Sabado 10 de mayo 2025

Estrategias y necesidades

Redacción 08/01/2025 - 00.17.hs

En su afán por recuperar la tan controvertida presidencia, Donald Trump no vaciló en su momento en lanzar un apotegma efectivo: “Hagamos nuevamente grande a América (es decir: a los Estados Unidos de Norteamérica) y la experiencia indica que, aunque no lo dijo, va de suyo que aludía a los medios que fueran del caso, aunque sean “non sanctos”.

 

Que esa concepción apuntaba a sus intereses concretos quedó demostrado con la insólita toma del Capitolio que tuviera lugar tiempo atrás bajo su indisimulable influencia y que hizo tambalear las instituciones norteamericanas. La postura trumpista surtió el efecto esperado en el pueblo estadounidense con la elección del propio Trump como presidente durante un nuevo período.

 

Claro que las cosas han variado respecto a un lustro atrás y son varios los países que asoman haciéndole sombra a la potencia norteamericana –China fundamentalmente—siempre con un complejo industrial-militar que condiciona las políticas del país del norte. Pero Trump, habitualmente un tanto desmedido y exagerado en sus declaraciones, tampoco esta vez se ha andado con chiquitas y muy suelto de política ha metido el dedo en el seno del Tratado de la Organización del Atlántico Norte, haciendo pública la idea de que es necesario a los intereses del país que los Estados Unidos pasen a ser dueños de Groenlandia.

 

Esta fría región (cuyo nombre significa paradójicamente “tierra verde”) ha pasado a ser parte de las nuevas estrategias del país y su pasaje cabría en dos alternativas: la primera, en vigencia, es la oferta de compra del territorio, como ocurriera con Alaska a Rusia, a fines del siglo XIX, una operación de la que los rusos hasta hoy se lamentan. La segunda apelando a las presiones políticas o, directamente, a la violencia como ocurriera en los casos de Panamá, Guantánamo, México o Puerto Rico.

 

Política y administrativamente, Groenlandia es una nación constituyente del Reino de Dinamarca. Su extensión es casi algo menor que la de Argentina continental y se la considera la mayor isla del mundo.

 

No es la primera vez que los geopolíticos norteamericanos ponen sus ojos en la gran isla, ya que en el siglo XIX también hubo un intento de comprarla, entre otras cosas por sus riquezas naturales y su posición con respecto a esa Europa tan esencial a los norteamericanos. Además, el cambio climático—ese mismo del que reniega Milei— se ha acelerado mucho en la región y aunque aparece como una catástrofe ecológica (una más con las que amenaza el cambio) haría propicias las inversiones y los negocios del capitalismo.

 

En una de sus habituales peroratas, Trump ha reafirmado que “la propiedad y el control” de la isla, integrante del reino de Dinamarca, es una necesidad “con el fin de garantizar la seguridad nacional y la libertad en todo el mundo”. En consecuencia, “los Estados Unidos de América consideran que la propiedad y el control de Groenlandia son una necesidad absoluta”. La isla alberga una gran base aérea de la fuerza aérea norteamericana.

 

Si las intenciones de Trump son serias y verdaderas, parecen recordar que laten todavía aquellos deseos yanquis de extender el dominio estadounidense en algunas de sus formas desde el río Bravo hasta la Tierra del Fuego, un criterio que ahora se extiende a la fría Groenlandia, en momentos en que se hace evidente la decadencia del imperio y el avance de China.

 

'
'