¿Necesidad o delincuencia?
Las escenas que se vieron por la televisión en la capital de Córdoba en los últimos días parecían escapadas de otros tiempos. Un deja vu antes que una estampida novedosa, porque saqueos a comercios ya se habían registrado hace algunos meses en varios puntos del país, provocando, uno de esos episodios, la caída del intendente de Bariloche acusado de ser el responsable de estimularlo.
Esta vez se dieron en el marco del acuartelamiento de la policía cordobesa. Fue una jornada de furia en la que confluyeron varios factores. Se vieron bandas organizadas que aprovecharon que los uniformados no iban a salir a las calles para cometer delitos. Delincuentes que usufructuaron la "zona liberada"que provocó el reclamo policial mezclados con vecinos que forman parte de un cultivo siempre latente en los sectores más vulnerables que en ocasiones intentan resolver sus necesidades a través de este método. Hasta se habló del visto bueno otorgado por parte de algún sector de esa fuerza de seguridad para potenciar la protesta y presionar en las negociaciones.
Sin dudas que el acuartelamiento y los saqueos tuvieron que ver con una protesta salarial que era legítima si uno analiza los sueldos que afirmaron cobrar los agentes. Pero este caso no puede escapar al panorama general de descomposición de muchas fuerzas de seguridad de provincias grandes donde el narcotráfico y la vinculación de parte de sus integrantes con algunas redes delictivas como la trata de personas han infiltrado sus filas.
El estallido cordobés mostró un fenómeno local en torno a un reclamo muy puntual. Pero hay una sombra que se proyecta sobre esa realidad, una serie de hechos que hay que tener en cuenta.
Días antes hubo asaltos protagonizados por bandas de individuos a negocios de Gobernador Gálvez, también en algunos puntos del conurbano bonaerense, simultáneamente a los hechos de Córdoba, y en uno de ellos murió un comerciante chino cuando un grupo quiso saquear su local y él se resistió. Hasta en Río Negro, sensibilizado con lo ocurrido hace dos años, se tomaron medidas en ese sentido para que la policía estuviera alerta frente a la repetición de los robos cometidos por grupos. Cabe preguntarse si esta sucesión es mera coincidencia y si se seguirá repitiendo este tipo de delitos que involucran a gran cantidad de personas.
Corresponde aclarar que ésta y la inmediatamente anterior ola de saqueos a comercios no tienen su origen en una extendida crisis económica y social. En un país con crecimiento y políticas de inclusión y de atención a los sectores marginales, los asaltos masivos a negocios irrumpen como consecuencia de una forma de delito organizado que aprovecha ciertas coyunturas favorables antes que la manifestación violenta de una sociedad hambreada, como ocurrió a fines de la década de los ochenta y en 2001. De todos modos no puede perderse de vista que en las grandes urbes sobreviven demandas sociales insatisfechas y que muchas tramas institucionales están infiltradas por redes delictivas, en particular por el narcotráfico.
Estar atentos a estas señales es imperioso para anticiparse a nuevas manifestaciones de violencia colectiva.
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