Jueves 19 de junio 2025

Trump siempre arruga

Redacción 19/06/2025 - 00.31.hs

Fiel a su conducta pendular, Trump ahora ha salido a tuitear una demanda de "rendición incondicional" de Teherán, amenazando incluso con asesinar a su máximo líder, el Ayatollah Ali Khamenei.

 

JOSE ALBARRACIN

 

Durante su campaña electoral, el presidente Donald Trump había prometido enfáticamente, y en reiteradas ocasiones, que durante su administración los EEUU no iniciarían nuevas guerras en el extranjero. Y no sólo eso: que sus habilidades como negociador le permitirían rápidamente poner fin a los conflictos bélicos en Ucrania y en la Franja de Gaza. A cinco meses de su asunción, ya sabemos que estas dos guerras no sólo no han cesado, sino que han recrudecido. Y en cuanto a lo de no iniciar nuevos conflictos armados, está a punto de quebrar también esa promesa, involucrando a su país en respaldo de Israel en su aventura de atacar a Irán.

 

Aislado.

 

Esta retórica electoral estaba puesta al servicio de su base popular, más conocida con la sigla "MAGA" (Make America Great Again), que cree firmemente en el aislacionismo tradicional norteamericano, aquilatado a mediados del Siglo XIX. La verdad es que, habiendo conquistado un enorme territorio extendido hacia los dos océanos (a costa de México), y asegurada su hegemonía en todo el continente (expresada en la doctrina Monroe, "América para los (norte)americanos"), los EEUU no tenían ninguna necesidad de involucrarse en las reyertas europeas, y mucho menos, del oscuro resto del mundo.

 

Ese aislacionismo se quebró, a regañadientes, cuando el país se vio compelido por sus aliados europeos a involucrarse en las dos guerras mundiales del siglo XX. Aunque, claro está, esas incursiones le permitieron consolidar un imperio de alcance global, del cual hasta los europeos resultaron vasallos, en particular, cuando a partir del abandono del "patrón oro", el dólar estadounidense alcanzó su exorbitante privilegio como moneda única del intercambio comercial internacional.

 

Si algo representa Trump es esa vuelta nostálgica a aquel aislacionismo histórico, en particular, ante la percepción de que la globalización económica implicó la pérdida de trabajos industriales en los propios Estados Unidos, lo que ha deteriorado la calidad de vida de las clases populares. Y ya hay notorios ideólogos de su movimiento, como los "periodistas" Tucker Carlson y Steve Bannon, que le reprochan el abandono de estas premisas.

 

Cumbre del G7.

 

Lo cierto es que Trump no quería, ni mucho menos, una guerra con Irán. Si bien él mismo se había encargado en su primer mandato de desbaratar el acuerdo de no proliferación nuclear que Teherán había aceptado en tiempos de Barak Obama, no es menos cierto que por estas semanas trabajaba con ahínco en reflotar esa idea, bien que con su sello de "negociador profesional".

 

Fue la actitud intempestiva de Benjamín Netanyahu y su gobierno, al bombardear el país musulmán y asesinar a una serie de líderes políticos, militares y científicos, lo que obligó al presidente estadounidense incluso a abandonar una cumbre del G7 que se llevaba a cabo en Canadá, desairando a sus supuestos aliados, para ocuparse de esta nueva crisis bélica. Israel ha dicho en términos nada ambiguos que necesita armamento específico de EEUU para destruir depósitos nucleares subterráneos de Irán.

 

Y, fiel a su conducta pendular, que le ha valido el gracioso mote de "TACO" (sigla de "Trump Always Chickens Out", que puede traducirse como "Trump siempre arruga") ahora ha salido a tuitear una demanda de "rendición incondicional" de Teherán, amenazando incluso con asesinar a su máximo líder, el Ayatollah Ali Khamenei. Acaso esta bravuconada sea para disimular cómo el gobierno de Tel Aviv ha venido a desautorizarlo, desbaratando sus planes de negociar con los iraníes.

 

“Timing”.

 

El "timing" de Israel en estos ataques revela una acertada lectura de las debilidades de su enemigo, pero también, la adicción a la guerra de esta entidad política injertada en Medio Oriente tras la Segunda Guerra Mundial. Los ataques de Hamas del 7 de octubre de 2023 -que la inteligencia israelí había detectado al menos un año antes de ocurrir- le sirvieron como pretexto para invadir Gaza (con vistas a su anexión total) sobre la que, al apartheid ya reinante, le sumaron un verdadero genocidio de la población civil.

 

Durante la guerra diezmaron -sin destruir por completo- al ejército de Hamas que controlaba ese enclave palestino. Y de paso, desarticularon gravemente la estructura de Hezbollah en el Líbano, y la de los Houtis en Yemen. A estos ataques en países extranjeros se sumó la anexión de nuevos territorios palestinos en Cisjordania y, ante el colapso del gobierno de la vecina Siria, procedieron también a ocupar enclaves estratégicos de ese país vecino.

 

Ahora le ha llegado el turno a Irán, la potencia regional que estaba detrás de Hamas, Hezbollah y Huties, que ya no pueden acudir en su ayuda (tampoco puede hacerlo Rusia, demasiado ocupada con su propia guerra en Ucrania). El ataque sirve también para abortar cualquier mejora diplomática que pudiera haber traído la gestión negociadora de Trump, y para distraer la atención internacional de los crímenes cometidos en Gaza. Para no hablar del frente interno de Netanyahu, acosado por la fuerte oposición popular a su sesgo autoritario, y por las causas judiciales por corrupción en su contra.

 

El plan es calcado de las otras dos guerras iniciadas este milenio en la región, en Afganistan e Irak: invasión, deposición del gobierno y eventual "retirada" (derrota) de las fuerzas invasoras. Ya sabemos cómo terminaron esas aventuras: con estados fallidos, y miles de refugiados que intentarán llegar a Europa (es interesante cómo la derecha, que tanto odia a los inmigrantes, no hace otra cosa que fabricarlos en serie).

 

Todavía existe una leve esperanza de que el conflicto no llegue a tanto, y se logren desescalar las hostilidades en un plazo no demasiado lejano. No porque en Washington estén interesados en los derechos humanos o en evitar repetir errores pasados, sino porque, al caos global creado por el festival de tarifas impuestas por Trump a las importaciones, se sumaría una crisis de abastecimiento petrolero colosal. Y así no se pueden hacer buenos negocios.

 

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