Lunes 09 de junio 2025

El berrinche del "picódromo"

Redacción 23/02/2012 - 04.34.hs

Desde hace un tiempo considerable la ciudad asiste sorprendida a una situación tan singular como enojosa: un sector de propietarios de motocicletas reclama de los poderes públicos la construcción y habilitación de un "picódromo". Ese neologismo nació para designar un lugar habilitado para realizar "picadas", estos es: carreras muy breves y rápidas protagonizadas por conductores particulares y no por pilotos profesionales. Ese reclamo viene ensamblado con otro de carácter francamente extorsivo: si no se habilita ese espacio los reclamantes seguirán con su peligrosa y ensordecedora costumbre de correr carreras en la vía pública.
No puede decirse que la situación haya surgido súbitamente; desde hace al menos un lustro, acorde con la reactivación económica del país, el número de motos en la ciudad aumentó rápidamente, y sigue aumentando. Ese crecimiento, acompañado de una notable permisividad ante el incumplimiento de las normas de tránsito y un relajamiento en los controles, trajo aparejados otros problemas: masiva circulación sin casco protector, alta velocidad en las calles, número excesivo de personas en el vehículo... Las sucesivas administraciones municipales no quisieron o no pudieron contener ese auge, que los excedió largamente y se tradujo en una impresionante cantidad de motociclistas accidentados y muertos durante los últimos años.
Tanto desorden tiene un único atenuante: la mayoría de los usuarios son trabajadores que usan las motocicletas para concurrir a sus labores y con su adquisición muchos comienzan la "carrera" hacia el automóvil típica de nuestra sociedad de consumo. Este fenómeno es fácil de comprobar cuando se advierte el incremento de vehículos en las horas de entrada y salida de los lugares de trabajo.
Lamentablemente, y en forma paralela, surgió otra clase de conductores de motocicletas, que evidentemente nos las utilizan con ese propósito; no de otra forma puede entenderse que en plena semana hábil recorran la ciudad en bandadas por las noches, muchos de ellos con escapes en abierta infracción a las normas legales y de convivencia, sin discriminar los sitios por donde transitan. Esos grupos, malentendiendo la actividad deportiva, usan la vía pública para sus picadas, generalmente en la oscuridad nocturna y despreciando los escasos controles de tránsito. Cuando se les ha solicitado que cesen con tan peligrosa actividad y adopten una actitud más solidaria con el resto del vecindario la respuesta ha sido la exigencia del "picódromo", armando verdaderas patotas motociclísticas que conmovieron la ciudad. Para colmo, no han faltado casos de comportamientos prepotentes y de desprecio hacia el resto de los habitantes de la ciudad con respuestas como "la ciudad es nuestra" y algunos hasta se han permitido amenazar a quienes bregan por una ciudad más tranquila y ordenada. Cabe señalar que los picódromos no dan garantías de seguridad; muy pocos días atrás, en Santa Fe, en uno de esos lugares, pretendidamente acondicionado para el quehacer motociclístico, se mató un joven. En tanto aquí en La Pampa, en General Pico, la habilitación de un "picódromo" no terminó con las picadas en plena ciudad y en una de ellas murió un motociclista hace pocos días.
La reacción de la municipalidad santarroseña ante tanta necedad ha sido bastante tibia y dubitativa. Podría decirse en su defensa que con todos los problemas que afronta el municipio la del picódromo ni siquiera puede calificarse como prioridad. Pero alguna autoridad comunal tuvo, al menos, un rasgo de originalidad para con los que exigen un picódromo: ante el pedido les sugirió que se nucleen, formen una entidad, la registren y asuman las tareas que pretenden para sus fines, pero basándose en la acción propia, no en el esfuerzo de los demás.

 


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