Domingo 21 de abril 2024

Llegar con vida

Redacción 28/11/2023 - 01.37.hs

La derecha argentina volvió al poder con una alianza entre sectores neofascistas y el antiperonismo rancio, que sería capaz de volar el país en pedazos con tal de cumplir su sueño de que el peronismo deje de existir. La teoría histórica que la derecha ha construido en las últimas siete décadas incluso se ha exportado. La idea mesiánica de que la Argentina potencia –algo también discutible– perdió su rumbo cuando, paradójicamente, se modernizó. Milei corrió la línea de tiempo a 100 años para meter al radical Hipólito Yrigoyen en el paquete.

 

Esta primera semana del presidente electo ha sido caótica: mensajes contradictorios sobre sus planes de gobierno y la formación de su gabinete. Si la estrategia de Mauricio Macri era impulsar un presidente al cual poder manejar en las sombras, logró su cometido. Con 37 diputados y 7 senadores, Milei está a un soplido de un posible juicio político, que necesita dos tercios de ambas cámaras. No es difícil hacer las cuentas. Esto le genera una dependencia absoluta del apoyo del PRO. Milei parece intentar compensar esa dependencia tendiendo puentes con sectores del peronismo. Todo hecho con una gran improvisación y a los tumbos.

 

Un antecedente para observar es el de la presidencia de Abdalá Bucaram en Ecuador. Duró cinco meses y 25 días entre agosto de 1996 y febrero de 1997. Su principal asesor era –nombres que se repiten– Domingo Cavallo a través de la Fundación Mediterránea. El éxito en el control de la inflación que había tenido el primer gobierno de Carlos Menem todavía no había mostrado del todo su lado B, hiperdesempleo, hiperendeudamiento, desguace de un Estado. El “caso argentino” era exportado como ejemplo. Abdalá, otras reminiscencias, vivía en un hotel porque le tenía temor al palacio presidencial ubicado en el centro histórico de Quito. Su gobierno fue absolutamente fugaz. Terminó eyectado por un juicio político.

 

El extremismo de las ideas que planteó Milei en la campaña y en las primeras entrevistas como mandatario electo auguran meses muy complejos, sin mencionar la faceta delirante: cerrar el Banco Central. Lo que se trasluce como inmediato es un ajuste fiscal feroz, con la vetusta idea de que eso bajará la inflación, pero sin levantar el control de cambios. Ahí habría un aprendizaje de una las medidas que selló el destino de fracaso del gobierno de Macri, que fue levantar el “cepo” a las 48 horas de llegar. En un país que demanda más dólares de los que produce es casi imposible que el Estado no intervenga para administrar un bien escaso. Macri levantó los controles y luego tuvo que salir a endeudarse como un apostador adicto encerrado en un casino para sostener su propia decisión. En el medio –claro– hubo negocios multimillonarios, como el pago a los fondos buitres.

 

Algún día saldrá a la luz la trama de corrupción que son los buitres: compran jueces en Estados Unidos para que les fallen a favor y políticos en países periféricos para que les paguen lo que ordenan esos jueces. El margen de ganancia que tienen es tan grande que compiten con el narcotráfico en su capacidad de corromper. Y todo se hace “dentro de la ley”.

 

Milei está en la encrucijada de impulsar las ideas que defendió en campaña, con las que la gobernabilidad entra en crisis, o intentar un giro conservador más moderado que no produzca que su popularidad se desgaste a la velocidad de la luz. Son las reglas de la democracia que tanto lo incomoda. La idea de hacer la gran Alberto Fujimori, por ahora, parece difícil. Fujimori no cerró el congreso. Lo que hizo fue un golpe de Estado clásico con los militares y luego anuló el parlamento y las garantías constitucionales.

 

El peronismo no puede escapar de realizar una gran autocrítica y, por ahora, se impone la idea de “dejar hacer”. Esperar que los propios votantes de Milei experimenten su decisión. Es decir: que el rechazo al gobierno ajustador surja de su propia base electoral.

 

Uno de los grandes peligros de los próximos meses es que recrudezca el costado carnicero de la derecha argentina, que la represión sea salvaje con la idea de que si hay muertos habrá disciplina. Las Madres de Plaza de Mayo y la política de Derechos Humanos admirada en el mundo es una de las caras de este país. La otra es Jorge Rafael Videla. Hay una consigna fundamental para transitar este nuevo intento de restauración conservadora: cuidar la vida para llegar a ver su final. (Por Demián Verduga / Extractado de Tiempo Argentino)

 

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