Alguien que ve más allá de la montonera
Señor Director:
La muerte de León Rozitchner, el pasado domingo, fue noticia destacada en nuestra edición del lunes.
Me golpeó la noticia. Estaba leyendo páginas suyas acerca de los estoicos, a fin de entender efectos posibles de la prolongación de la vida humana (el fenómeno actual de la longevidad) e ignoraba que este pensador tan potente, tan creativo, llevaba meses de internación.
Devoré durante la semana lo que sintieron necesidad de decir casi todos los hombres pensantes (y escribientes), las cuales me confirmaron en la impresión que me habían producido lecturas salteadas de su producción. Me quedé con la nota de Silvina Friera, en Página/12. Sorprende el saber y la capacidad comunicacional de esta periodista, como ya he dicho en esta columna. En su reseña de la vida, obra y personalidad de Rozitchner destaca algunos momentos que lo revelan como uno de esos pensadores que proponía implícitamente Romain-Rolland en su alegato contra la primera guerra, publicado el 15 de septiembre de 1915 y que tituló Au-Dessus de la mêlée. La traducción de este título nos llevó tiempo (en ese tiempo, en la Normal se aprendía francés). Nos gustaba "Por encima de la tormenta". He visto que otros traducen "pelea". La voz remite a la idea de montón, montonera (en rugby) y también es admisible multitud. Pero la idea luce clara: se trata de esforzarse por ser objetivo, sin dejarse arrastrar por el acontecimiento que se está desarrollando. Había que tener, además de lucidez y firmeza de convicciones, coraje del menos frecuente o más difícil de convocar en el momento preciso, para hacer lo que Romain-Rolland: escribir contra la guerra cuando la guerra comenzaba. Al líder socialista de entonces en Francia, Jean Jaurés, hacer lo mismo le costó la vida.
Rozitchner estaba en Venezuela, exiliado desde 1976, cuando lo de Malvinas. Otros exiliados propusieron una declaración celebratoria de la recuperación de las Malvinas, haciendo la salvedad de no convalidar por eso al gobierno dictatorial. Silvina cuenta que Rozitchner fue el único que se negó a firmarla. Recuerdo, a mi vez, que muy pocos de los líderes políticos de entonces (todos fuera de juego, porque el régimen había prohibido la política) se negaron a hacer el famoso viaje en avión para celebrar la ocupación argentina de las islas. Creo que Raúl Alfonsín se negó a ser de la partida. ¿Veían, tanto el filósofo como ese político, por encima de la tempestad o del polvo levantado por la pelea? Si pensamos en los ciudadanos anónimos de entonces, ¿cómo vivieron ese momento?, ¿cuántos vieron a través o por encima? No está en mi ánimo molestar a nadie. Sé que, de los que estaban en el país y no aceptaban la propuesta militar, hubo quienes controlaron la espontaneidad del grito celebratorio. Callaron y no se sumaron a las multitudes exultantes. En esas circunstancias, callar equivalía a no firmar desde el exilio. Lo que me importa en esta nota es destacar el gesto de Rozitchner, a quien no conformó esa importante salvedad que proponían los intelectuales exiliados en México, Venezuela y otros países. ¿Acaso no bastaba esa salvedad, ese repudio al régimen militar? Lo que ahora creo es que Rozitchner veía más lejos o que veía que ni siquiera la recuperación de Malvinas valía lo que el régimen vedaba para ese momento y, en sus miras, para todo futuro. Es más, creo que se puede discutir si su mirada era más certera que la de los otros intelectuales del exilio, pero que, así y todo, lo suyo vale como expresión de autenticidad en la convicción principista.
Cuentan quienes fueron sus amigos que Rozitchner siguió siendo él aun en los grupos de labor que aceptaba integrar. Participaba, pero no se disolvía en el grupo. Sentía la necesidad de manifestarse como alguien que retenía siempre un margen de libertad para uso exclusivo, no obstante ser buen amigo, leal compañero de quehaceres y generoso de sus dones.
Atentamente:
JOTAVE
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