Martes 06 de mayo 2025

Administrar la violencia es asunto tan complejo

Redacción 24/08/2013 - 04.49.hs

Señor Director:
Una noticia, recogida por los diarios, da cuenta, sin entrar en mucho detalle, de un fallo de la cámara del Crimen de Buenos Aires (CABA).
Dicha cámara dispuso procesar por "lesiones leves" a la madre que castigó a su hijo con un cinturón. Impone el procesamiento a partir de considerar que ese castigo "excede el derecho de corrección", el cual debe limitarse a lo "justo, necesario y razonable".
Este enunciado podría llevar a pensar que un padre debe tener conocimiento de lo que es "justo, necesario y razonable" para tomar decisiones cuando... ¿cuándo? En la otra punta se presenta un nuevo interrogante. Este cuándo es previo, pues se refiere al momento en que el padre toma conocimiento de un acto u omisión de su hijo, hecho que lo coloca en la necesidad de decidir si hay que castigar y cómo. Si le falta un protocolo acerca de los actos sancionables de un hijo (es decir, algo objetivo, que condicione la subjetividad de su reacción ante el suceso) no tendrá más que dos alternativas: obrar según su propia concepción del orden necesario o dejar hacer, dejar pasar, y que Dios lo arregle (supuesto que el dios en el que cree posea la sabiduría total y la voluntad de ocuparse de ese tipo de casos).
Digo esto porque si los dioses admitieron o concedieron el libre albedrío a su criatura lo lógico es que también hayan establecido un ámbito en el cual la dejan librada a su criterio. Sabido es que la divinidad suele hacer enunciaciones más bien genéricas de lo que es debido y lo que no lo es, pero la libertad del hombre lo hace responsable de las decisiones que toma y de sus consecuencias. Para llenar este vacío suelen aparecer los sacerdotes, que están más cerca de la parte del rebaño a su cargo. También hay hombres que son tomados como modelo para el comportamiento entre personas (padres e hijos son igualmente personas), pero se da el caso de que los modelos y los paradigmas de todo tipo tienen plena vigencia en la cultura dentro de la cual se enuncian o aparecen, al tiempo que una cultura es una construcción dinámica en permanente movimiento y con etapas de aceleración en los cambios. Los hombres hemos creado, asimismo, lo que llamamos Justicia. Obra a posteriori de los hechos, para determinar qué es justo y que no lo es, qué es lícito y qué no lo es, para determinar absoluciones o castigos. Sin embargo, el juez y todas las partes del proceso judicial no obran según su gusto, su modo de ser y de entender la problemática humana, sino que interpretan la legislación, que es obra humana y que tampoco escapa a la molienda del tiempo. En nuestros días, por ejemplo, mucha gente se pregunta cómo es que "entran por una puerta y salen por la otra" y demás hechos "nuevos" que derivan del reconocimiento de derechos que, en una etapa anterior, no eran reconocidos o no valían de una manera equitativa. Sucede, según acredita la experiencia o sabiduría acumulada, que no basta enunciar un derecho o sancionar una ley para que de inmediato toda la realidad, incluyendo a los individuos en la diversidad de las situaciones existenciales, se ordenen y obren de acuerdo a la nueva pauta, norma o paradigma. Las ideas pueden avanzar con velocidad, pero las costumbres mantienen su ritmo más pausado.
No sé cuál ha sido la reacción de esa madre al saber que por querer corregir al hijo con unos latigazos con un cinturón, se convierte en rea, palabra ésta que si bien tiene una denotación no prejuiciosa, perdura en la mente colectiva su asociación con aquello de "vagos y mal entretenidos" que podía mandar a un gaucho a morir en los fortines. O con el ejercicio de "la profesión más antigua del mundo", por no decir prostitución.
Algunos creen que todo lo bueno estuvo antes. Suponen que entonces todos sabían a qué atenerse. Desconocen que cuando se dice que la existencia humana es problemática se enuncia una verdad que, ella sí, recorre sin alterarse todos los tramos de la historia.
Atentamente:
JOTAVE

 


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