Lunes 09 de junio 2025

Mejor sería esperar

Redacción 25/03/2013 - 03.55.hs

MODESTO MORRAS
Ha transcurrido casi un par de semanas desde la noticia de que esta vez el obispado de Roma deja de lado candidatos de Europa para llevar los votos cardenalicios hacia Latinoamérica. Y precisamente, a distinguir con esa máxima jerarquía católica a un argentino.
Más allá de las creencias en el más allá o ausencia de ellas, allí surgió ese nuestro permanente anhelo de ser primeros en algo. Ya lo deja dicho la canción humorística, auque no tanto, cuando pregona que de aquí salieron los dos más habilidosos futbolistas del mundo (las dos "eme"que , por famosos, ni siquiera se necesita nombrarlos), o nos adjudicamos la invención del dulce de leche (una disputa eterna que tenemos con los hermanos uruguayos), la identificación por las huellas digitales, el colectivo, la birome y demás.
El elegido por el gran cónclave romano fue Jorge Mario Bergoglio, arzobispo de Buenos Aires luego de haber completado en su juventud una carrera universitaria a la que muy pronto siguió el ingreso al sacerdocio y, desde allí enlazar, un gradual ascenso hasta a el cardenalato.
El hombre ha estado con frecuencia en la noticia. Casi siempre alineado en la franja opositora al actual gobierno y, más que todo, a las medidas, como el matrimonio igualitario o el aborto no punible, que significaban un paso adelante, suficiente para que algún prelado, entre ellos el hoy "su santidad" pusieran el grito en el cielo.
Naturalmente, han surgido una suerte de fiscales que acusan al nuevo Papa por su cercanía con el "proceso" genocida y, con tanto o mayor insistencia y entusiasmo, aparecieron abogados oficiosos que pretenden apartarlo de ese triste dramático tiempo del terror estatal.
De todo queda bastante duda que despejar. Como para actualizar el consejo de aquella canción, que entonara la dulce y lánguida Sabina Olmos (película "La rubia del camino") con el acompañamiento guitarrístico de Fernando Borel: "esperar y esperar...".
El lector de este y otros diarios ya conoce cuáles son los cargos y descargos pero, quedándonos en casa, podríamos dar por aquí reproducidos los interrogantes que formulara nuestra habitual columnista de los miércoles (páginas 8 y 9), muy precisa y concreta en enumerar ese pasado poco recomendable del hoy jefe espiritual de la Iglesia universal.
Esperar sería la consigna prudente y sabia de esta hora. Un poquito se insinúa con los primeros actos del Papa Francisco, muy favorables precisamente: la extensa duración de la audiencia y almuerzo dedicados a nuestra Presidenta (más de dos horas y media) que, como no podía ser de otra forma, la "corpo" mediática-opositora lugareña redujo en la noticia a unos pocos minutos, haciendo gala una vez más, de la enorme distancia que la separa de la sinceridad y la verdad objetiva en su habitual labor informativa.
No es demasiado amplio quizás el margen en que el flamante Papa podrá moverse por más que haya llegado la máxima jerarquía en una institución religiosa que acumula dos milenios de trabajar en contra del interés de la Humanidad que dice representar, defender y proteger.´
Agradó a feligreses y no, la elección del nombre Francisco, en homenaje a aquel santo de Asís que, siguiendo el consejo de su Maestro, se desprendió de todos sus bienes materiales y formuló sinceros y firmes votos de pobreza. Resumiendo, el Papa mismo renovó su compromiso proclamando que bregará "por una Iglesia orbe al servicio de los pobres".
Pero no le será fácil hacer transformaciones, aún desde la jefatura suprema de una institución religiosa que, salvo el concilio Vaticano II convocado por el recordado Juan XXIII, acumula casi dos milenios en trabajar en contra del mejor interés de la Humanidad a la que dice defender y proteger en nombre de su Dios.
Pero dejando de lado lo quimérico, que ojalá sea realizable y realizado, por ahora y en forma urgente el Papa Francisco deberá trabajar firme por la limpieza de una institución que integran no pocos bajos y altos sacerdotes, protagonistas de perversas conductas sexuales (o su incursión en maniobras financieras dolosas) que han dado pie a no pocos escándalos y a multimillonarias, en lo monetario, condenas judiciales por indemnizaciones a las víctimas.
Aquí comienza la tarea inmediata: con el cese del ocultamiento y protección de los culpables de esos episodios que ya provocaran el alejamiento de su antecesor.

 


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