La “libre competencia”, la CPE y el Grupo Clarín
La CPE forma parte del ADN santarroseño. Estamos en vísperas de saber si
habrá defensas activas ante el avance del Grupo Clarín, el mismo que,
con muy poco esfuerzo, absorbió las dos cableras locales que había en la
ciudad.
SERGIO SANTESTEBAN
La “libertad de comercio” o la “libre competencia” en un mercado de matriz neoliberal son consignas, construcciones discursivas, que ocultan los intereses reales que juegan decisivamente por debajo de la superficie de los debates. En Argentina existe una legislación muy débil e ineficaz a la hora de controlar los desbordes de las grandes corporaciones económicas como sí sucede en los países del llamado primer mundo, incluso en los Estados Unidos.
Por ingenuidad, desconocimiento o simpatías ideológicas no faltan los que en nombre de aquellos eslóganes suelen poner el pecho para defender intereses ajenos y muy poderosos sin reparar que, con sus discursos y actuación pública, terminan perjudicando a los consumidores que forman parte de las mayorías ciudadanas.
Cuando, días atrás, el intendente municipal santarroseño envió al Concejo Deliberante el pedido de autorización para ampliar la infraestructura de la televisión por cable de la sucursal local del Grupo Clarín, el debate quedó abierto.
¿Bajo qué condiciones se plantea la “competencia” entre la Cooperativa Popular de Electricidad y el Grupo Clarín? ¿Tenemos un cuerpo normativo capaz de poner algún tipo de límites a los tiburones que nadan junto con las sardinas en el océano del mercado? ¿Qué nos dicen los antecedentes de las dos partes?
A la CPE la conocemos muy bien porque ha sido -y es- la creación colectiva más importante de la sociedad santarroseña. Su condición de cooperativa convierte a sus usuarios en sus propios dueños y, en tal condición, los habilita a elegir sus autoridades todos los años. Fue la pionera de lo que hoy es el movimiento cooperativo pampeano, que es modelo en todo el país, y en pocos años más arribará a su centenario.
El Grupo Clarín, en cambio, es una sociedad anónima que es, a su vez, una de las corporaciones económicas más poderosas del país. No solo es el medio de comunicación más grande y diversificado, también logró concentrar bajo su paraguas a las compañías de telefonía fija, celular, de internet y de televisión por cable de mayor peso en el mercado.
Durante el gobierno de Mauricio Macri adquirió Telecom y ahora, bajo el de Javier Milei, hizo lo propio con Telefónica. Es decir: las dos grandes compañías que se dividieron el país cuando, en los noventa del siglo pasado, el menemismo privatizó el servicio telefónico, ahora quedaron bajo un único propietario. Ni falta hace decir que ya no son las viejas empresas de telefonía fija, una tecnología en franco retroceso, sino dos de las compañías de telefonía celular más importantes que operan en el país: Personal y Movistar.
Cableras absorbidas.
Pero no es nuevo este desvelo por avanzar hacia posiciones dominantes del mercado de la empresa fundada por Roberto Noble y que hoy comanda Héctor Magnetto. Recordemos aquella exitosa campaña de conquista que finalizó cuando logró fusionar bajo su órbita a las dos grandes cableras argentinas: Multicanal y Cablevisión, en tiempos de la presidencia de Néstor Kirchner. Con ese golpe de mercado superó el 60 por ciento de la cobertura del servicio en todo el país.
Aquella “gesta” corporativa no le fue ajena a los santarroseños. Las dos empresas locales que habían comenzado con la prestación del servicio en la ciudad: Pampa TV y Difusora, terminaron, ambas, siendo absorbidas
también por el súper grupo, en una estrategia que se multiplicó en cada
una de las provincias argentinas.
Pero el Grupo Clarín no solo incursiona en el área de los medios, las
telecomunicaciones o internet. Es muy conocida su gran diversificación
en un sinfín de actividades entre las que se encuentran el agronegocio,
el turismo, la organización de megaeventos, las finanzas, los contenidos
deportivos, etc.
Es, además, una de las voces cantantes de la poderosa Asociación
Empresaria Argentina (AEA), la flor y nata del “Círculo Rojo”, la elite
empresarial de mayor peso económico en el país: “los dueños de la
Argentina”, como acertadamente ha sido calificada. Recordemos, de paso,
que uno de los abogados defensores del Grupo hoy ocupa un lugar en la
Corte Suprema de Justicia de la Nación, y que uno de sus periodistas fue
ministro de Economía durante el gobierno de Macri. En el listado de los
empresarios que más dólares fugaron al exterior durante el macrismo
figuran algunos de sus accionistas principales.
Poder político.
Un tema no menor: el Grupo Clarín siempre se opuso a considerar a la telefonía celular, internet y la TV por cable como servicios públicos sujetos a competencia. Judicializó el decreto 690/20 de Alberto Fernández y logró voltearlo mediante la actuación de sus diligentes jueces. Con ese triunfo judicial consiguió lo que quería: no someterse a ningún control del Estado a la hora de imponer los precios de las tarifas.
Dos concejalas de la oposición tuvieron expresiones desafortunadas en
relación a este debate. El gremio telefónico en tanto se muestra
funcional al lobby corporativo. En ambos casos parecen desconocer que,
como se dijo, no puede haber “libre competencia” entre jugadores tan
dispares. Al súper grupo empresario le sobran recursos económicos para
barrer a sus competidores. Su propia historia lo demuestra. Así como sus
medios saben practicar el “periodismo de guerra”, en el terreno empresarial sabe hacer uso de su incomparable fortaleza para obtener ventajas en todos los mercados en los que incursiona. Y ese poderío económico es, en definitiva, poderío político. El intendente, los concejales, los dirigentes y trabajadores de la CPE y todas las instituciones y los vecinos de la ciudad –que son a la vez sus socios— no deberían olvidarlo.
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