Viernes 06 de junio 2025

El tema de la edad y de una forma de exclusión

Redacción 17/10/2013 - 03.30.hs

Señor Director:
Al comenzar la semana anterior llegaron algunos ecos de la celebración del cuarto de siglo transcurrido desde que fuera creada la facultad de Ciencias Sociales en la universidad de Buenos Aires (UBA).
Me interesó en particular algo de lo que dijo su decano a un medio de prensa con respecto al límite de edad fijado para el ejercicio activo de la docencia. Se sabe que tal no más allá está fijado en los 65 años, momento en que todos estarían obligados a renunciar para recibir el haber jubilatorio a cambio de su retiro. Se sabe también que este límite es resistido en algunos medios y que hay ministros de la Suprema Corte de Justicia que parecen no darse por enterados.
El decano de Ciencias Sociales hace notar que entre los afectados están algunos de los docentes que asumieron la responsabilidad de organizar y dar andamiento a esa facultad. Los 25 años transcurridos desde la fundación dan credibilidad a su dicho. Con todo, me interesa destacar aquí que se siente como una injusticia que esas personas, cuando no han decaído ni mucho menos, se puedan ver forzadas a retirarse. A quienes pertenecen a otros órdenes laborales parecerá extraña esta resistencia, pues lo habitual es que se esté como a la espera de la jubilación. Sin embargo, quienes han vivido gozosamente su etapa laboral siempre han sentido lo forzoso de ese quiebre, ya como exclusión ya como aviso de que se ingresa en la etapa final de la existencia. O ambas cosas. Sin embargo, está claro que la demora de los relevos genera otro orden de excluidos y postergados.
El decano propone superar esta "política de exclusión" para lo cual deberían crearse "espacios en la facultad que permitan la convivencia de las generaciones, reteniendo todo el talento y la energía disponibles, sin otro criterio regulador que el desempeño, la capacidad y el compromiso".
La idea suena bien, pero lo que hace falta es salir de los enunciados generales y hacer propuestas bien definidas. Creo que deben explorarse dos alternativas: en la universidad y en la sociedad. En la universidad estimo que se puede pensar que sea otorgada la jubilación sin que implique retiro efectivo y que esos docentes si lo desean puedan desempeñarse en proyectos de investigación, en maestrías y doctorados, sin perjuicio de compartir cátedras de grado para desarrollos especiales por invitación de sus titulares o según algún procedimiento reglado.
Aparte de las soluciones que puedan arbitrarse en los propios institutos de enseñanza ya es tiempo de que la sociedad actualice la mirada para asumir los cambios que va determinando la prolongación de la expectativa de vida. Nos encontramos con que no podemos demorar la jubilación porque pondríamos un tapón a las nuevas promociones, pero tampoco podemos fingir que ignoramos que cada vez hay más personas que prolongan su capacidad laboral y que, para ellas, tener un quehacer es un elemento esencial para no caer en tedio o algunas de esas enfermedades del alma que resultan de sentirse excluidos y sin protagonismo. Del lado de la biología o de la naturaleza parece estar viniendo una ayuda, representada por la paulatina caída del promedio de nacimientos. Sucede que también las etapas intermedias de las edades se van modificando y que el reconocimiento de la igualdad de la mujer hace que las parejas demoren el momento de procrear. Quiero decir que el problema que inquieta al decano de Ciencias Sociales de la UBA es parte de un estado de cosas mayor, inclusivo. Cuando cambia el marco de referencia, cambia el comportamiento de los individuos y las pautas anteriores (las jubilatorias entre ellas) dejan de ser funcionales. Estas pautas son limitaciones consensuadas (a través del procedimiento legislativo) o custodiadas por la costumbre para que exista un orden un orden que evite que el libre albedrío o libertad generen una guerra permanente de todos contra todos.
Atentamente:
JOTAVE

 


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