Miércoles 17 de abril 2024

Hebe de Bonafini: la conciencia sobrevive

Redacción 22/11/2022 - 08.09.hs

Si los pañuelos blancos traspasaron las fronteras de nuestro país y se convirtieron en símbolo de denuncia contra la violación de los derechos humanos en todo el mundo fue gracias a la lucha inclaudicable de las Madres y las Abuelas de Plaza de Mayo, entre quienes se destacó la fuerza y la convicción de Hebe de Bonafini. Por eso su fallecimiento provocó tantas muestras de reconocimiento, tantas lágrimas sentidas y tanta gratitud por parte de esa gran porción de la sociedad que siempre vio en ella a una mujer valiente y sin dobleces que se atrevió a enfrentar a la dictadura cuando arreciaba el terrorismo de Estado y eran mayoría los que se callaban.

 

Si Raúl Alfonsín ordenó juzgar a las juntas militares responsables del genocidio y Néstor Kirchner dispuso derogar las leyes de Obediencia Debida y Punto Final para continuar con los juicios suspendidos contra el resto de la cadena de mandos, fue por el enorme clamor social que propiciaron las organizaciones defensoras de los derechos humanos y los espacios políticos aliados. Y entre ese conjunto plural de voces la que siempre tronó con más fuerza fue la de Hebe. Enérgica, desmesurada, arbitraria incluso, su lucha contra la impunidad alcanzó una estatura no frecuente en nuestro país y en el mundo. Casi medio siglo de ponerle el cuerpo a semejante empresa terminó por instalarla como una de las figuras más relevantes del escenario político y social argentino y latinoamericano.

 

Uno de sus aportes más destacados, y por el cual se ganó muchos enemigos y el odio tenaz de la derecha, fue el de vincular tempranamente la violación masiva de los derechos humanos con el avance del proyecto neoliberal tanto en Argentina como en el resto de Latinoamérica de la mano de las dictaduras cívico-militares fomentadas desde Washington. Por eso tuvo el respeto y la admiración de los líderes más importantes de la región como los Kirchner, Evo Morales, Rafael Correa, Hugo Chaves, Lula Da Silva o Fidel Castro.

 

Otro de sus mensajes más poderosos fue el de convocar a “socializar” el vínculo entre los hijos desaparecidos y las madres que los buscaban. Promover semejante idea –semejante herejía, podría decirse, para la tradición judeocristiana— con el propósito de lograr trascender el dolor individual para convertirlo en emblema colectivo no era precisamente un camino fácil, una propuesta políticamente correcta. Pero a Hebe nunca la acobardaron las dificultades ni los desafíos y así fue que las Madres y las Abuelas de Plaza de Mayo terminaron siendo “madres” y “abuelas” de todos quienes acompañaron y acompañan su lucha. Si Argentina es un caso único en el mundo en materia de enjuiciar a sus propios dictadores y se convirtió en ejemplo mundial de defensa de los derechos humanos, se lo debe a personas que, como Hebe de Bonafini, lucharon sin descanso en favor de generar una conciencia social a partir del sufrimiento individual. Esa conversión o trascendencia desde lo personal hacia lo colectivo constituyó un proceso de concientización decisivo para la vida política argentina.

 

Sus visitas a este diario cuando llegaba a Santa Rosa serán siempre recordadas por quienes tuvimos la fortuna de compartir su presencia y su palabra.

 

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