Elon Batman
No será ninguna novedad para el lector que el mundo vive momentos excepcionales. El proceso venía insinuándose por años, con el avance de la ultraderecha, de la desigualdad y del desencanto con la política. Pero desde mediados de enero pasado, con la asunción de la nueva administración en la Casa Blanca, el movimiento de las placas tectónicas ha comenzado a provocarnos mareos. Y no se trata sólo de que EEUU haya entrado en una fase de autoritarismo, aislamiento y agresividad imperial, o de que el orden internacional creado tras la Segunda Guerra Mundial, basado en el respeto a las normas, se esté resquebrajando. Lo que termina de desconcertar es cierto toque ficcional que rodea a todo el proceso, que por un lado nos resulta desconocido, pero por otro, nos recuerda extrañamente a una película, más precisamente, a una de superhéroes.
Batman.
El comentario viene a cuento no sólo de los rasgos caricaturescos del actual presidente norteamericano. Su funcionario estrella, quien además resulta ser el hombre más rico del mundo, parece salido directamente de una franquicia de Marvel Comics Inc.
Para sus admiradores -que los tiene en legiones- y probablemente para sí mismo, Elon Musk parece una especie de Batman. Esto es, un joven rico y superdotado, con increíbles talentos para la invención, la computación, el dinero y el manejo de grandes empresas, que sin embargo arrastra una herida, un trauma profundo, que lo lleva a una misión mesiánica para salvar al mundo, o al menos, a Ciudad Gótica.
Elon no usa un traje de murciélago, ni una identidad diferente. No le hace falta. Ya de solo estar parece un personaje irreal, un dibujo, un holograma. Pero para su desgracia, lejos de parecerse a a Bruno Díaz (o Bruce Wayne en inglés), su aspecto recuerda mucho más al Willy Wonka en versión Johnny Depp: un personaje bizarro, rodeado de niños a los que nos les brinda mucha seguridad que digamos. Como padre es más peligroso de Michael Jackson.
Misión.
Esta semana concluyó exitosamente la última súper misión que se autoimpuso nuestro superhéroe, el rescate de dos astronautas (Suni Williams y Butch Wilmore) que habían quedado varados por más de nueve meses en la Estación Espacial Internacional, una estadía que estaba programada para sólo una semana, y terminó durando lo que un embarazo.
La historia es conocida: la feliz parejita había subido allá en junio pasado, aprovechando el primer vuelo de la nave espacial "Spacecraft" de Boeing, con tanta mala suerte que por una maniobra de estacionamiento algo chambona, terminaron abollando el vehículo, lo que forzó a la NASA a mandarlo de vuelta sin tripulación. A ver si aprenden a manejar.
Los desafortunados -a los que estos nueve meses les representaron un notorio envejecimiento físico, y un pago miserable de horas extras a razón de unos cinco dólares diarios- fueron finalmente rescatados por una nave de SpaceX, la compañía espacial de Musk, que normalmente es noticia porque se le explotan todos los cohetes al despegar. No obstante, nos aseguran, estos vehículos serán los encargados de llevarnos a Marte.
Conflicto.
Y ya que hablamos de SpaceX -una contratista del gobierno norteamericano, que ha recibido millones de dólares en subsidios estatales- resulta escandaloso cómo la presencia de Musk en la administración actual no ha hecho sonar todas las alarmas en materia de conflictos de interés. Por ejemplo, ahora que Elon ha sembrado la Casa Blanca de conexiones a internet vía Starlink, la empresa satelital de su propiedad. O, más bizarro aún, esta semana posó junto al presidente, frente a la Casa Blanca, junto a un automóvil Tesla, que es su marca de vehículos eléctricos. Publicidad ¿gratis?
Esos autos, hoy por hoy los más vendidos en EEUU en su tipo (pese a que los autos eléctricos chinos son mucho mejores y más baratos) han comenzado a ser objeto de actos de vandalismo por parte de los Guasones y Pingüinos de siempre, seguramente resentidos por el éxito del creador de esos modernos batimóviles. Ni lerdo ni perezoso, el Potus (President Of The United States) ha lanzado la amenaza de que estos vándalos serán enviados, no a Guantánamo, sino directamente a El Salvador, donde recibirán el tratamiento carcelario del tenebroso Bukele.
No pasa una semana, casi ni un día, sin que Elon Musk genere algún escandalete, que pasa más o menos desapercibido en el caos general. Hace un par de días anduvo rondando el Pentágono, pidiendo que le dieran información clasificada sobre qué preparativos militares existen para una eventual guerra con China... país donde él mismo tiene instaladas fábricas de sus productos.
Y después está, por supuesto, la cuestión del nazismo. No sólo por el saludo nazi que el muchacho se permitió no una, sino dos veces, en su discurso en el banquete inaugural del presidente. También por sus antecedentes familiares, que hablan de padres miembros del partido nazi canadiense, que emigraron a Sudráfrica para disfrutar la tranquilidad del Apartheid, sociedad de la que Musk es un hijo dilecto.
Pero esta acusación es para tomarla con pinzas. Al menos, según cuenta el escritor y actor inglés Stephen Fry, quien descarta por completo que Elon sea nazi: "Imposible. Los nazis eran muy buenos construyendo autos".
PETRONIO
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