Extraños modos de marcar su presencia
Señor Director:
Diez días atrás, cuando se recordaba el bicentenario del combate de San Lorenzo, me sorprendí al evocar y tararear la marcha que lleva el nombre de ese lugar de Santa Fe, junto al Paraná
Música y letra están enteras en mi memoria desde los años de escolaridad primaria. La marcha de San Lorenzo se aprendía con gusto y se cantaba con todos los pulmones. Años después, alguien dijo aquí, en Santa Rosa, que había escuchado esa marcha por una banda en Bélgica y luego fui sabiendo de otros testimonios del mismo tipo, pero referidos a lugares diversos, en especial de Europa. Finalmente hubo quien sostuvo que lo que había sucedido era que compramos esa música y le pusimos letra propia. Me pareció posible y traté de aceptar el hecho a partir de la idea de que la música expresa todo, y al decir todo pienso en el hombre como especie y su relación con lo dado, o sea, la naturaleza, el universo. Rehusaba, con este argumento, algo que también pudo pensarse y probablemente se dijo como corolario del dato de la "compra" de esa música a un país europeo: que todo lo bueno viene de allá.
En este bicentenario del combate inicial de los granaderos de San Martín pude leer un artículo de Juan Sasturain. En su relato dice que la música nació en Río Cuarto, de un uruguayo que allí residía. Cayetano Silva se llamaba. Tenía una hija pequeña y acostumbraba arrullarla con su violín. Fue desarrollando así una música que, años más tarde, se la ofreció al general Ricchieri, ministro de Guerra de Julio A. Roca. Ricchieri no la aceptó como homenaje a su persona y le propuso llamarla San Lorenzo, su pueblo natal. Un amigo de Silva (Carlos J. Benielli) unió este nombre con el combate y elaboró la letra, la que comienza diciendo "Febo asoma" y luego desarrolla un relato poético de la acción para concluir resaltando la figura del sargento Cabral, "soldado heroico". Sasturain hace también literatura y va dejando unos datos sueltos que, al final, se unen para redondear su significado: Silva era un moreno. Cabral era un moreno. Cabral murió en la acción de sacar a San Martín que había quedado apretado por su caballo, alcanzado por un disparo. Silva murió pobre y olvidado y hasta se le negaron derechos que alguna vez reclamara por haberse desempeñado como policía. Sasturain hace un guiño al recordar que otro granadero jugó un papel principal para dar tiempo a San Martín de escapar de las bayonetas hispanas. Dice Sasturain que este granadero no entró en los versos porque su apellido (Baigorria) es más difícil de rimar. Cabral es más categórico y se adecua a la música de Silva.
La idea de este relato, que puede ser, al cabo, el más ajustado a la significación de aquel hecho de guerra y del momento en que se produjo, no desmerece al Libertador, hombre de tez morena, al tiempo que pone de relieve a dos hombres de origen africano. Dos de los muchos de ese origen racial que luego acompañarían a San Martín en su empresa final y que recién ahora volvemos a visualizar al superar olvidos (y prejuicios) para empezar a aceptar la diversidad de orígenes de lo que es hoy el pueblo de la nación que comenzara a consolidarse en aquel combate y que acababa de expresarse en las resoluciones de la Asamblea del XIII. Cuando digo que el relato está más ajustado a la significación del hecho de guerra, no es solamente porque se da presencia al moreno, sino porque San Lorenzo vino a confirmar las decisiones básicas de la Asamblea en cuanto a la determinación de independizarse y de definir una orientación política de rango democrático. En la misma tónica, el escritor (Sasturain) aporta para que veamos nuestra historia despojada de los acartonamientos con que fue enseñada durante tanto tiempo.
Me gustaba cantar a plena voz, cuando escolar, la marcha de San Lorenzo. Me dice ahora algo indefinible, sugerente. Posiblemente me rescata de mis años y me hace argentino del Bicentenario: Mayo, Asamblea, combate.
Atentamente:
JOTAVE
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