Clamor internacional

Las cifras oficiales reconocen ya más de 20.000 muertos en la franja de Gaza, de los cuales un alto número son niños;. También hay unos 60.000 heridos que desbordan la capacidad de los hospitales; casi todos son los que sufrieron el asedio y destrucción por parte de las tropas israelíes. El clamor internacional en este aspecto, basado en que los bombardeos son indiscriminados, por más que Israel los niegue, se ha hecho ya muy intenso, a tal punto que el Secretario de Estado norteamericano ha viajado al país judío –aliado incondicional de los Estados Unidos- para pedir moderación en esos actos. Por lo demás y en distintos lugares del mundo, ya están dando lugar a brotes no solamente de protesta sino también de antisemitismo.

Israel, mientras tanto, sigue empeñado en una guerra de exterminio de los palestinos y ha comenzado a evidenciar una inhumanidad alarmante, aun dentro de lo que es una guerra, con el odio entre las dos partes.

Estos hechos también han dado lugar al análisis de algunas sutilezas políticas y semánticas que diferencian posiciones diferentes. Están por una parte quienes adhieren al judaísmo, la expresión de un sentimiento político y, sobre todo, religioso que ese pueblo viene arrastrando de hace miles de años en los que sufrió discriminaciones repetidas y terribles, pero que después de la Segunda Guerra Mundial logró habitar lo que considera la “Tierra Prometida”, trasformándola de raíz en muchos aspectos, hay que reconocerlo.

Pero alejados de ese pensamiento están los militantes del sionismo que, amparándose en el mismo pensamiento religioso, los lleva al extremo, al punto de promover la eliminación del pueblo palestino, antiguo habitante también de esa tierra y que encarna lo que en la Biblia eran nominados como “filisteos”. El movimiento sionista está respaldado por muy fuertes intereses económicos y, aunque les disguste que se lo haga presente, su tratamiento para con los palestinos recuerda el mismo que sufrió el pueblo judío a manos de los nazis y que horrorizara al mundo en su momento.

Un cabal ejemplo de lo dicho lo dio pocos días atrás el ultraderechista ministro de Seguridad Interior de Israel al “invitar” a la población palestina a emigrar fuera de la Franja de Gaza, es decir a que abandonen sus hogares y que el territorio vuelva a ser ocupado por los colonos judíos “que harán florecer” la región. Con una despojada hipocresía ha dicho: “Debemos fomentar la migración de los residentes de Gaza. Es una solución correcta, justa, moral y humana. Tenemos socios en todo el mundo a los que podemos ayudar". La propuesta implica el desplazamiento de 2,3 millones de gazatíes.

También en nuestro país se dan los extremismos. Tenemos un presidente que no que no vacila en hablar de un “inquebrantarle compromiso con Israel”, dando por tierra con una tradición de neutralidad y agraviando a la etnia árabe. Semejante postura se complementa con la inhumana declaración del vicepresidente de la DAIA, que, increíblemente, ha dicho “No hay inocentes civiles en Gaza, tal vez los niños de menos de cuatro años”, una frase feroz impulsora de una matanza. Felizmente, el repudio a semejante expresión provocó el repudio de la comunidad judía y lo llevó a renunciar a su cargo.