Jueves 25 de abril 2024

Golpe de Estado con una sentencia

Redacción 08/12/2022 - 09.05.hs

Finalmente llegó el día y lo que todos esperaban sucedió. La sentencia del TOF 2 que condenó a Cristina Kirchner a 6 años de prisión e inhabilitación perpetua para ocupar cargos públicos se materializó. Todos saben que no fue un fallo judicial sino político. Hasta la oposición de derecha que aplaude a rabiar lo sabe, aunque se cuida mucho de decirlo.

 

Ni siquiera las formas fueron respetadas. La denuncia inicial fue enviada a Santa Cruz en donde las investigaciones judiciales determinaron la ausencia de delitos y, por lo tanto, la causa se cerró sin condenas. Pero años más tarde fue exhumada por gestión de Javier Iguacel y cayó en manos de Julián Ercolini quien “investigó” y la elevó para un nuevo juicio. Un mismo hecho no puede ser juzgado dos veces, pero cuando la víctima es Cristina Kirchner y los jueces y fiscales juegan al fútbol en la quinta de Mauricio Macri, o aceptan dádivas del Grupo Clarín para viajes de lujo al paraíso de Joe Lewis (un oligarca inglés amigo de Macri), todo está permitido.

 

Las defensas demolieron cada una de las acusaciones sin sustento de los fiscales pero eso no importó. La Corte Suprema rechazó todos los recursos solicitando nuevas pericias y un tribunal sin jueces amigos de Macri que lo visitaban muy seguido a la Quinta de Olivos. Todo el andamiaje cooptado por la “mesa judicial” del macrismo en complicidad con el Grupo Clarín y La Nación (que impusieron a Carlos Rosenkrantz en la Corte y echaron a la molesta procuradora Alejandra Gils Carbó, entre muchos otros estragos) operó como un verdadero “pelotón de fusilamiento” como lo caracterizó la Vicepresidenta.

 

La confesión de CFK en su discurso fue impactante. Primero admitió que Néstor Kirchner le concedió a Magnetto la fusión de Cablevisión y Multicanal (que no tuvo el visto bueno de Gils Carbó, entonces fiscal federal) para alcanzar el virtual monopolio de la TV por cable. Y luego dijo que como presidenta no le aceptó la fusión con Telecom, lo cual enojó al poderoso CEO de Clarín que ya venía muy irritado con ella por la anterior Ley de Medios.

 

A Cristina Kirchner no la investigaron y juzgaron jueces y fiscales independientes, probos, ecuánimes e idóneos. Estuvo, y está, en manos de un entramado mafioso enquistado en buena parte del Poder Judicial con el visto bueno de la Corte Suprema. Acabamos de conocer, con profusión de chats y mensajes de audio, por primera vez en forma tan directa y evidente, cómo funciona el contubernio entre el Grupo Clarín, jueces federales, la derecha política y la elite económica.

 

Cada juez comprado por el poder real es como una célula cancerígena que expande el proceso de metástasis y hace avanzar la enfermedad sobre el resto de los tejidos del menos democrático de los poderes del Estado. Si los otros dos poderes, el Legislativo y el Ejecutivo, depositarios directos de la soberanía popular, no frenan la infección a tiempo, la república sucumbirá ante este cáncer. Porque la condena a prisión y al perpetuo exilio político de Cristina Kirchner no es otra cosa que un golpe de Estado (el partido judicial opera hoy como el partido militar ayer) para disciplinar a toda la clase política.

 

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