La ofensiva de un imperio en decadencia
Trump aprovecha que Alemania ya no es la locomotora de Europa y que Francia ha perdido la condición de faro político de otras épocas. Prioriza contener el avance de China.
Eduardo Lucita *
El tablero internacional volvió a sacudirse, ya no por la agresiva política comercial desplegada por el nuevo presidente de EEUU, sino por el ataque a la Comunidad Europea y su propuesta de solución a la guerra ruso-ucraniana. La reconfiguración geopolítica en curso.
Como forma de detener su declinación en el plano internacional, EEUU está empeñado en reconfigurar el orden geopolítico vigente hasta ahora. Tal como está no le es útil para recuperar su declinante hegemonía global. Donald Trump ha profundizado el cambio iniciado por Joe Biden. La prioridad es China y el sudeste asiático, lo que implica una relación distinta con América latina, especialmente frenar el avance de la República Popular en la región, poner una cuña en la relación sino-rusa y una quiebra de la alianza transatlántica con Europa.
Todo a la vez.
La política internacional desarrollada por el presidente Trump desde su asunción puede denominársela como aquel film, ganador del Oscar a mejor película en 2022, “Todo a la vez, en todas partes y al mismo tiempo” (Everything Everywhere All at Once).
Efectivamente en poco tiempo impuso una política arancelaria coercitiva que obligó a México y Canadá a desplegar tropas en las fronteras sur y norte de EEUU, relanzó la guerra comercial con China y ahora puso en jaque a la industria del acero del Reino Unido. En paralelo expulsó inmigrantes de varios países con lo que llevó a una crisis diplomática con Colombia y, retomando la tradicional política imperial-expansionista, amenazó con “recuperar” el Canal de Panamá, anexar a Canadá y comprar Groenlandia. Todo un programa, caótico, pero programa al fin.
Ahora, la Unión Europea.
La Conferencia de Seguridad de Munich fue el escenario elegido para que los representantes estadounidenses, encabezados por el vicepresidente de EEUU, J.D. Vance, criticaran fuertemente la política migratoria y los valores democráticos del bloque, mostrando claro favoritismo por el ascenso de los movimientos de ultraderecha en la región. En una suerte de guerra ideológica Vance acusó a los europeos de renunciar a los valores tradicionales cercenando la libertad de expresión y religiosa y de frenar con regulaciones el desenvolvimiento de las innovaciones tecnológicas. Mientras que el Secretario de Defensa, Pete Hegseth, sostuvo que Ucrania no ingresará a la OTAN, que EE.UU ya no la defendería y que no recuperaría sus tierras invadidas. Las declaraciones tomaron por sorpresa a presidentes y funcionarios europeos que tomaron nota allí que el “amigo americano” estaba promoviendo la quiebra de la política transatlántica.
Trump aprovecha que Alemania ya no es la locomotora de Europa y que Francia ha perdido la condición de faro político de otras épocas. Prioriza contener el avance de China y está dispuesto a volcar recursos, destinados hasta ahora a Europa, al sudeste asiático. Su estrategia se complementa con la profundización de la desindustrialización europea, para favorecer la propia, exigir que financien su gasto militar en la OTAN y subordinar al bloque por medio de sus suministros energéticos, más caros que el combustible provisto por Rusia, que además reemplazarían la energía verde, muy costosa. Por otra parte la región ya ha sido prácticamente marginada de la carrera tecnológica.
En este contexto las recientes elecciones comunales realizadas en Alemania, que enfrenta una crisis inédita, tanto por la recesión económica como por la cuestión de la inmigración y el cambio de posición de EEUU sobre la guerra, encendieron las alarmas. El triunfo de los conservadores de la democracia cristiana y el segundo lugar alcanzado por la ultraderecha fascista y la recuperación de la izquierda, son la expresión de las complejidades a las que se enfrenta el país y su impacto sobre toda Europa.
Poner fin a la guerra.
Trump prometió en campaña que en 24hs. lograría la paz en la guerra ruso-ucraniana, le está llevando un poco más de tiempo pero está avanzando. No lo guía ningún objetivo humanitario sino que ser el artífice de la paz en una guerra que ya lleva 3 años, lo coloca a él y a los EEUU en el centro de las decisiones geopolíticas.
En la mesa de negociaciones, subjetivamente convocada en Arabia Saudita, se están sentando EEUU y Rusia, discutiendo los términos del acuerdo. No está la Unión Europea que es quién más armas y dinero aportó, tampoco Ucrania, que sería la gran perdedora, debería ceder territorios y renunciar a ingresar a la OTAN y como forma de pago dejaría el control de sus recursos naturales y tierras raras en manos del ex amigo americano. Los europeos retrucan diciendo que ellos aportaron cerca del 60% del esfuerzo económico-militar, que las cifras que da Trump no son ciertas y que esos recursos, no más de 150 mil millones de dólares, se utilizaron mayoritariamente como créditos para comprar armas estadounidenses. También que los costos de la guerra los tiene que pagar Rusia.
Todo está en proceso y en el horizonte se dibuja un nuevo orden internacional. Aún en el marco de su declinación EEUU, bajo la administración Trump, está en condiciones de sacudir el tablero mundial y poner una cuña en la relación sino-rusa. Busca sostener su influencia en América latina y ampliarla hacia Canadá y Groenlandia, mientras que la UE ya no será un jugador importante y Rusia avanzará varios casilleros. China mantendrá expectante su hegemonía en la zona Asia-Pacífico desde donde proyectaría sus intereses globales. Geopolítica pura.
* Integrante del colectivo EDI (Economistas de Izquierda).
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