Dos equipos y un contraste
Es imposible pensar en lo que pasó durante la semana y no resaltar lo ocurrido con la selección argentina de fútbol. Contrasta con todo el resto, nos saca una sonrisa, nos hace inflar el pecho de orgullo mientras miramos alrededor y solo vemos un triste panorama nacional. Pareciera que en la mentada realidad de “pan y circo” destinada a que un pueblo no se ocupe de las cuestiones importantes, con una mitad de los habitantes por debajo de la línea de pobreza, solamente nos queda nuestro representativo nacional para tener algo de alegría popular en nuestra vida cotidiana.
Orgullo deportivo.
El técnico de la Selección Nacional, Lionel Scaloni da lecciones de liderazgo con cada gesto. Le dice al arquero que no sea sobrador en su juego en medio de una goleada ante su tradicional rival, disculpa al futbolista del equipo contrario que habló de más antes del partido, pone de ejemplo a la amistad de Messi con Neymar (los dos grandes ausentes) para bajarle el tono a la disputa con Brasil y así sigue, con su pública humildad a cuestas.
En tanto, el otro equipo nacional, el económico, es todo lo contrario. Nos está por mandar al descenso otra vez, con el mismo capitán y el mismo ayudante de campo, que ya una vez se hicieron expulsar antes de que termine el partido, cuando ya la derrota por goleada parecía inevitable. Nada para extrañar demasiado, cuando se tiene en cuenta que el técnico de este equipo llegó al cargo prometiendo éxitos inmediatos y está promediando una campaña con peores resultados que anteriores encargados de la gestión que pregonaban ideas afines.
Nuevo rumbo.
En medio de este triste panorama social, para el futuro queda la esperanza de un proceso eleccionario que marque un nuevo rumbo. Tal vez allí aparezca un candidato como Scaloni. Con bajo perfil, iniciando la carrera con un interinato de transición que fue convenciendo de a poco al resto con buenos resultados. Eso le permitió ampliar su base de apoyo para afirmarse en su función. Cuando tomó fuerza decidió ir por todo y terminó liderando a un grupo que llegó al máximo éxito deportivo.
Y no solo eso. Otros lo hicieron antes, pero hay una diferencia notable con otros procesos similares. En este caso, no hubo conformidad tras ganar una estrella. El objetivo fue –y por los resultados a la vista al parecer sigue siendo- ir por más y ese se transmite claramente. El equipo ganó todo lo que jugó y no frena. Se busca consolidar a un plantel en la cima y mantenerlo allí todo el tiempo posible.
En cambio, como país tuvimos algunos procesos de crecimiento, pero nunca lo pudimos terminar de consolidar. Son diferentes escalas y es difícil extrapolar variables y circunstancias, está más que claro. Son otros factores de poder los que juegan, pero tal vez el problema es que en este caso tenemos enemigos adentro del equipo, dirigentes que hacen sus propios negocios y jugadores que se hacen goles en contra. Y encima se vende como la solución a todos los problemas un nuevo pedido de ayuda externa. En términos futbolísticos, nos dejaría en el lugar de una Sociedad Anónima Deportiva. Y ya sabemos que estas experiencias cuentan con más fracasos que éxitos.
Esperanza.
Así y todo, queda esa esperanza. Tal vez nos encontremos pronto con un “Scaloni” de la política que vaya convenciendo de a poco a todo el pueblo. Necesitamos urgente a alguien que nos haga jugar convencidos a todos, pateando para el mismo lado, sin peleas en el vestuario ni discusiones en la platea.
En medio de un año de renovación parlamentaria, con elecciones de legisladores en cada una de las provincias, la importancia del voto radica en marcar un rumbo que obligue a cambiar esta forma de hacer política que se olvida siempre de los más necesitados. Después será tarde para lamentarse al ver manos levantadas a favor de ratificaciones de decretos de necesidad y urgencia que van en contra de los intereses populares o para apoyar vetos que frenan fondos para jubilados, salud, educación, rutas o viviendas.
Hay que seguir luchando, para que sean muchos más lo que podamos festejar en Argentina, por mucho más tiempo, y no solo por el fútbol.
DANIEL ESPOSITO
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