. Se habló de que no iba a ser el candidato cuando empezó a discutirse esa posibilidad en los primeros meses del año. Se dijo que Verna no quería serlo, y varias veces, hasta que aceptó. Se habló luego de que iba a renunciar a horas de cerrar las listas porque la situación en la capital provincial llevaba a una interna. Se habló, también, de que iba a bajarse la semana pasada cuando la presidenta intervino en la designación del postulante para diputado nacional pampeano, y le torció su brazo. Días después, finalmente, se bajó.
El hecho creó conmoción porque parecía, según encuestas y la opinión pública, que podía llegar a gobernar nuevamente la provincia a partir de diciembre. Y dejó debilitado al Partido Justicialista ante el trance de octubre próximo.
Ha sido recurrente la postura del senador de bajarse en las horas más difíciles. Llegó al pico máximo de la carrera política en la provincia: gobernador y senador. Pero no supo ser un conductor. En 2007, no buscó la reelección cuando debía enfrentarse con el marinismo en una de las internas más definitorias que tuvo el justicialismo provincial. Cuando la capital se movilizó para frenar los embates autoritarios de uno de sus candidatos y logró que fuera destituido, en uno de los peores momentos del oficialismo, decidió renunciar a la presidencia del partido.
Esas decisiones de abandonar el barco cuando se necesitaba un capitán consciente de cada momento histórico mostraron también la manera en que se manejó siempre en su vida política. El silencio, las sombras y el personalismo fueron parte de esos momentos. Su resolución de no pelear por una nueva gobernación fue tomada casi como un capricho, inconsulta por lo que se sabe y dejando huérfana a su tropa, que tuvo rápidos reflejos para reordenarse.
No es una renuncia cualquiera y puede llegar a tener consecuencias importantes para la provincia. El PJ está atravesado por una interna que no logra resolver y que ahora podrá potenciarse. El próximo candidato deberá tener la suficiente legitimidad para intentar ser conductor sin el respaldo de un liderazgo fuerte detrás, como ocurrió con el actual mandatario.
Verna cultivó durante sus cuatro años como gobernador (2003-2007) un perfil de hombre ejecutivo. Muy diferente a quien le continuó en el cargo. Sin embargo, seguramente será recordado por la historia como el dirigente que renunció en su pico político. Y no será por un renunciamiento sanmartiniano, sino por no haber podido estar a la altura de las circunstancias.
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