Viernes 13 de junio 2025

Inesperado tropiezo

Redacción 13/06/2025 - 00.21.hs

Con un proceder y un lenguaje que no despreciaría Milei, el presidente de los Estados Unidos responde a una realidad que, lejos de sus presunciones preelectorales, se le presenta como cada vez más dura. El divorcio –luego abierto enfrentamiento- con su asesor e ideólogo Elon Musk, el multimillonario tan admirado por el presidente argentino, generó el abandono del gabinete en medio de muy duras críticas recíprocas, aunque después se retractara en parte. Eso, para desconcierto de los votantes, que creían en una fructífera alianza en pro del neoliberalismo.

 

Sin embargo, donde Trump parece haber tenido su más inesperado tropiezo es en las multitudinarias manifestaciones en contra de su política migratoria. Miles de extranjeros en riesgo de ser deportados sin consideración alguna y aún en condición de delincuentes, como ya ocurriera en centenares de casos, se han manifestado en un creciente malestar que ha llegado a la violencia, obligando a las autoridades de Los Angeles, la ciudad más conflictuada entre una decena de afectadas, a declarar en emergencia una gran superficie donde, más allá de las grandes concentraciones colectivas de protesta, ya se han registrado saqueos e incendios de vehículos.

 

La respuesta del gobierno de Washington también ha sido digna de las autoridades argentinas en materia de seguridad: concretar algo así como una ocupación militar del Estado de California, trasladando varios miles de efectivos de la Guardia Nacional y centenares de marines, capacitados para las luchas callejeras. Por si esto fuera poco, no informó al gobierno estadual (Los Estados Unidos son un país federal) y amenazó con una intervención abierta del Ejército. Hay que convenir que la presencia de alrededor de cinco mil efectivos es algo que se parece muchísimo a una ocupación.

 

Al margen de la mentalidad conservadora de su Presidente, que “el país de la democracia” caiga en semejante desbarajuste reconoce motivaciones evidentes: los Estados Unidos enfrentan una crisis productiva y económica y los migrantes extranjeros que constituían mano de obra barata, de origen latino, mexicanos especialmente, han empezado a sobrar. En un plano menor, también late la animadversión del Presidente contra los estados gobernados por el Partido Demócrata.

 

Trump prefiere adjudicarle al problema una razón más xenofóbica: “Lo que presencian en California es un ataque en toda regla a la paz, el orden público y la soberanía nacional, perpetrado por alborotadores que portan banderas extranjeras con el objetivo de continuar una invasión extranjera de nuestro país”. Mientras las protestas se extienden hacia el este del país, el Estado de Texas incluido, la frase presidencial trae a colación la idea de quienes interpretan la historia como un “ida y vuelta”, al recordar el enorme territorio que Estados Unidos arrebató a México poblándolo con anglosajones que “decidieron” después su incorporación al país del norte.

 

Lo anterior, claro está, no pasa de ser una consideración. En su discutible afán de “hacer grande otra vez a los Estados Unidos” (una pretensión que lo ha llevado hasta a querer cambiar el nombre del Golfo de México), Trump dice estar dispuesto a apelar a medidas extremas, como sería el caso de la Ley de Insurrección, una antigualla jurídica que se usó por última vez hace dos siglos.

 

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