Lunes 22 de abril 2024

El año en el que vivimos en peligro

Redacción 04/08/2022 - 07.56.hs

Washington está produciendo hechos de provocación, de escalamiento de las tensiones, que de no revertirse rápidamente, sólo pueden terminar en más destrucción y más sufrimiento para todo el mundo.

 

JOSE ALBARRACIN

 

En un universo paralelo, tras perder las elecciones presidenciales de 2020, Donald Trump se retiró con su séquito a Florida, y con la anuencia de la población local, declaró la independencia de ese estado. Nada que no haya ocurrido antes en la historia norteamericana. Por alguna debilidad política momentánea, y sin reconocer esa independencia, el gobierno de Washington toleró a estos rebeldes, a la espera de un mejor momento para aplastarlos y recuperar la integridad territorial de los Estados Unidos. En semejante situación, sin embargo, ¿cómo sería visto en la Casa Blanca que Trump recibiera en Florida la visita de otros líderes mundiales afines, como Viktor Orban o Vladimir Putin?

 

Ejercicio.

 

Esta hipótesis no pasa de ser un ejercicio de historia contrafáctica. Pero resulta útil para explicar cómo le cayó al gobierno chino la visita de la presidente de la Cámara de Representantes, Nancy Pelosi, a la isla de Taiwan. Y es que esa "democracia" asiática -ocupada en su momento por el bando derrotado en la revolución que lideró Mao Tse Tung- no es un país independiente, nunca fue reconocido como tal por las Naciones Unidas, y forma parte del territorio soberano chino.

 

Por eso, en momentos en que el mundo tiene todos los conflictos bélicos que puede tolerar, resulta sorprendente que la veterana líder demócrata, sin el aval expreso de la Casa Blanca, y en un viaje al menos subrepticio, se haya permitido volar a Taiwán, reunirse con sus "autoridades" y prometerles que "EEUU no los dejará solos". La situación es tan insostenible, que el analista Thomas Friedman, poco dado a los adjetivos, la calificó de "un acto totalmente torpe, peligroso e irresponsable".

 

Cuál era el objetivo final de Pelosi, con este paseo triunfal por Taipei, enfundada en un impecable vestidito de Pantera Rosa, es por el momento un misterio. A los 82 años, es de esperar que no esté preparando una candidatura presidencial, pero nunca se sabe. Sí consiguió que la aplaudieran los republicanos. Y que por un momento no se hablara de su frente doméstico, con su marido dado a "conducir bajo la influencia" -como le llaman allá al acto de manejar borracho- y a traficar influencias.

 

Reacción.

 

Cómo reaccionarán los chinos ante esta provocación, es difícil de predecir, ya que su cultura milenaria les ha enseñado a no actuar de improviso, sino a proceder con tiempo y en forma abrumadoramente efectiva. Por ejemplo, Beijing todavía no ha decidido su apoyo militar a Rusia en la guerra de Ucrania, pese a que desde la OTAN están inundando de armamento al gobierno de Kiev. ¿Vendrá por allí la respuesta, o más bien por el Mar de la China, actualmente acosado por la alianza de EEUU, Japón y Australia?

 

Casi simultáneamente, y también gracias a la torpeza diplomática de EEUU, se encendió una chispa en el polvorín de los Balcanes. Y es que la provincia díscola de Kosovo, que cuenta con protección de la OTAN, decidió a partir del lunes desconocer la documentación oficial de Serbia, el país al que pertenece. Lo cual afecta la libertad de circulación de los miles de serbios que viven o trabajan en ese territorio. La situación allí es explosiva, por el componente étnico del conflicto, y por el recuerdo fresco de los bombardeos con los que "Occidente" defendió a Kosovo hace poco más de dos décadas.

 

Las similitudes con Taiwán son numerosas: también aquí hay una provincia díscola, bajo una suerte de protectorado, confrontando a un gobierno nacional legítimo que además es aliado de Moscú. ¿Cuánta tensión puede acumularse en Europa, ya bastante estresada por el conflicto ucraniano, la inflación, la carestía y la escasez de productos básicos?

 

Talibán.

 

En lo que él interpreta como un triunfo personal y una demostración del carácter que tanto le ponen en duda, el presidente Biden anunció esta semana que sus militares lograron asesinar en Kabul, mediante un vuelo no tripulado, al actual líder de Al Qaeda, Ayman al-Zawahri, de 71 años.

 

No es la primera vez que EEUU conduce una operación de ejecución sin juicio previo en el territorio de un país soberano extranjero. Al antecesor de Zawahri, Osama bin Laden, lo asesinaron junto a su familia en una villa de Pakistán, un país que, vale recordar, cuenta con un interesante arsenal de guerra nuclear.

 

Pero el caso ahora es distinto: el asesinato se perpetró en la capital de Afganistán, país que hace apenas un año tuvieron que abandonar, tumultuosamente, las fuerzas armadas norteamericanas, ante el colapso del gobierno títere local, y el retorno al poder de los talibanes, archienemigos de Washington. Que luego de veinte años de una guerra que se montó con el pretexto de privar a Al Qaeda de un refugio para sus operaciones, se descubra que allí se ocultaba tan luego el principal dirigente de esa organización islámica, mal puede ser visto como un triunfo.

 

Cómo impactará este hecho en el clima enrarecido de Washington, está por verse. Para quienes no respiramos las miasmas del río Potomac, la preocupación es otra: y es que los Estados Unidos, todavía la principal potencia del mundo, no está haciendo ningún esfuerzo por preservar la paz mundial, claramente amenazada en diversos frentes. Muy por el contrario, está produciendo hechos de provocación, de escalamiento de las tensiones, que de no revertirse rápidamente, sólo pueden terminar en más destrucción y más sufrimiento para todo el mundo.

 

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