Miércoles 11 de junio 2025

Un hallazgo y los fantasmas colectivos

Redacción 01/11/2013 - 04.13.hs

El hallazgo de una niña rubia y de ojos celestes como pretendida hija de una pareja de gitanos en Grecia, quienes admitieron que no era suya sino que "la habían recibido regalada por su madre", ha hecho brotar algunos de los más siniestros fantasmas del inconsciente colectivo de la humanidad: el del robo de niños. Durante varios días, la noticia del llamado "ángel rubio" por la prensa amarillista, recorrió los principales medios del planeta, hasta que se fue aclarando la situación. Pero la polémica y el debate quedaron instalados.
La pareja investigada por el caso tenía ya registrados como hijos adoptivos al menos a otros diez niños. El matrimonio se defendió ante las autoridades con dos argumentos: que la pequeña había sido regalada por su madre y que los demás, cuyo origen no se especifica, los tenían porque así pueden acceder a más beneficios sociales por parte del Estado.
El caso, en verdad, quedó de inmediato, a poco de ser conocido y en base a las primeras versiones periodísticas, teñido de espanto porque se asoció con el robo de niños y el tráfico de órganos. Para más, esa etnia, con culpa o sin ella, ha cargado con ese estigma desde épocas remotas y su condición cultural diferente a la de la mayoría de los lugares donde habita, la hace pasible de sospechas en base a prejuicios.
El hecho ocurrió en la zona balcánica, uno de los lugares más empobrecidos de Europa, desde donde muchos de sus habitantes emigran para tomar oficios y menesteres de lo más denigrantes, especialmente después de la caída de los regímenes socialistas del sector oriental.
Sin embargo, esa región no sería, ni con mucho, la única en el mundo capaz de comerciar con la infancia. Solo hay que recordar la subvaloración de las niñas en China o la comprobada venta de médula ósea en América Central, donde se asegura extraoficialmente, que suele haber un abierto tráfico de niños, y no siempre con destino a adopciones. Hasta en nuestro país una persona tan respetada como la monja Marta Pelloni denunció en su momento el mismo comercio en algunas empobrecidas provincias argentinas. En esa oportunidad este diario dialogó con la religiosa quien ratificó todos sus dichos, y no los ha rectificado, que se sepa.
No son estos más que unos pocos ejemplos, pero el caso del "ángel rubio" ha convocado los peores recuerdos y temores, sobre todo en una sociedad global que se ha acostumbrado a que todo se puede comprar y vender.
Las últimas noticias sobre el caso indicaron que se había hallado en una remota aldea de Bulgaria a una pareja gitana cuyos hijos tenían los mismos rasgos que la pequeña. Luego se comprobó -tras realizarle a la niña un examen de ADN-, que eran sus padres biológicos. La familia habló entonces y aceptó que la habían entregado hacía muchos años porque no podían mantenerla.
Las declaraciones de la madre fueron de un patetismo desgarrador. Insistió que no había sido vendida y dijo antes de confirmarse el lazo de parentesco: "Regalamos la niña. No he tomado dinero, la dejé porque no tenía con qué alimentarla. No sé si es la mía, parece la mía, pero ¿cómo puedo saber?".
Lo más doloroso en una historia teñida toda de marginalidad y dolor, sea tal vez cuando la niña vaya comprendiendo que durante su infancia no fue más que una mercancía.

 


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