Un poco de justicia ante un atropello
Los años del menemismo crearon una oscura trama sobre buena parte de la tierra pública en la zona cordillerana patagónica. Desaparecidas o jurídicamente diluidas las leyes que hacían a la concepción de "seguridad de fronteras" hubo varios casos de ventas y concesiones sospechosas y sospechadas en que la tierra pasó a manos de millonarios extranjeros, una situación que se prolonga hasta hoy.
Esas cesiones de terrenos (algunos ubicados dentro de parques nacionales) contaron, cómo no, con la complicidad y el silencio de los poderes políticos y de la gran prensa, al tiempo que generaban muy serios problemas entre la población ya que, con una soberbia que humillaba nuestra condición de argentinos, los presuntos dueños se permitían cerrar caminos y vías de acceso, sin tener reparo en acudir a la fuerza. Precisamente hace poco se cumplieron seis años desde que un joven que intentaba pescar en las cercanías del lago Lolog fuera alevosamente muerto de un balazo por los sicarios contratados para la vigilancia. No puede decirse que la justicia -una vez más- haya tenido una buena actuación: el responsable último e instigador del asesinato, pese a haber sido condenado, se pasea libremente por la Patagonia, haciendo gala de la insolencia del dinero.
Otro ejemplo vergonzoso es el del magnate inglés Joe Lewis, quien a su llegada a la zona de Lago Escondido, una de las principales reservas de agua y bosques andinos de la Patagonia, alambró sus tierras, quedando el lago dentro de su propiedad. En realidad el de Lewis -ubicado en el puesto 347 de las personas más ricas del mundo según la revista Forbes- es un caso emblemático en todo sentido, y muy especialmente porque la justicia rionegrina, ante los reclamos de los pobladores y las instituciones de bien público, necesitó ocho años para ordenar el acceso público al lago que está en las tierras que le fueron entregadas. El fallo se dio a conocer el mes pasado y, aunque tardío, parecería que lentamente, las tranqueras trenzadas con alambres de púa que le servían a Joe Lewis para separar a los habitantes de El Bolsón y el paraje Mallín Ahogado de su inconmensurable y fastuosa mansión, a orillas del impenetrable Lago Escondido, empiezan a aflojarse.
Es necesario destacar que el fallo judicial exige al Estado provincial garantizar el libre acceso a la costa del espejo de agua, y que la Empresa Vial Rionegrina, estatal, y la Dirección de Medio Ambiente "ejecuten las medidas necesarias" para que todos puedan llegar al lago por el camino más corto. Hasta ahora, increíblemente, el acceso era a través del riesgoso y único recorrido que Lewis daba como alternativo. Ese recorrido duraba, nada menos, que entre tres y cuatro días.
Toda esta trama que indigna y avergüenza a los argentinos que rechazan este tipo de atropello, en general parece tener raíces más hondas, fundadas en negociados a través de los cuales durante el anterior gobierno provincial se intentó ceder al mismo Lewis y sus testaferros tierras fiscales para que construyeran un lujoso y exclusivo centro de esquí. La maniobra, al margen de hacerse "a precios estrafalarios", violaba varias leyes de protección ambiental. Actualmente hay una comisión investigadora para este tipo de ventas harto sospechosas cuya acción es indicativa de que "el poder político local no jugará a favor de Lewis como lo hiciera por más de veinte años", según comentan medios periodísticos de aquella provincia. Las mismas fuentes, aunque celebran el fallo judicial, señalan que la dignidad de los patagónicos se verá compensada cuando el libre tránsito se haga efectivo en el camino, hoy vallado por tranqueras con candado y fuertemente custodiado por empleados armados que defienden los intereses del "tío Joe".
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