Jueves 15 de mayo 2025

La urbanización crece y menoscaba la memoria

Redacción 05/12/2013 - 04.19.hs

Señor Director:
Si uno es vecino viejo o poblador de larga residencia, puede que sienta nostalgia de un tiempo más reposado, de más lento discurrir, sin que, por eso, pueda ser tachado de enemigo del progreso.
O sí, porque la idea de progreso ha perdido gran parte del prestigio de que gozó largamente hasta que empezó a perderlo al avanzar el pasado siglo. Es verdad que no todos entienden lo mismo al decir o pensar esa palabra. Si en primera acepción expresa que es ir para adelante, también advierte que supone mejora, y se sabe que se puede mejorar sin necesidad de moverse en el espacio. Finalmente, también depende de qué se entienda por mejorar, siendo que cada uno parte de su situación o estado y hace balance según su experiencia, los valores que aprecia, su grado de sabiduría y una multitud de circunstancias que hacen que cada individuo sea una singularidad. Digamos que el progreso valorable es el que trae mejora para la mayoría, aunque sea inevitable que disguste a los menos.
Dejo a la rumia del lector seguir desarrollando la idea de progreso y diré que el tema me sobrevino al leer, días atrás, que existe la posibilidad de un loteo de las diez hectáreas que vinculan la ruta 5 con la avenida Palacios, en el sector este de la ciudad. Hablo de lo que los viejos vecinos siguen mentando como Tiro Federal. Mi propia idea de progreso, en este caso concreto, expresada más de una vez aquí, es que esas tierras fueran convertidas en parque público, un espacio común y un pulmón para la respiración de una población en incesante crecimiento, con tendencia a apiñarse cada vez más. Se dirá que es una aspiración horra de solidaridad, porque hay muchas personas que hoy penan por poder tener un terreno propio para construir su vivienda. Esto siempre sucede cuando se piensa en el todo y en lo permanente, porque obliga a sacrificar algo de lo urgente. En mi descargo puedo remitirme a la existencia de terrenos del radio urbano que se han valorizado por el proceso expansivo de ocupación efectiva del suelo. Han acrecido su valor especulativo por la urbanización acelerada a la que hoy asistimos y que tiene su símbolo en el crecimiento vertical y la reducción progresiva del espacio habitable de la vivienda. Como esta tendencia es la que más crece, la disponibilidad de espacio público adquiere creciente importancia. Una muestra de la realidad la dan los centenares y aun millares de personas que salen a hacer caminatas y de niños y menores que ven en los parques con juegos un gesto de amor de la comunidad a sus propias necesidades.
Quizás deba explicar aquí el título que lleva esta nota. La elaboración del título siempre me hace pensar en la relación de contraste entre el gusto japonés por lo diminuto y el rasgo expansivo de la vida; eso que hizo decir a Pedro E. Pico, cuando vivía en Santa Rosa, que estamos metidos en la sociedad como un baobab en un tiesto (maceta) japonés. Cierto es que los japoneses resolvieron ese problema sometiendo a la vida a un empequeñecimiento equivalente, con sus árboles y plantas forzados a un enanismo que se logra y prolonga con el bonsái, cortando periódicamente los medios que tienen los vegetales para su aspiración y necesidad de expandirse y asegurar la continuidad de su especie. De alguna manera, estamos haciendo lo mismo con los humanos, castrándolos de hecho y haciéndoles sentir que el propio cuerpo es una carga, un problema, algo que comienza a sobrar.
Un título es siempre una idea reducida al nivel de bonsái cuando se quiere anticipar o sugerir el tema a desarrollar y lo esencial del desarrollo previsto. Lo que había pensado resulta de que cada vez el paisaje urbano que se muestra a mis ojos, cambia con mayor rapidez. Puedo conservarlo en la memoria personal, pero la memoria colectiva queda clausurada por obsolescencia. ¿Acaso vale recordar lo condenado a existencia tan efímera como la de las cachipollas, que viven un solo día?
Atentamente:
JOTAVE

 


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