Sabado 09 de agosto 2025

Limosna grande y mercado desconfiado

Redacción 09/08/2025 - 00.14.hs

Pese al relato oficial de éxito, la revisión del FMI expone un acuerdo sostenido más por la geopolítica que por la economía. Con el aval de EE.UU. como respaldo clave, el organismo flexibilizó metas, postergó controles y concedió desembolsos a medida del calendario electoral argentino.

 

Detrás del alivio temporal, se perfila una renegociación profunda tras las elecciones, con reformas postergadas y un programa real que recién comenzaría en 2026.

 

La primera revisión del acuerdo con el FMI ha sido presentada como un triunfo del Gobierno por varios analistas que observan solo lo que aparece en la superficie.

 

Realmente el mensaje aparece claro. El apoyo de Trump (vía el Tesoro) sigue intacto y fuerte y, por tanto, ese respaldo político se impone a cualquier análisis técnico, priorizando la necesidad política de llegar a octubre en la mejor forma posible. Eso incluye forzar al resto del directorio a aceptar el desembolso por u$s2.000 millones.

 

Como tantas veces, cuando el Fondo necesita hacer un favor político, busca una forma “ingeniosa” de hacerlo. En este caso, concedió sin chistar el waiver por la meta de reservas, reformuló la trayectoria futura de las mismas hasta 2027 y, para evitar nuevas discusiones incómodas, decidió postergar cualquier revisión hasta 2026. Y como si fuera poco, en un exceso de licencia poética, el staff afirma que Argentina ha “recuperado el acceso a los mercados” con la excusa de una colocación puntual de bonos y el repo con el BCRA.

 

Estas son las tradicionales estrategias “burocráticas” del FMI cuando tiene el mandato de facilitarle la vida al gobierno de turno (por un tiempo). Cuando quiere lo contrario, en cambio, te observan hasta el déficit en la Antártida.

 

Así, el Gobierno parece haber ganado un margen mayor para intervenir en el mercado cambiario —cuando el dólar toque la banda o incluso antes—, operar en futuros, improvisar una política monetaria transicional con algo de agregados, algo de tasa, y hasta darse ciertas licencias fiscales que ayuden a mejorar el resultado primario, como acumular deuda flotante.

 

¿Qué implica entonces esta revisión? En lo sustancial, todo esto es un mensaje sutil de que, tras las elecciones, se rediscutirá integralmente todo el acuerdo. Esto incluye los desembolsos que faltan para llegar a u$s20.000 millones prometidos (aún faltan u$s6.000 millones) e incluso algún reperfilamiento de los vencimientos correspondientes al acuerdo anterior que permitan despejar un calendario de pagos de deuda que hoy aparece imposible de afrontar.

 

Es muy probable, además, que el FMI haya exigido las típicas “reasurances” internas de carácter reservado que se hacen mediante un compromiso del ministro y el gobernador del BC exclusivamente con la Dirección Ejecutiva, sin que estos sean publicados por razones de mercado. Dichos compromisos suelen referirse a aspectos claves del programa.

 

Por ejemplo: 1) Pedir autorización previa y fijar límites al uso de los dólares del Fondo para intervenir en el mercado del dólar spot; 2) comprometerse el gobierno a realizar en el periodo poselectoral previo a la revisión de enero todos los esfuerzos necesarios para reducir desvíos del déficit en cuenta corriente mediante una política cambiaria y monetaria más apropiada; 3) impulsar inmediatamente pos-elecciones las reformas estructurales comprometidas en el acuerdo y de las cuales el gobierno hasta el momento no puso en discusión.

 

¿Sirve todo esto? Sí, si la alternativa era no otorgar el desembolso o imponer metas de reservas incumplibles con este tipo de cambio.

 

¿Va a convencer esto a los mercados? Difícilmente. Especialmente en Wall Street, la mayoría comprende que se trata de un acuerdo transitorio, y que la verdadera discusión —y el verdadero programa— aparecerá recién a comienzos de 2026, con el tipo de cambio ocupando el centro de la escena. (Por Jorge Carrera/Ambito,com)

 

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