Sabado 19 de julio 2025

La historia del robo y lo que se hurta en el relato

Redacción 28/01/2014 - 03.40.hs

Señor Director:
Las noticias diarias me han sugerido el título de esta nota.
Veamos algunos casos.
En este verano que nos ha deparado tantos días de Sol inclemente, han aparecido repetidas noticias acerca de acciones de la AFIP y ARBA (las recaudadoras nacional y de Buenos Aires provincia) que han permitido comprobar que negocios donde venden o sirven comidas en zonas balnearias, no se han registrado, carecen de autorización y, por tanto, no están sujetos a controles previos ni pagan los gravámenes que afrontan los comercios establecidos según la norma. Alguien podrá aducir que venden más barato y benefician al cliente. Esto habría que probarlo. Recuerdo algo que oí en un comercio: el vendedor preguntó si el cliente quería recibo o comprobante y éste contestó que no..., "siempre que vamos y vamos". Me sorprendió esta respuesta, porque más habitual es que el cliente diga que le da lo mismo, que en realidad no le hace falta el recibo. Parece ser que una mayoría de los compradores siente inclinación por mostrarse desinteresada, ¿o cómplice?
En la misma línea, AFIP y ARBA, basándose en fotos satelitales, fueron a visitar supuestos terrenos baldíos en Pinamar y Cariló y se encontraron con imponentes residencias, ninguna de un valor inferior a cuatro millones de pesos. O sea, que eran morada balnearia de gente de buen pasar y que probablemente goza y cree merecer buen nombre y mucho honor. Ahora los conminan a pagar lo atrasado y la multa, pero no pocos se refugiarán en un trámite judicial que les dará tiempo para negociar o para esperar una moratoria. Todo impecable y sin prisión.
Tengo anotados más casos de este tipo, suficientes para justificar el título de esta nota. Sucede que también leí que un vecino de Santa Rosa, que dice ser de profesión albañil, ha denunciado ante la justicia que sufrió agresión física de parte de policías que allanaron su casa. Aparte de la violencia personal, el denunciante dijo que, luego del procedimiento, pudo comprobar que han faltado distintos bienes de su vivienda y que el abuelo, que vive allí, dice que le desaparecieron quinientos pesos. La policía, a su vez, dijo que durante el procedimiento los moradores agredieron a agentes, dañaron un móvil y trataron de impedir la captura de un hermano del denunciante (buscado en relación con un asalto) y que en la misma casa se recuperó parte del botín del otro delito. Dicho así, el lector de esta información queda librado a su propio juicio acerca de lo que haya de verdad o falsedad en el relato del denunciante. Por lo que llevo visto, muy pocos infieren que puede haber algún grado de verdad en su denuncia, porque la existencia de este hecho posterior puede ser un gesto astuto del denunciante, pero también existe la posibilidad de que haya algo de cierto en cuanto a la violencia y demás datos, incluyendo los 500 pesos del abuelo. ¿Podrá quedar claro en el curso del proceso judicial? La poca o la mucha duda al respecto depende de cada lector, pero también ayuda a justificar el título.
Mi abordaje del tema no se agota en lo que sugiere el título como motivo de duda. No lo he puesto por divertirme. En los casos mentados de los recaudadores, surge que personas de "buen nombre y honor" pueden no tener empacho en engañar al fisco y que, sin embargo, no quedan descalificadas como maleantes. ¿Por qué? Aquí surge el elemento cultural: tanto porque lo más corriente es ver al maleante solamente en los barrios del suburbio y porque el fisco, esto es, el Estado, aparece mentalizado como un aparato creado para molestar a quienes no pueden ser maleantes sino que, más bien, son ciudadanos que ejercitan el derecho a la rebeldía. Un derecho humano, vaya si no.
La prensa también da cuenta de desfalcos, de lavado de dinero, de quiebras fraudulentas, de contrabandos, pero estos hechos que se miden en millones de pesos o dólares, no son los que generan la "sensación de inseguridad".
Atentamente:
JOTAVE

 


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