Lunes 05 de mayo 2025

Bienvenidos a la machósfera

Redacción 30/03/2025 - 10.24.hs

"Le compramos una computadora y un juego de auriculares y micrófono. Se la pasaba todo el día encerrado en su cuarto. Creíamos que, como estaba en casa, estaba seguro". Así suena el lamento de los padres de un niño que, en la miniserie inglesa "Adolescencia", se ve involucrado en un caso de femicidio. Ellos no sabían -no podían saber- que al conectarse a internet, aparentemente para jugar en red e interactuar con sus amigos en las redes sociales, estaba ingresando a un universo paralelo, llamado "manosphere" (hombrésfera) donde campea la masculinidad tóxica. Un mundo que explica en buena medida no sólo el desasosiego de las nuevas generaciones de varones, sino también, la conducta de muchos hombres hoy en situaciones de poder.

 

Éxito.

 

La serie ha tenido una repercusión inusitada, en buena medida por la alta calidad de su factura. No es un dato menor que la filmación de cada uno de los cuatro capítulos, de aproximadamente una hora de duración, está hecha totalmente en vivo y con una sola cámara, lo cual le da a la acción una inmediatez casi asfixiante.

 

Sin caer en golpes bajos ni en una didactismo paternalista, plantea la situación de muchos adolescentes alienados, resentidos por los avances del feminismo, que pertenecen a una categoría denominada -no sin crueldad- "los incel". Esto es, los célibes involuntarios. Intoxicados por el mensaje de una miríada de gurúes machistas en internet, están convencidos de una "teoría del 80-20", según la cual, el 80% de las mujeres sólo se siente atraída por el 20% de los varones más atractivos, lo cual deja los cuatro quintos restantes en la soledad, la frustración, la humillación.

 

No es de extrañar que muchos de estos muchachitos terminen adoptando ideologías conservadoras, en el mejor de los casos, cuando no directamente abrazando posturas de extrema derecha como los mal llamados "libertarios".

 

Preocupante.

 

Un reciente estudio de la Dublin City University arroja resultados preocupantes sobre este fenómeno. Mediante la creación de falsos perfiles en las redes sociales, simulando ser adolescentes varones, los investigadores descubrieron que muy rápidamente los algoritmos de las redes sociales comienzan a inundar estas interacciones con contenido misógino explícito.

 

El ejemplo extremo de este contenido, probablemente, sea el que provee Andrew Tate, a quien se menciona expresamente en el guión de "Adolescencia": un ex peleador de kick-boxing, de doble nacionalidad inglesa y norteamericana, que últimamente reside en Rumania, donde afronta varias causas por violación, proxenetismo y trata de mujeres.

 

Hoy por hoy su principal negocio parece estar en internet, donde lucra con el terreno fértil de la frustración masculina, proveyendo recetas simplistas y demagógicas, que invariablemente culpan a las mujeres y a la comunidad LGTB de la pérdida de preponderancia de los hombres.

 

Entre sus frases más "célebres", se encuentra aquella de que, si una novia no acepta que se la engañe con otra mujer, "ése es el momento en que hay que empezar a pegarle". En otro momento, dejó en claro que si tuviera hijas, "les elegiría un marido, y las forzaría a quedar embarazadas a los 21 años, como debe ser". Y es que este supremacista masculino no cree "que las chicas deban tomar la decisión sobre quién debe ser su pareja".

 

Matices.

 

Desde luego, no todos los habitantes de este universo virtual son igual de tóxicos. Está, por ejemplo, el canadiense Jordan Peterson, un intelectual de derecha de fuste, con una sólida formación en psicología, pero cuya ideología lo lleva a veces a posturas francamente retrógradas: para él, aparentemente, la relación entre géneros debería retroceder culturalmente unos setenta años, a los dorados tiempos de los 1950s.

 

En cualquier caso, está claro que los poderosos algoritmos de las redes sociales, manejados por enormes corporaciones comerciales, a los que los niños y adolescentes son entregados sin ningún tipo de prevención ni formación, han causado mucho más daño social que la propia pandemia y el encierro dispuesto por las autoridades sanitarias.

 

Y no sólo entre las nuevas generaciones: muchos líderes políticos actuales adhieren a estos "principios" sin reserva alguna. De ahí que Donald Trump, que desde el primer día proclamó como su política de estado que sólo existen dos géneros, el masculino y el femenino, haya hecho esfuerzos por rescatar a Andrew Tate de la persecusión judicial en Rumania. O que haya recibido en la Casa Blanca a Connan McGregor, otro luchador de artes marciales mixtas condenado por violencia sexual, a quien se permitió elogiar por su belleza física y por tener "los mejores tatuajes". Menos mal que sólo existen dos géneros.

 

Como un espejo algo deformante, el presidente argentino observa conductas no muy diferentes, en particular, en su obsesión por atacar a las artistas mujeres y exitosas que se atreven a expresar algún pensamiento crítico. O también, en el desmantelamiento de las oficinas estatales encargadas de proteger a las mujeres de la violencia y el femicidio (también como Trump, exhibe una preocupante fascinación por el uso de maquillaje).

 

Aún sin título habilitante, uno se siente habilitado para presumir que hay algo de patológico en estos comportamientos, y en estas disposiciones mentales. De ser el caso, claramente el ejercicio de cargos públicos no debería estar en el menú de terapias aconsejables.

 

PETRONIO

 

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