Lunes 19 de mayo 2025

Ciencia y su modo de influir en el acontecer

Redacción 22/08/2015 - 04.05.hs

Señor Director:
En la semana que hoy concluye un hecho actualizó la atención en el tema de la ciencia.
Me refiero a las escenas del desplazamiento del nuevo satélite espacial argentino, denominado Arsat-2. Un enorme ingenio construido por encargo de Arzat, sociedad del Estado, por Invap, empresa del estado de Río Negro, a cuyo cargo estuvo el diseño y la construcción. Su costo ha sido de 250 millones de dólares. A pesar de que es mayor y más complejo que Arsat-1, costó menos que éste. Arzat-1 costó 270 millones. Sin haber agotado su capacidad de servicios Arsat-1 produce ingresos por 50 millones de dólares anuales, y elimina el gasto de 25 millones que pagaba la Argentina por el uso de satélites extranjeros.
La operación repitió puntualmente el antecedente del Arzat-1, puesto en órbita hace poco menos de un año. Arzat-2 debe ocupar la posición orbital 8/oeste, para dar cobertura a todo el continente, desde Canadá a la península Antártida. Atenderá servicios de televisión, Internet, telefonía y transmisión de datos. Luego de ser testeado en el Centro de Ensayos de Alta Tecnología creado en 2010 por Arsat e Invap fue llevado desde Invap hasta el aeropuerto de Bariloche. Allí ingresó en el avión de transporte Antonov, encargado de llevarlo hasta la Guayana Francesa donde se halla la plataforma de lanzamiento. Ya se trabaja en el diseño de Arsat-3.
La capacidad de producir estos satélites confirma que la ciencia argentina da respuestas positivas en corto tiempo. Estos satélites solamente son producidos por Estados Unidos, Rusia, Alemania, Francia, Japón, India y China. La mayor complejidad y tamaño de Arzat- 2 con respecto al 1, no impidió que se lo hiciese en menos tiempo y a menor costo, lo que revela que la experiencia se traduce en economía.
Hay quienes recuerdan en estas ocasiones aquella expresión de un ministro de Economía de los años 90, el cual mandó a los científicos a "lavar los platos". La ciencia argentina se había venido organizando lentamente a través del siglo XX, pero entró en un largo período oscuro en los 70 y hasta los 90. Muchos de nuestros científicos no tuvieron otra alternativa que emigrar. La invitación a volver, que se formuló desde el gobierno en 2003 halló buena respuesta y las universidades públicas se ocuparon de la formación de los profesionales necesarios.
El Conicet, consejo nacional de ciencia y tecnología, fue creado en 1959 y tuvo como primer presidente a Bernardo Houssay, premio Nobel. A tono con la resurrección científica y tecnológica operada después de la crisis, Conicet retomó su papel de propiciador de esta actividad integrándose con las universidades públicas y ampliando el radio de su interés. Me refiero a que pasó de desde la inicial atención de las ciencias de la salud, la física, la química y las investigaciones correspondientes, a incluir a las ciencias sociales. Es conocida la tradición de resistencia a estas últimas por las ciencias más tradicionales, protagonizada sobre todo en los centros del viejo continente. Conicet abrió aquí su atención y ahora las ciencias sociales demandan el veinte por ciento de su presupuesto, el cual se ha robustecido desde 260 millones de pesos al comenzar el siglo a los actuales 5.200 millones. Al mismo tiempo, Conicet pasó de tres mil a nueve mil investigadores y de cien a doscientos cincuenta instalaciones para el trabajo científico. El presidente actual del Conicet, el doctor en bioquímica Roberto Salvarezza, resume el objetivo diciendo que la ciencia es necesaria en todo el entramado social: salud, justicia, producción, tecnología. El objetivo es transformar la sociedad a partir de la investigación de los problemas tal como se plantean aquí y ahora.
La continuidad de este esfuerzo debe deparar nuevos avances en un proceso cuyo propósito consiste en poner a la Argentina en capacidad para atender las necesidades de su pueblo.
Atentamente:
JOTAVE

 


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