Distintos enfoques
El fin de semana pasado el ámbito de noticias nacionales se vio sacudido por un inesperado suceso: un grupo de personas que brega por un trato humanitario con los animales irrumpió en un espectáculo de doma criolla, ocupando parte del campo con carteles y expresiones críticas. Lo singular: las mujeres y hombres que formaban el conjunto fueron corridos a rebencazos por los participantes de la doma.
Más allá de la ironía de la demanda de los manifestantes (la humanidad que reclamaban tiene la misma raíz que el hecho criticado) lo cierto es que el suceso da para visiones con distintos enfoques. En principio, la de lo enraizado en la cultura tradicional argentina, una posición defendida a ultranza por los tradicionalistas. Ya se sabe que la figura del gaucho argentino –y esto a nivel mundial- es inseparable de su condición de jinete y domador de caballos en base a fuerza y castigo. Semejante postura, dicho sea, encubre levemente un considerable negocio que ha llevado el quehacer hasta el nivel de “fiestas nacionales” en todo el ámbito del país, a las que concurren multitudes para ver las habilidades de doma sobre tropillas que a menudo integran animales permanentemente ariscos. De allí salen -hay que reconocerlo- los campeones en las distintas especialidades que participan en jornadas riesgosas. Algunos títulos de esas reuniones suelen ser expresivos de su condición y mezcla de elementos tradicionales, caso de “a lonja y coraje”.
La tradición impone espectáculos acaso más brutales pero también de muy hondo arraigo, caso del toreo, especialmente en países como España y México, si bien el fútbol los ha ido desplazando en forma considerable, lo que constituye otro fenómeno sociológico.
Otra perspectiva, no menos tradicional pero mucho menos difundida y promovida, está dada por la otra forma de domesticación del caballo: el amansamiento. Es el modo absolutamente opuesto al tenido por tradicional y criollo: consiste en un acercamiento –cariñoso digamos- y nada agresivo para con el animal, palmeándolo y hasta llegando a montarlo por unos segundos, con esos y otros procedimientos. Dijera el coronel Mansilla que describió muy bien el procedimiento en su memorable “Excursión…”: se obtenía un pingo obediente, manso y de notable resistencia. De hecho los gauchos tenían en mucho esa clase de caballos.
Una singularidad al respecto es que ese proceder era el de gentes de las tribus que habitaba lo que es hoy nuestra provincia. Sin embargo se diría que no es un proceso vigente o promovido en la actualidad. De hecho, la única manifestación pública al respecto parece haber sido un letrero que hasta no hace mucho tiempo campeaba en la entrada a General Acha: “Se amansan caballos”, decía.
Nuestra provincia también integra el circuito de jineteadas, con las consiguientes manifestaciones complementarias de cantos y otras tradiciones que hacen a la cultura gauchesca. Curiosamente, no hay certamen, presentación o promoción alguna que haga al amansamiento de caballos, una actividad que, considerada con amplitud, hasta podría constituirse en un elemento turístico nada despreciable.
Mientras no arraigue esa idea, seguirá vigente la pedagogía más violenta en cuanto al dominio del caballo, claro que con la posibilidad de interrupción de quienes no están de acuerdo con ese maltrato, ahora con la singular respuesta de los actores de apartar esa oposición a rebencazo limpio.
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