Las metamorfosis de algún animal político
Señor Director:
En la peculiar atmósfera de las campañas políticas en vísperas de elecciones, se ve que las personas toman diversas actitudes, dos de ellas predominantes: el fastidio por tanto bochinche y un interés por ver si logran reconocer líneas de significado que puedan ser determinantes de su voto. También están los que tienen posición final asumida y los que descreen de las elecciones y de todo este movimiento periódico de lo que se llama democracia.
En mi caso, trato de escuchar todo discurso que esté a mi alcance. O leo las síntesis informativas y los comentarios que provocan. Los que se comentan son apenas un puñado de los que se pronuncian. Sin embargo, para quien tiene una mirada sociológica o filosófica, todo discurso dice algo, aunque esto no sea lo que ha querido expresar el orador. Algunos hay que retratan al hombre, pero otros, como en el cuento de Andersen, retratan al rey, pero desnudo. Y transparente, porque dejan ver a través del mensaje el manojo de valores e intenciones que son determinantes de sus decisiones y causa de sus dichos. Remiten a un sector social y su plataforma de preferencias. Cuando uno habla se retrata a sí mismo y revela preferencias que ya no son de un individuo sino de un grupo. Ésta la causa del espionaje universal ahora en desarrollo en el mundo. Si alguien quiere imperar debe conocer en todo momento con qué bueyes ara y qué debe prevenir, ablandar o neutralizar. Los gobernadores militares que hemos tenido traían habitualmente en su equipo inmediato a un hombre de los "servicios", cuya mirada de águila o prejuiciosa recaía tanto sobre la comunidad como sobre el contorno: ministros, funcionarios y demás.
Escuchaba, pues, al dirigente y caudillo de los camioneros y no podía sacar de mi mente la palabra metamorfosis, con reminiscencias kafkianas. No interesa aquí hacer un juicio de valor acerca de esta persona. La metamorfosis no siempre supone un retroceso hasta el nivel de cucaracha, como en Kafka: se puede mutar a otro en el nivel humano sin modificar la apariencia externa y sin dejar de ser un individuo de nuestra especie. Sentí que le faltaba convicción en lo que expresaba; que le costaba pronunciar su propio contra-discurso. El comedio, en su caso, es demasiado veloz. Además, no es un comediante, como los hay, que pueden decir diferentes discursos según el sitio donde estén o la audiencia para la que hablen. No ha desarrollado esa capacidad actoral. Luce más bien como un hombre que ha sufrido una contrariedad fuerte, pero que no termina de sentirse cómodo en la nueva instalación. "No soy de aquí ni soy de allá", decía un cantaautor (Cortés).
Me sonaron significativas sus frecuentes referencias a lo sacrificada que es la vida del camionero, por las condiciones laborales extremas que afronta. Uno puede preguntarse si eso no revela, más bien, un descuido o un déficit del poderoso sindicato, que habría omitido vigilar que las leyes de descanso y seguridad en el trabajo sean aplicadas a sus afiliados. Hablaba de sueldos de treinta... de cuarenta mil pesos mensuales, que se verían agredidos con el descuento por ganancias de dos, tres o cinco mil pesos, al tiempo que su discurso de hasta hace unos meses exigía que contribuyan más los que más tienen y más ganan, demandas de la cartilla izquierdista de siempre y del peronismo desde sus orígenes.
La lengua, decía Esopo a su amo, es "lo mejor y lo peor". No hay que calificar moralmente a la lengua. Al cabo, el lenguaje es una creación del hombre, algo que viene tomando forma a lo largo de su milenaria historia. Es una herramienta. Los lingüistas pretenden que se despegue de las circunstancias que viven quienes la usan, pero no han podido evitar que evolucione y se adapte a la diversidad de las exigencias. Si es válido decir que "por sus frutos los conoceréis", el lenguaje es fruto. Quienes escribimos también nos retratamos sin o con cosmética.
Atentamente:
Jotavé
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