Domingo 08 de junio 2025

Cosas de viejos que abusan los pícaros

Redacción 22/03/2013 - 03.57.hs

Señor Director:
La noticia policial local da cada día la ocasión para más de un título en los diarios y noticieros.
Entre todas esas noticias, las que dan cuenta de hurtos o robos en perjuicio de personas de edad avanzada, resultan más sensibles. Esto sucede, casi con seguridad, porque subsiste algo del antiguo respeto por los ancianos. De todos, se conozca o no su pasado. Al parecer, el hecho de haber vivido ha sido motivo suficiente para que se les dedique una mirada diferente. Los más jóvenes suelen dirigirse a ellos llamándoles abuelo, palabra que inicialmente choca a la personas de edad pero que terminan aceptando como elemento de usos y costumbres.
En tiempos ya lejanos la ancianidad se teñía de un aura especial porque la gente apreciaba la experiencia y porque, como se lee en Martín Fierro, "el diablo sabe por diablo, pero más sabe por viejo". Ahora esa sabiduría ha perdido entidad por una doble razón: porque el acceso al saber está más universalizado y puesto al alcance de todos, y porque hay mayor aceleración en el proceso habitual de cambios, en todo lo cultural, incluyendo el saber científico y técnico. Hay una tercera causa rigurosamente actual: el culto fetichista a la juventud y a la apariencia juvenil. Lo que subsiste de reverencia al anciano no sería solamente un residuo de aquel pasado sino que resaltaría el núcleo de esa causa de respeto: el de una vida en marcha hacia su último ocaso. Hacia el gran misterio.
De los robos recientes nos afectó en particular el que hubo en la casa de un periodista retirado, de larga y laboriosa trayectoria en la crónica, el comentario y la historia de deportes y deportistas locales y provinciales. En este caso, que se repite, se pudo observar la situación frecuente de personas de edad avanzada que parecen necesitar tener sus ahorros o reservas en casa y que, luego, resultan víctimas de rateros, generalmente a partir de una infidencia. Estas deslealtades revelan el otro lado de la trama: también hay quienes conocen tal debilidad y la aprovechan.

 

Gasoducto.
La presidenta, en una de esas inauguraciones múltiples, posibilitadas porque las hay, y por la TV, inauguró el gasoducto de 170 kilómetros que se interna en el oeste pampeano, hasta más allá de la franja del caldenal. A la par corre la fibra óptica, que enriquece las comunicaciones.
No es pequeño el suceso. Es un acto de integración poblacional y territorial y es también una demorada justicia a quienes han llevado sus lares hasta lugares menos favorecidos por los dones naturales. Poblar el oeste demandó el esfuerzo habitual, con un plus marcado por la diferencia de oferta natural, la distancia, la lenta comunicación y la necesidad de duplicar el esfuerzo personal para instalarse y sostenerse. No les falta encanto a esos lugares, pero no son precisamente bucólicos. Proponen un desafío mayor.

 

Policía.
La policía tiene sus fallas, más o menos grandes según lugares y personas a cargo del servicio. Todos, buenos y no tanto, lo pagan cuando hay reacciones desorbitadas, como en Junín. Son el que recibe las bofetadas, aunque la culpa no sea propia.
Leo también, aparte del relato del acontecimiento delictivo, la discreta noticia que da cuenta de robos frustrados por la diligencia policial, objetos recuperados en el curso de la investigación y sospechosos identificados y puestos en manos de la justicia. A partir de este último acto, lo que suceda ya no es responsabilidad policial ni tampoco lo sucedido antes, al elaborarse la legislación y los protocolos de procedimiento.
Atentamente:
JOTAVE

 


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